En Un día en el atardecer del mundo, un libro de William Saroyan con algo de autobiográfico, no conseguido del todo pero ágil e interesante, se pueden leer jugosos diálogos entre el protagonista, el escritor Yep Muskar, y su amigo Zak, también de origen armenio.
Uno tiene lugar un día que pasean por la calle. Cuando ven a un tipo que da un salto que intenta ser acrobático y que se cae, Zak se acerca a él y le dice que siga intentándolo, pero, ante un comentario sarcástico de Yep, replica:
«—Por lo menos ese tipo lo ha intentado. Nunca es demasiado tarde para intentarlo.
—¿Intentar qué?
—Ser un hombre.
—Ningún escritor decente ha usado esas palabras en un siglo.
—Ese es el problema de los escritores: no saben cuál es su trabajo.
—¿Y cuál es?
—Pues ayudar a los hombres a ser hombres.
—¿Y las mujeres?
—Ayudar a las mujeres a ser mujeres también.
—¿Y los niños?
—Los niños saben ser niños. No necesitan ayuda de los escritores, lo único que necesitan son padres; y tu trabajo es ayudar a los hombres a ser buenos maridos y buenos padres, y a las mujeres a ser buenas esposas y buenas madres.
—¿Y que hay de los ratones?
—Esos no necesitan escritores para nada. Sólo los hombres y las mujeres los necesitan, sobre todo los hombres. ¿Tú crees que si hubiese hombres de verdad en el mundo nuestras pobres mujeres habrían enloquecido como lo han hecho?
—La verdad es que sí…
—Estás loco. Nosotros las hicimos enloquecer.
—¿Y qué deberíamos haber hecho?
—Deberíamos haberlas amado como hombres.»
William Saroyan. Un día en el atardecer del mundo (One day in the afternoon of the world, 1964). Barcelona: Acantilado, 2017; 224 pp.; col. Narrativa del Acantilado; trad. de Stella Mastrengelo; ISBN: 978-8416748594. [Vista del libro en amazon.es]