En su momento me sorprendió Y sin embargo contento, de Javier Arcas. Pero más lo ha hecho El panteón de los malditos, una divertida novela completamente distinta. Un «Proemio conveniente y necesario» abre la historia para presentar el lugar donde se desarrollará todo: en la ría de Vigo, en un «núcleo poblacional» gallego de poco más de cincuenta personas y de fronteras difusas. Es clara, sin embargo, la estructura del relato: en la primera parte, «Nieblas», se plantean los conflictos, y en la segunda, «Miserias», se resuelven.
Se nos cuenta que, tiempo atrás, cinco marineros jubilados del pueblo habían sido alcanzados en su barca por un rayo y que su barca se hundió justo después de que habían cerrado un pacto de amistad en el que se comprometían a seguir juntos después de la muerte. Debido a ese pacto, como unos habían de ir al infierno y otros al cielo, se les impuso que habían de seguir como ánimas en pena hasta que lograsen cumplir con un cometido especial. La historia comienza cuando al pueblo acaban de llegar a la vez un cura nuevo, un matrimonio de jóvenes investigadores universitarios, y unos promotores inmobiliarios que desean hacerse con el terreno del pueblo. Una parte de la solución estará en el extraordinario aguardiente de hierbas que fabricaba el Capitán de la barca hundida, cuyos efectos benéficos se anunciaron en el Proemio, en cuya casa vive ahora el joven matrimonio.
Se describen con precisión los pormenores de las profesiones y actividades de los protagonistas, cuyas personalidades están bien dibujadas, y que, como corresponde a una novela muy gallega, hablan y se comportan con una retranca que, a veces, se vuelve contra ellos mismos. La trama está bien armada y la novela se lee con interés por ver como se desenreda todo al final, pero también con una sonrisa en los labios por las enrevesadas situaciones que van sucediéndose y por los diálogos combativos entre unos y otros. Lo más característico, lo que ganará para la novela lectores entusiastas (aunque también hará que otros se alejen de ella), son las largas parrafadas, de alto nivel literario, que van punteando el relato: son de un lirismo divertido las que se corresponden con las cartas que mandan los ahogados a los vivos; tienen acentos reflexivos, como con la intención de comprender lo incomprensible, las del párroco; y son a veces incendiarias las del joven investigador recién llegado.
A modo de ejemplo, pongo un trozo de una de las últimas cuando su autor está en un momento de crisis: «así es este país miserable que no duda en aplicar criterios de banquero despiadado ante todo, sea ciencia, sea investigación, sea educación, sea progreso, sean ideales, sea lo que sea… País de cefalópodos que aplica sus criterios capitalistas desde lo más ruin a lo más sagrado… País de analfabetos que decide tirar sus recursos en pan y circo antes que en dignidad y decencia… País que encumbra al idiota famoso por sus torpezas y escándalos y que zancadillea a quienes malviven por aportar algo de dignidad a una sociedad vacía de sentido común… País de idiotas que idolatra al pícaro sinvergüenza y humilla al trabajador honesto…», etc. etc.
Javier Arcas. El panteón de los malditos (2017). Edición para Kindle, ASIN: B0752BMR4H; edición en papel: 294 pp.; ISBN: 978-1549525261. [Vista del libro en amazon.es]