Después de Crispin: la cruz de plomo y de Crispin: At the Edge of the World, Avi completó la trilogía con Crispin: The End of Time. Al principio de sus vagabundeos por Francia, Crispin y Troth llegan a un convento de monjas donde, gracias a sus conocimientos de plantas medicinales, Troth acaba siendo muy apreciada, por lo que decide quedarse allí. Después, Crispin continúa su viaje para intentar llegar a un puerto para volver a Inglaterra o, mejor, intentar alcanzar Islandia, un lugar en el que, según Oso le había dicho, no había reyes ni nobles y se podía vivir libremente. Se une a unos personajes que le dicen que van a Calais para embarcarse de regreso a Inglaterra pero que terminan obligándole a ser cómplice de sus robos. Hasta que, ya en Calais, puede charlar con unos marineros islandeses.
A ciertos lectores conviene advertirles que tanto este como el anterior libro de la trilogía son grandes narraciones pero no son relatos de aventuras al uso y que, aunque transmiten esperanza, también dejan un poso de inquietud. En ellos, al tiempo que va dando detalles de la vida en la Edad Media, Crispin logra transmitir al lector interés por lo que le sucederá, por los vaivenes que va sufriendo en su interior, y por las decisiones a las que debe hacer frente. En esta novela en concreto veremos que a veces tiene pensamientos reconfortantes —que Dios nos ofrece caminos para escoger y que luego viajará con nosotros hasta los límites de la tierra y más allá—, o pensamientos difíciles de aceptar —que cuanto más amor tienes por los demás, más dolor sientes cuando los pierdes, que por qué buscar la libertad tiene que ser tan doloroso—, o pensamientos sensatos —Crispín se dice a sí mismo que es mucho mejor es arriesgarse a una vida incierta que hacerlo a una muerte cierta—. Como en novelas previas, el protagonista sigue invocando a San Gil en los momentos de apuro —«Querido san Gil, te necesito ahora, es todo muy duro, soy demasiado joven, no puedo hacer esto por mí mismo, te lo pido! ¡ayúdame!, ¡dime qué hacer!»—.
Al final, el capitán del barco islandés le hablará de cómo seguir las estrellas y entonces Crispin, al saber que la estrella polar forma parte de la Osa Menor, una de las constelaciones con el mismo nombre que su mentor fallecido, se conmueve. Dice así la narración: «“Esa es la estrella del marinero. Muestra el norte verdadero. Siempre está ahí. Inmóvil. Si conoces esa estrella sabrás dónde estás y a dónde ir. Esa estrella es la esperanza y la guía del marinero. (…) Búscala siempre. Puede ser tu salvación. Crispin, sigue a tu Oso”. Mi corazón pareció hincharse. «¿Estará… estará siempre ahí?» «Hasta el fin de los tiempos.» Miré la estrella, fijándola en mi corazón». Aquí se puede hacer el apunte de que —como se nota en los versos últimos finales de las Cánticas del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, en la Divina Comedia de Dante—, las estrellas tenían un sentido inmediato en las mentes medievales: en un mundo sin mapas y sin caminos claros, eran las que orientaban desde lo alto a los viajeros y eran el símbolo del mapa interior que nos orienta en el camino de la existencia y que se oculta detrás de nuestros más profundos deseos…
Avi. Crispin: The End of Time (2010). Balzer + Bray, 2011; 240 pp.; ISBN: 978-0061740831. [Vista del libro en amazon.es]