Esta segunda nota sobre Fuego y agua, de Sohrab Ahmari, tiene como fin mostrar algunos aspectos de la historia del autor que, al menos en mi opinión, tienen un valor universal: ayudan a entender las raíces de algunos comportamientos juveniles rebeldes y a entrar un poco en la mente de un adolescente que, por más que sus actitudes externas sean o parezcan extrañas, tiene un mundo interior rico. Son párrafos que, como algunas escenas que subrayé al comentar Hillbilly, una elegía rural, dan unas pinceladas más al panorama del mundo educativo estadounidense. Como el de J. D. Vance, también el de Ahmari es un libro reflexivo: ambos miran hacia sus vidas previas para intentar entenderse a sí mismos y entender el proceso que los llevó a cambiar.
El autor explica cómo, recién llegado a Norteamérica, consumió todo tipo de ficciones y de músicas: dice que confundió «la basura de la ciencia-ficción con la crítica social incisiva» y que «las corrientes paranoicas del género empezaron a dar forma a mi visión de mi nuevo hogar»; habla del entusiasmo que sintió por la música de Pink Floyd, «con sus raíces psicodélicas, pretensiones operísticas y letras banales», y de toda la «marea de emociones volátiles» que iba y venía en su interior; presenta bien el desconcierto que le asaltaba, en su colegio norteamericano, cuando les insistían tanto en los deportes: «¿Por qué se nos pedía que nos identificásemos con la mascota Grizzly? ¿Cómo era posible que un oso encarnase el espíritu del instituto? ¿Qué era eso del espíritu del instituto? Desde luego que ver a las animadoras, con sus vestiditos cortos y brillantes y sus largas piernas americanas, era mucho mejor que las lacrimosas asambleas masculinas por el imam Hussein. Pero no conseguía siquiera fingir entusiasmo por un partido entre dos grupos de adolescentes de dos ciudades vecinas».
Habla, por otro lado, de su «gravísima ignorancia» acerca de temas como la Biblia, la historia de los EEUU, el judeocristianismo, etc., «¿pero qué adolescente ha dejado por eso de expresar su opinión a diestro y siniestro?». Indica que lo que le salvó fue, por un lado, que «una parte de mí sabía» que tenía que acabar dejando las cosas de niño: «esa intuición, o comprensión anterior a la comprensión, me ayudó a conservar mi sentido de la vocación»; y, por otro, la lectura: señala que leer los grandes libros en la adolescencia es «una experiencia embriagadora» y provoca un «espíritu de precipitado entusiasmo». No obstante, a pesar de su éxito académico, debido a su «rápido dominio del arte de la redacción universitaria», también indica que «en la universidad padecí de la peor ignorancia que hay, la que queda oculta bajo un barniz de erudición y la frase brillante ocasional. Ni siquiera sabía lo que no sabía». El resultado fue que, «con veinte años y a punto de terminar el grado, mi visión del mundo era un revoltijo de resentimientos, confusión y excentricidades ideológicas».
Sohrab Ahmari. Fuego y agua. Mi viaje hacia la fe católica (From Fire, By Water. My Journey to the Catholic Faith, 2019). Madrid: Rialp, 2019; 238 pp.; col. Biografías y testimonios; trad. de Aurora Rice; ISBN: 978-8432151644. [Vista del libro en amazon.es]