Añado a las categorías de Lectura (aprendizaje lector) y de Educación (ensayos), la reseña que hice tiempo atrás de Lector, vuelve a casa, de Maryanne Wolf.
Añado a las categorías de Lectura (aprendizaje lector) y de Educación (ensayos), la reseña que hice tiempo atrás de Lector, vuelve a casa, de Maryanne Wolf.
Otras dos citas tomadas de La calle de la reina Ester.
Una, del capítulo titulado «Arte», de la nota titulada «Alain y el genio»:
«Leyendo su correspondencia, resulta claro que Miguel Ángel no pensaba nunca en algo tan abstracto como la belleza. Emprendía un proyecto tras otro. Sólo pedía materiales y tiempo para realizar sus obras y no estaba pendiente de si venía a visitarle o no la inspiración. Largos y difíciles esfuerzos, sin preocuparse de la perfección ni expresar ningún sentimiento. En él, el genio consiste en saber hacer lo que uno se propone. Seguro que veía el mal gusto como una falta de oficio. Alain piensa, y le damos la razón, que Bach habría dicho lo mismo de un mal músico: “Éste no conoce su oficio”. Y es que el genio es genio porque, entre otras cosas y de la forma que sea, conoce su oficio; luego, sólo tiene que ponerse manos a la obra y dar de lado lo accesorio, es decir, esas estupideces de procedimiento que tanto preocupan a los demás mortales».
Otra, del mismo capítulo, es la titulada Als Ich Can:
«Para poner de manera figurada ese Als Ich Can de Van Eyck, ese como puedo, al acabar un poema o cualquier otro trabajo, tendría que responder afirmativamente a la pregunta: ¿He hecho absolutamente todo lo que podía hacer, todo lo que estaba en mi mano? Parafraseando a Píndaro, se trata de reclamar el máximo esfuerzo a nuestra alma, de agotar todas las posibilidades, pero sin aspirar por ello a la gloria, a la fama, a la inmortalidad; es decir, sin interferencias del orgullo. Se trata de estar a la altura de los dones recibidos y de no emplear subterfugios con uno mismo, ni siquiera los subterfugios de las buenas o de las sublimes intenciones. Sólo cuando, en conciencia, pueda poner Als Ich Can, me sentiré autorizado a poner Laus Deo».
Julio Martínez Mesanza. La calle de la reina Ester (2017). Madrid: Rialp, 2017; 188 pp.; ISBN: 978-84-321-4874-3. [Vista del libro en amazon.es]
La calle de la reina Ester, de Julio Martínez Mesanza, es un libro muy jugoso, de hace tres o cuatro años pero que he leído ahora, que contiene anotaciones agrupadas en capítulos cuyos títulos dan idea de su contenido, y que normalmente son comentarios literarios o de lecturas, pero entre los que también hay reflexiones de interés sobre la vida. Pongo dos citas hoy, sobre cuestiones que podríamos llamar pedagógicas, y mañana añadiré otras dos que se refieren al arte.
En el capítulo «Johnsoniana» hay una nota titulada «Pedagogía» que dice:
«Preguntado cierta vez acerca de cómo había adquirido un conocimiento tan profundo del latín, Samuel Johnson respondió: «Mi maestro me azotó muy bien, señor. Sin eso, yo no habría hecho nada». James Boswell añade que Johnson sostenía lo siguiente: «Prefiero que la férula sea el terror general, a decirle a un niño: si haces esto o aquello, serás más estimado que tu hermano o que tu hermana. La férula produce un efecto que termina en sí mismo. Un niño tiene miedo de ser azotado, hace su tarea y ahí termina todo; mientras que, incitando a la simulación y a la comparación, estás echando los cimientos de un daño duradero y haces que los hermanos y las hermanas se odien mutuamente». La historia de la pedagogía está llena de buenos propósitos. Desde entonces se ha pasado del palo a la simulación, de la simulación a la igualación, de la igualación al diálogo, del diálogo a la nada, y de la nada otra vez al palo (pero al profesor)».
Una de las notas recogidas en «Diálogos», que se titula «Exactas en la memoria», es esta:
«¿Verba volant? Muchas sí, todas no. Las palabras con que ofendimos y nos ofendieron resisten; las palabras del desamor, las de la humillación, todas esas resisten, seamos o no rencorosos. Las del perdón, esas sí vuelan. Incluso el perdón más sinceramente pedido y más sinceramente otorgado se expresa a través de fórmulas y de gestos convencionales, de palabras previsibles, menos poderosas, menos duraderas que las palabras de la ofensa. Nos quedamos con esas fórmulas y esos gestos; pasado el tiempo, solo con el recuerdo de que hubo perdón pero no con las palabras que le acompañaban. Mientras, las otras, las anteriores, las palabras del dolor, las palabras con que ofendimos y con que nos ofendieron, permanecen invariables, exactas en la memoria, aunque hayamos olvidado, aunque nos hayan perdonado de corazón».
Julio Martínez Mesanza. La calle de la reina Ester (2017). Madrid: Rialp, 2017; 188 pp.; ISBN: 978-84-321-4874-3. [Vista del libro en amazon.es]