La calle de la reina Ester, de Julio Martínez Mesanza, es un libro muy jugoso, de hace tres o cuatro años pero que he leído ahora, que contiene anotaciones agrupadas en capítulos cuyos títulos dan idea de su contenido, y que normalmente son comentarios literarios o de lecturas, pero entre los que también hay reflexiones de interés sobre la vida. Pongo dos citas hoy, sobre cuestiones que podríamos llamar pedagógicas, y mañana añadiré otras dos que se refieren al arte.
En el capítulo «Johnsoniana» hay una nota titulada «Pedagogía» que dice:
«Preguntado cierta vez acerca de cómo había adquirido un conocimiento tan profundo del latín, Samuel Johnson respondió: «Mi maestro me azotó muy bien, señor. Sin eso, yo no habría hecho nada». James Boswell añade que Johnson sostenía lo siguiente: «Prefiero que la férula sea el terror general, a decirle a un niño: si haces esto o aquello, serás más estimado que tu hermano o que tu hermana. La férula produce un efecto que termina en sí mismo. Un niño tiene miedo de ser azotado, hace su tarea y ahí termina todo; mientras que, incitando a la simulación y a la comparación, estás echando los cimientos de un daño duradero y haces que los hermanos y las hermanas se odien mutuamente». La historia de la pedagogía está llena de buenos propósitos. Desde entonces se ha pasado del palo a la simulación, de la simulación a la igualación, de la igualación al diálogo, del diálogo a la nada, y de la nada otra vez al palo (pero al profesor)».
Una de las notas recogidas en «Diálogos», que se titula «Exactas en la memoria», es esta:
«¿Verba volant? Muchas sí, todas no. Las palabras con que ofendimos y nos ofendieron resisten; las palabras del desamor, las de la humillación, todas esas resisten, seamos o no rencorosos. Las del perdón, esas sí vuelan. Incluso el perdón más sinceramente pedido y más sinceramente otorgado se expresa a través de fórmulas y de gestos convencionales, de palabras previsibles, menos poderosas, menos duraderas que las palabras de la ofensa. Nos quedamos con esas fórmulas y esos gestos; pasado el tiempo, solo con el recuerdo de que hubo perdón pero no con las palabras que le acompañaban. Mientras, las otras, las anteriores, las palabras del dolor, las palabras con que ofendimos y con que nos ofendieron, permanecen invariables, exactas en la memoria, aunque hayamos olvidado, aunque nos hayan perdonado de corazón».
Julio Martínez Mesanza. La calle de la reina Ester (2017). Madrid: Rialp, 2017; 188 pp.; ISBN: 978-84-321-4874-3. [Vista del libro en amazon.es]