Otras dos citas tomadas de La calle de la reina Ester.
Una, del capítulo titulado «Arte», de la nota titulada «Alain y el genio»:
«Leyendo su correspondencia, resulta claro que Miguel Ángel no pensaba nunca en algo tan abstracto como la belleza. Emprendía un proyecto tras otro. Sólo pedía materiales y tiempo para realizar sus obras y no estaba pendiente de si venía a visitarle o no la inspiración. Largos y difíciles esfuerzos, sin preocuparse de la perfección ni expresar ningún sentimiento. En él, el genio consiste en saber hacer lo que uno se propone. Seguro que veía el mal gusto como una falta de oficio. Alain piensa, y le damos la razón, que Bach habría dicho lo mismo de un mal músico: “Éste no conoce su oficio”. Y es que el genio es genio porque, entre otras cosas y de la forma que sea, conoce su oficio; luego, sólo tiene que ponerse manos a la obra y dar de lado lo accesorio, es decir, esas estupideces de procedimiento que tanto preocupan a los demás mortales».
Otra, del mismo capítulo, es la titulada Als Ich Can:
«Para poner de manera figurada ese Als Ich Can de Van Eyck, ese como puedo, al acabar un poema o cualquier otro trabajo, tendría que responder afirmativamente a la pregunta: ¿He hecho absolutamente todo lo que podía hacer, todo lo que estaba en mi mano? Parafraseando a Píndaro, se trata de reclamar el máximo esfuerzo a nuestra alma, de agotar todas las posibilidades, pero sin aspirar por ello a la gloria, a la fama, a la inmortalidad; es decir, sin interferencias del orgullo. Se trata de estar a la altura de los dones recibidos y de no emplear subterfugios con uno mismo, ni siquiera los subterfugios de las buenas o de las sublimes intenciones. Sólo cuando, en conciencia, pueda poner Als Ich Can, me sentiré autorizado a poner Laus Deo».
Julio Martínez Mesanza. La calle de la reina Ester (2017). Madrid: Rialp, 2017; 188 pp.; ISBN: 978-84-321-4874-3. [Vista del libro en amazon.es]