El último oso, la novela con la que debuta Hannah Gold, tiene como atractivo unas excelentes ilustraciones de Levi Pinfold y un argumento que siempre tiene tirón (con un primer episodio inspirado en la historia de Androcles y el león), pero está muy descompensada por distintos motivos. Su protagonista es una niña encantadora de once años, llamada April Wood, muy preocupada por la salvación del planeta; la historia cuenta que tiene que pasar varios meses con su padre, meteorólogo que investiga el deshielo de los polos, en una isla del Círculo polar ártico; que su madre falleció hace unos años y su padre, una persona bondadosa y amable, está muy absorbido por su trabajo y no hace mucho caso a April; esta se mueve libremente por la isla y un día, que ve a un oso polar herido en una pata, se plantea que debe acercarse a él y curarlo…
El libro viene precedido de mucha promoción y muchos elogios pero lo cierto es que está muy lastrado por sus acentos didácticos —el padre va explicándole a April el deshielo del Ártico, los problemas para sobrevivir de los osos, etc.—, por sus furiosos mensajes propagandistas del alarmismo climático, por su enorme sentimentalismo y sus fantasiosas exageraciones a la hora de presentar la relación entre April y Oso. Estas tendrían una cierta lógica en una película de dibujos disneyanos, o en relatos con un oso tan listo como el Baloo de El libro de la selva, pero de ningún modo en una historia realista —de hecho, en una nota final, la autora explica a sus posibles lectores que «los osos polares salvajes son unos animales extremadamente peligrosos, y nunca aconsejaría a nadie que intente hacerse amigo de uno»—.
Comercialmente tiene una lógica que el libro se publicite con frases como «un exitoso debut y un grito de guerra para salvar nuestro planeta». Pero decepciona que venga con elogios de un buen autor como Michael Morpurgo —que seguro que sabe mejor que nadie de su poca consistencia—. Y no sorprende, aunque da idea de qué podemos esperar del trato que se da a la LIJ en algunos medios supuestamente prestigiosos, que figure entre los libros recomendados de The Times. En fin, uno puede compartir la inquietud por el deshielo del Ártico y la pena por lo difícil que tienen la supervivencia los osos polares, y comprender que haya personas que dediquen sus mejores esfuerzos a esas cuestiones, pero no es necesario aplaudir cualquier ficción que nos hable de la nobleza de tales sentimientos y objetivos. Hay, por otro lado, magníficos libros sobre osos que no sólo vale la pena leer sino, incluso, releer: El oso (de Curwood), El oso (de Faulkner) o Peñagrande, entre muchos.
Hannah Gold. El último oso (The Last Bear, 2021). Duomo ediciones, 2022; 320 pp.; trad. de Marcelo E. Mazzanti; ilust. de Levi Pinfold; ISBN: 978-8418538537. [Vista del libro en amazon.es]