El mejor museo del mundo, de Ferren Gipson, es un álbum estructurado tal como si visitáramos un museo que ofreciera una visión ordenada cronológicamente de la historia del arte. La información se presenta en textos sencillos y en tres Alas, cada una de las cuales contiene Galerías que, a su vez, tienen distintas «salas». La primera de las Alas va desde el Oriente próximo antiguo hasta el Mundo bizantino, la segunda desde el Arte asiático hasta la pintura europea, la tercera presenta el Arte moderno y contemporáneo y da informaciones variadas (Museos del mundo, Glosario, etc.). Lógicamente, uno siempre piensa, ante libros así, en personajes que faltan —por ejemplo, Giotto o Van der Weyden—, en si no sería mejor jerarquizar más la información —por ejemplo, ¿no... Leer más
Hay una colección de álbumes firmados por Shana Gozansky de los que solo he tenido entre las manos Mi primer libro de arte: El sueño. Están confeccionados para prelectores —cartoné, esquinas redondeadas, textos elementales que hablan del momento de ir a dormir y del sueño…—, pero se dirigen también al público adulto pues en cada página se presenta un cuadro famoso, de 34 pintores muy diferentes entre sí. Están agrupados en apartados cuyos títulos —«Todos dormimos», «Tienes que dormir», «Si duermes poco puede que estés…», «Es hora de irse a dormir cuando…», «¡Sueñas!», «Y, de nuevo, antes de que te des cuenta...»— sirven para pensar o hilar explicaciones que van de acuerdo con lo que muestra cada cuadro. Al final hay dos dobles páginas que... Leer más
El comentario que tiempo atrás hice a El nervio óptico y La luz negra, de María Gaínza, dos libros que hablan mucho de arte aunque el primero tiene acentos autobiográficos y el segundo tiene algo de novela de intriga, lo incluyo aquí en las categorías de Memorias, diarios, epistolarios, y de Arte... Leer más
Explica Etienne Gilson en Pintura y realidad que, con frecuencia, adoptamos un punto de vista, que cabría llamar literario, acerca del arte: el de que si algo no tiene valor como documento histórico no tiene valor como arte. Y nada es menos evidente que esto. «Es natural que un amante del arte tenga interés por la vida de los artistas, la historia de la pintura, el desarrollo de las distintas escuelas de pintores, los problemas estéticos relativos al arte en general y a la pintura en particular. Todo esto es natural, pero nada de ello es necesario. Por encima de todo, no se debería dejar que nada de esto adquiriera preferencia sobre la sustancia misma del arte. Esta es la razón última por la que sugerimos, en cuanto concierne al arte, que los problemas de autenticidad son... Leer más
Habla Etienne Gilson en Pintura y realidad de que es imposible pintar con palabras, así como lo es hablar por medio de pinturas. «La objeción inmediata contra esto es que, de hecho, las pinturas explican cosas, y tan es así que en muchos casos un buen cuadro se considera y es mucho más fácil de entender que muchas palabras. Esto es verdad sólo con esta reserva: que cuando actúa como sustituto del lenguaje, un cuadro no es una pintura. (…) Un corolario de esta conclusión es que, cuando hay mucho que decir sobre una pintura, hay razón para temer que la obra en cuestión pertenezca menos a la pintura que a la literatura. Mal signo es para una pintura el que la gente se sienta impelida a traducirla en palabras». Cuando usamos la frase «nos quedamos sin habla» con motivo de... Leer más
Pintura y realidad, de Étienne Gilson, es un magnífico libro de 1957 que reúne conferencias pronunciadas por el autor en la National Gallery of Art de Washington. Empleando testimonios de pintores de distintas épocas, habla de la naturaleza de la pintura como arte y de sus características propias en comparación con otras artes. Al hilo de su ordenada reflexión, va dando ideas sobre cuestiones como la diferencia entre la pintura y otras artes, la educación estética, la función de los museos, la diferencia entre la ilustración y la pintura, la significación y el valor de la pintura, etc. En sábados sucesivos pondré algunas notas tomadas de su exposición. Empiezo por unos comentarios que hace acerca de la diferencia entre apreciar el arte y conocer historia del arte u otras... Leer más
Ramón Gaya: «Giotto no viene a sustituir un arte por otro, sino a romper con el arte, viene a señalar un cauce natural, a poner el dedo en la llaga, perenne, viva, de la realidad, eso es todo. Es lo encomendado siempre a los creadores: volver, volver a lo mismo de siempre, pero no volver a estilos ya padecidos y pasados (como sucede en el fenómeno social de la moda), sino volver a un origen desnudo, sin vestimenta alguna. , no son fundadores sino suprimidores de estilos. Claro que todos estos seres, débiles como hombres, no siempre lograrán salvarse de caer en la trampa de otro estilo; pero ese otro estilo que no han podido evitar, no puede ser nunca un valor, sino una impotencia, acaso una vergüenza. Porque el estilo es siempre una caída. Giotto quiso abrir el calabozo del arte y... Leer más
Para varios de mis amigos pintores, dice Ramón Gaya, «la pintura es un fin en sí misma, mientras que para mí no es más que un medio, un medio, claro está, que me tiraniza, que me ha tiranizado siempre, pero que nunca he podido considerar como un fin. Y no solo la pintura; el arte todo, con su grandeza indudable, jamás pudo parecerme sino un tránsito que lo reclamaba todo del artista, que lo exigía todo del artista, que actuaba en él como una fatalidad, que lo minaba, que se lo comía entero, pero que no era un fin. En ese mismo carácter implacable veía yo su transitoriedad. Porque nada es tan feroz como lo efímero, lo que vive de pasada; su terquedad y necesidad violentas pueden hacernos creer, por un instante, que se trata de algo central, de trascendencia última, de... Leer más
Ramón Gaya: «Siempre ha habido “camelancias”, y que esas camelancias se las trague la sociedad no me disgusta. Me parece bien, es sano. No me imagino qué va a pasar cuando ya no haya más remedio que confesar que todo este arte está vacío, y que no es nada. Y como castigo a todo esto me parece estupendo que un Rothko alcance cotizaciones millonarias. Lo encuentro precioso. Es un castigo que se merece la sociedad por ignorante, por boba y por “esnob”. La gente cree que este cambio no se va a producir porque a veces las cosas duran mucho, pero sí se va a producir. Piense en figuras como Poussin, la valoración que alcanzó en su época, y hoy se sostiene si acaso porque los franceses son muy hábiles para sostener hasta sus errores. Ya le digo, la sociedad se porta mal, y... Leer más
Ramón Gaya: «No me interesa eso que se llama “lo moderno”. Es más, no sé en realidad lo que designa tal palabra. Las teorías de Kandinsky o de Mondrian, y de tantos otros, quedan completamente desacreditadas, puesto que no pueden explicarnos, justificarnos, la obra, por ejemplo, de Fidias, o de Van Eyck, o de Miguel Ángel, que sabemos —por instinto infalible— que son verdad. Lo que no es tradición, no es que sea plagio, es que no es absolutamente nada». Por eso se puede decir que Rembrandt vive, que sus cuadros «no pertenecen al pasado, a la historia. Se supone que el pasado es historia. Yo no los veo como piezas del pasado, como obras de arte del pasado, sino obras de arte actuales. Lo que pertenece al pasado son las vanguardias. Ha habido siempre vanguardias, y... Leer más
Ramón Gaya: «A un señor como Dalí le interesa que se acuerden de él mientras está vivo, porque luego acabarán olvidándole por completo. No es ya que sea malo, es que no ha tenido nunca nada que ver con la pintura. Ahora se le ensalza, pero su nombre quedará simplemente como un suceso más dentro de la historia de la cultura, porque la historia tiene la mala costumbre de recoger todo lo que sucede. Miró tampoco tiene nada que ver con la pintura. Está haciendo la misma mancha roja desde hace cincuenta años, una crucecita, que él dice que es una estrella, y una línea negra que a mitad del lienzo se encuentra perdida sin saber a dónde ir. Eso no le sucede nunca a Picasso, porque él es un gran creador que sabe trascender todos los valores plásticos y darle al cuadro una vida... Leer más
Ramón Gaya: «La pintura es un río continuo, un hilo que no se puede romper. Si Mondrian antes de ponerse a pintar su cuadro con sus cuadrados rojos, verdes y amarillos, recordara por un momento un cuadro de Rembrandt, pues él, que también es holandés, no tendría más remedio que abstenerse de esos cuadrados amarillos y de ese rojo que parece pintura para coche. Es decir, esas vanguardias extremosas han roto con el pasado y eso no tiene sentido. No tiene sentido ni siquiera dentro de la cultura. La cultura es como un recipiente al que va a parar todo, lo que es creación y lo que no es creación, lo que es genial y lo que no lo es, en fin, todo. La creación es un algo vital que hay en el hombre —lo hay desde las cuevas, claro— y es un hilo que no se puede romper. Esa es la... Leer más
Contemplando un cuadro de Carpaccio en el Museo Correr, de Venecia, dice Ramón Gaya que «veía, arrancando de un solo manantial primero, dos brazos de agua grandes: uno, el del sentimiento; otro, el de la expresividad. Giotto abre, sin duda, el cauce expresivo, mientras que Carpaccio parece abrir el de un sentir inmóvil, interior, silencioso. El expresivo me conduce, después de algunas peripecias, a Goya y, más tarde, a Van Gogh; el del sentimiento, como un agua escondida, me lleva, pasando por Tiziano, hasta Velázquez y después hasta Constable. dos grandes líneas internas, centrales, sustanciales, del fluir pictórico» Ramón Gaya. El sentimiento de la pintura, en Obra completa. Valencia: Pre-Textos y Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2010; 986 pp.;... Leer más
Ramón Gaya: «Las pinturas rupestres representan el mismo concepto de pintura que ha habido siempre, no puede haber otro concepto. La creación, claro, se va tiñendo de unas maneras diferentes en cada momento, pero se trata de un teñido, nada más. Pero los bisontes de Altamira son la misma pintura que la de Tiziano o que la nuestra, o tendría que serlo si no lo es. Se trata de un río inacabable que no podemos cortar». (…) «La pintura viene como de un manantial originario, tiene sus formas, su dibujo, claro, pero esa corriente, ese río que es la pintura no puede ser interrumpido. El arte verdadero está unido a lo sagrado, como la vida misma. Como es en el caso de Velázquez, o de Fidias, no así en el de Kandinsky; y no hay que entender de lo sagrado para darse cuenta de que... Leer más
La colección de chistes de El Roto recogidos en Oh, la l'art!, con su característico estilo sarcástico y sangrante, pone de manifiesto los engaños propios de tanto arte moderno. Entre otros, el que se intente vender su ininteligibilidad como un mérito: «El arte no tiene por qué entenderse, dijo el artisa. Lo que no se entiende es arte, dijo el crítico. No entiendo nada, dijo el público…». O el de la explotación de los incautos a los que se vende «arte conceptual» a «precios figurativos». O el autoengrandecimiento de algunos caraduras: «Grandes firmas son las que firman grande». O el de la falsa concepción de que «arte es lo que se expone donde se expone arte», la misma idea de una breve nota que titulé Para juzgar algunas obras de arte. El Roto. Oh, la l'art!... Leer más
Sobre la necesidad de aprender a mirar y de adquirir formación para saber mirar bien, o, si se quiere, sobre las disposiciones del espectador ante la obra de arte, dos anécdotas que cuenta Gombrich. Una, que se atribuye a Matisse: «Cuando una señora que visitaba su taller le dijo: “Me parece que esta mujer tiene un brazo demasiado largo”, el artista le repuso cortésmente: “Señora, se equivoca usted: esto no es una mujer, es un cuadro”». Otra, del eminente medievalista Adolph Goldschmidt que, cuando se hizo cargo del seminario de Heinrich Wölfflin, «inició la reunión lanzando una diapositiva de un paisaje holandés a la pantalla con la pregunta: “¿Qué ven?” “Veo una horizontal, cruzada por dos verticales”, respondió uno de los estudiantes. “La verdad... Leer más
Gombrich: «Sé que hay muchas personas que niegan que existan criterios con los que juzgar la calidad. No soy una de ellas. Creo que el arte grande es tan raro en la pintura como en la música o en la poesía, pero que cuando lo encontramos vemos en él una riqueza y una maestría de recursos que trasciende la comprensión humana normal. Aun así, la preferencia por lo primitivo es una reacción comprensible, porque el aumento de recursos artísticos hace aumentar también el riesgo de fracaso. La línea de fondo es más segura y más atractiva en este sentido. Sin embargo, es humano querer trascender esas limitaciones y mejorar el lenguaje del arte, los instrumentos de expresión, tendiendo a una articulación cada vez más sutil. Esto es, creo yo, lo que el siglo XX intentó hacer... Leer más
Es sabido que poner en paralelo las pinturas primitivas y las de los niños es algo equivocado por más que sus autores, en los dos casos, usen métodos conceptuales. Señala E. H. Gombrich que mientras «la mayoría de las formas del arte autóctono están sumamente controladas», «el arte infantil es espontáneo, despreocupado, incluso chapucero, sobre todo desde que las escuelas modernas fomentan justamente la inventiva y la originalidad a costa de la destreza manual». Pero, además, si consideramos cómo la función de una imagen puede influir sobre su forma, «el arte de los niños de nuestra época es el más impuro de los ejemplos. Los motivos y los fines por los que los niños dibujan son muy variados. Crecen en nuestro mundo, donde la imagen ha asumido ya sus múltiples... Leer más
Hablando de los pintores holandeses del siglo XVII, dice Zbigniew Herbert que «no podemos sino envidiarlos. Cualesquiera que fueran las miserias y los fulgores, los progresos y los fracasos de sus carreras, su papel en la sociedad, su lugar en el mundo estaba fuera de toda duda; su profesión era universalmente reconocida, y tan evidente como la profesión de carnicero, de sastre o de panadero. A nadie le venía a la mente la pregunta de por qué existe el arte, puesto que un mundo sin cuadros habría sido sencillamente inconcebible. Somos nosotros los que somos pobres, muy pobres. Una gran parte del arte contemporáneo se inclina del lado del caos, gesticula en el vacío o habla de su propia alma estéril. Los maestros antiguos, sin excepción, podían repetir las palabras de... Leer más
He disfrutado leyendo Cómo saborear un cuadro, de Victor Stoichita. En él se analizan dieciséis cuadros importantes con el punto de partida de que la satisfacción que nos produce una obra de arte aumenta cuanto más se conoce su contexto (una idea ya comentada en El primer placer que nos produce un texto). Con esa intención el autor señala qué novedades aportan algunos cuadros respecto a lo habitual en su momento y hace comparaciones muy certeras entre unos cuadros y otros. Me han gustado especialmente las consideraciones del primer capítulo, titulado «Sentido de lectura y estructura de la imagen», acerca de la pintura narrativa de Giotto: el autor que invierte lo habitual hasta entonces de pintar lo que ocurre desde la izquierda hacia la derecha. Y, en mi particular escala... Leer más
He aprendido cosas con El poder del arte, de Simon Schama, una obra preparada para mostrar la obra cumbre de ocho pintores famosos en una serie de televisión de la BBC, a pesar de la decepción que me han causado algunos comentarios irónicos y «sobreinterpretativos» que no vienen a cuento. Del capítulo dedicado a Picasso, centrado en el Guernica, una cita: «Esto es lo que debe lograr todo el gran arte: impactar en nuestra perezosa rutina. El Guernica combate el hábito verdaderamente mortífero, enfermedad de nuestros tiempos y de los suyos, de acostumbrarnos a los actos violentos y perversos, de bostezar cuando contemplamos una matanza en la pantalla: ¡ya lo he visto!; ¡venga, otra cosa!; ¡no estropeemos el placer que nos da el arte! No fue creado para entretener. Fue... Leer más
A mí me gusta visitar museos, porque es la única manera de conocer de primera mano algunas cosas, pero entiendo bien que a muchos no les resulten atractivos y comparto el rechazo conceptual hacia ellos que formulan gente como Valéry y Gombrowiz. Paul Valéry: «El oído no soportaría escuchar diez orquestas a la vez. El espíritu no puede ni seguir ni dirigir varias operaciones distintas, y no hay razonamientos simultáneos. Pero el ojo se encuentra obligado a admitir en la abertura de su ángulo movedizo y en el instante de la percepción un retrato y una marina, una cocina y un triunfo, y personajes de los más diversos estados y dimensiones; y encima ha de acoger en una misma mirada armonías y maneras de mirar mutuamente incomparables». Witold Gombrowicz: «Los cuadros no... Leer más
Cuenta Paul Valéry: «En el Louvre, cierto día, recorría con Degas la galería principal. Nos paramos ante un importante lienzo de Rousseau que representa magníficamente una avenida de robles enormes. Tras un rato de admiración señalé con qué minucia y qué paciencia había ejecutado el pintor, sin perder nada del efecto de las masas de follaje, un detalle infinito, o producido la ilusión del mismo lo suficiente para hacer pensar en una labor infinita. —Es soberbio, dije, pero qué aburrimiento hacer todas esas hojas... tiene que ser un fastidio terrible... —Calla, me dijo Degas, si no fuera aburrido no sería divertido. El hecho es que ya casi nadie se divierte de manera tan laboriosa, y yo no había hecho más que traducir ingenuamente la creciente... Leer más
Romano Guardini: «La deformación de la figura del ángel comenzó ya muy temprano. Si tomamos las artes plásticas como expresión de las formas dominantes del sentimiento y representación, (...) en los mosaicos cristianos primitivos (...) se considera aún al ángel en su plenitud divina y en su grandeza celestial». (...) En estas representaciones, los ángeles tienen un carácter hierático, propio del arte bizantino, y la movilidad que muestran es interior, como la de los dioses y emperadores del arte egipcio. Luego, la vida se hace más activa y, «cual si hubieran abandonado el trono de los dioses y los emperadores, los ángeles (...) van asumiendo un movimiento exterior. Acaso esta fase comience ya en el arte románico y se prolongue hasta Giotto, el amigo de la juventud de... Leer más
La cena de Emaús, pintado en 1628 por Rembrandt, es un cuadro de una inteligencia y originalidad que quitan el habla, dice Simon Schama. «La transformación que produce el conocimiento obtenido a través de los sentidos y la transformación de los sentidos producida por el conocimiento. El exagerado claroscuro no es simplemente una engreída exhibición técnica. “¿Caravaggio? Es verdad, pero fijaos lo que puedo hacer con ello”. El claroscuro es el tema. La luz de la oscuridad; las Escrituras reinterpretadas (una vez más) como un remedio contra la ceguera. El sanador apenas está visible, como en silueta, con el contraluz procedente de una fuente luminosa que estuviera justamente al otro lado de la cabeza de Jesucristo, imaginable como una especie de vela, pero declarándose en... Leer más
Robert Hughes: «El valor estético no emana de la aparente capacidad de la obra de predecir el futuro: no admiramos a Cézanne porque influyera en los cubistas. El valor nace de las profundidades de la obra misma: de su vitalidad, de sus cualidades intrínsecas, del discurso que dirige a los sentidos, al intelecto, a la imaginación; del uso que hace del cuerpo concreto de la tradición. En arte no hay progreso, sólo fluctuaciones de intensidad. Ni siquiera el médico más destacado en la Bolonia del siglo XVII sabía tanto sobre el cuerpo humano como lo que sabe hoy cualquier estudiante de medicina de tercer año. Pero ningún contemporáneo es capaz de dibujar tan bien como Rembrandt o Goya». Robert Hughes. El impacto de lo nuevo: el arte en el siglo XX (The Shock of the New,... Leer más