Con motivo de las clases dadas estas últimas semanas en el Master en Álbum infantil ilustrado, he preparado unas segundas ediciones (o nuevas versiones), revisadas y ampliadas, de Una breve historia, Una posible definición y Funciones y tipos.
Con motivo de las clases dadas estas últimas semanas en el Master en Álbum infantil ilustrado, he preparado unas segundas ediciones (o nuevas versiones), revisadas y ampliadas, de Una breve historia, Una posible definición y Funciones y tipos.
Los principales protagonistas de El barco escuela Tobermory, de Alexander McCall Smith, son los gemelos Ben y Fee MacTavish, de doce años. Después de haber acompañado a sus padres oceanógrafos en su pequeño submarino durante años, les ha llegado el momento de ir al colegio que, en su caso, será el barco escuela Tobermory. Allí son bien recibidos por profesores y compañeros, que les explican muchas cosas de la terminología marinera y del funcionamiento del barco. Enseguida conocen también a quienes serán sus rivales, el presuntuoso Hardtack y sus amigos. El conflicto concreto de este relato es que, antes de comenzar el curso, algunos alumnos son contratados dos días como extras de una película de piratas y allí se dan cuenta de que algo no encaja.
Después de haberme leído sus chispeantes novelas sobre Precious Ramotswe, esperaba mucho más del autor. En esta historia todo es muy previsible: los malos son malos y los buenos son buenos a simple vista y a la primera frase; el narrador no hace muchos esfuerzos de precisión o sutileza: «se alejó con esos andares que suele tener la gente desagradable», dice de Hardtack después de un incidente. Las ilustraciones, en blanco y negro, tienen un aire de hace décadas y son más bien propias de cómic. De todos modos, como el tono es amable, los personajes caen bien, y los escenarios son singulares, el relato se lee con gusto; aparte del interés que puede tener para los entusiastas de los barcos y del mar.
Alexander McCall Smith. El barco escuela Tobermory (School Ship Tobermory, 2015). Madrid: Siruela, 2016; 188 pp.; col. Las Tres Edades; ilust. de Ian McIntosh; trad. de Julio Hermoso; ISBN: 978-84-166338-90-1. [Vista del libro en amazon.es]
El debut de André François en la literatura infantil tuvo lugar en 1949 cuando puso imágenes en todas las páginas impares de El pequeño Brown, también el primer relato de la norteamericana Isobel Harris. Es una recuperación editorial que merece ser aplaudida.
Por su comienzo, que no por el estilo de vida de los protagonistas ni por las ilustraciones, se podría poner en paralelo con Eloise, un relato de la misma época, pues su protagonista, el pequeño Brown, vive en un hotel de Nueva York con sus padres y, como a ellos, le gustan los ascensores, los túneles, el metro y demás. Hasta que un día, Hilda, la encargada de la limpieza, se lo lleva con ella junto a su familia, en el campo, lo que significa un montón de descubrimientos para él.
El libro es ameno y tiene varios aspectos de interés. Uno, la situación propia de algunos niños que viven encerrados en un mundo propio y necesitan abrirse y conocer a gentes de otras clases sociales e incluso, si se quiere, aprender que hay modos de vivir más humanos. Otro, apreciar el gran talento de un ilustrador que sabe cómo enriquecer mucho la narración que le dan y añadirle nuevas capas de significados. Un tercero, el descubrimiento de algunos aspectos de un antiguo Nueva York tal como lo veía François.
Isobel Harris. El pequeño Brown (Little Boy Brown, 1949). Niño editor, 2016; 46 pp.; ilust. de André François; trad. de Rafael Spregelburd; ISBN: 978-9569569012. [Vista del libro en amazon.es]