Hay una larga tradición de relatos que, narrados en primera o en tercera persona, intentan mostrar el mundo adulto desde la perspectiva del niño. De todos ellos los más duraderos destacan por su calidad narrativa y literaria, por sus golpes de humor y de ingenio, y porque las inevitables componentes costumbristas no lastran la historia —e incluso a veces potencian su atractivo—: es el caso de, por ejemplo, El pequeño Nicolás —tal vez el mejor de todos—, Guillermo o Papelucho. Hay libros que también son valiosos pero que hoy leemos «peor» porque los ambientes que retrataron y el lenguaje con que lo hicieron nos resultan más lejanos, y, no sorprendentemente, con más motivo cuando las historias se desarrollan aquí: véanse, por ejemplo, Celia y Antoñita.
A la misma tradición pertenece Verónica Torres se rebela contra el mundo, de María Menéndez-Ponte, un libro bien escrito y construido, con una protagonista imaginativa y espontánea, que se ambienta en la España de los sesenta o principios de los setenta. La heroína no entiende muchas cosas que ocurren a su alrededor: ni algunas enseñanzas que recibe, ni la conducta rígida de su profesora monja, ni los misterios que se traen las empleadas de su casa… Pero, aparte de su deseo de entrar en la clausura de las monjas, lo que sobre todo quiere descubrir es quienes son unas niñas que van a su colegio pero que no se cruzan nunca con ella y sus compañeras. Los incidentes que ocurren con este motivo cambian el tono del relato, que se acaba centrando en mostrar un poco la desigualdad social de la ciudad y de la época.
Lo primero que debo indicar es que no sé cuál será la aceptación del relato entre niños de ahora. Algunos lectores adultos conectarán, como yo, con referencias a historietas de la época como Pulgarcito y Pumby, o con la alusión a Franz de Copenhague, un personaje del TBO, o con la mención de las marionetas televisivas de Herta Frankel y de canciones de Marisol. Dudo, sin embargo, que lo hagan los lectores niños, igual que creo que les resultarán lejanas las referencias quejosas hacia unas formas educativas antiguas cuyos defectos ahora nos resultan evidentes. En otro orden, una narradora de aquel momento no haría consideraciones con el ojo puesto en los lectores de varias décadas después ni usaría determinadas expresiones como, por ejemplo, «mis amigas van a alucinar».
Pero, como dije, la narración es buena y contiene muchos toques descriptivos excelentes: en un momento de tensión Verónica dice que sentía «el estómago hecho una albóndiga»; cuando, a ella y sus hermanos pequeños, les ponen una miss inglesa la pinta diciendo que «era igualita que una gamba: pelirroja, colorada de piel, los ojos muy juntos y nariz montañosa». También, como dije, la heroína es atractiva y, entre sus rasgos destacados, están su gran afición a la lectura; que, como afirma ella misma, «mis pensamientos se descontrolaban fácilmente, eran tan saltimbanquis como yo» y había veces en que «deseaba tener un botón para pararlos»; y que, como el libro irá mostrando, irá comprendiendo algo mejor su mundo y adquiriendo preocupación social. También añaden sabor a la historia las expresiones populares gallegas que la salpican.
María Menéndez-Ponte. Verónica Torres se rebela contra el mundo (2021). Barcelona: Duomo, 2021; 192 pp.; ilust. de Ayesha L. Rubio; ISBN: 978-84-18538-03-2. [Vista del libro en amazon.es]