Ha sido una buena lectura Los hermanos Ashkenazi, de Israel Yeshohua Singer —hermano mayor de Isaac Bashevis Singer—. En ella se cuenta la vida de tres generaciones de una familia en la ciudad de Lodz, Polonia, en las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX. Se centra, sobre todo, en Max Askhenazi, que reniega de su nombre y orígenes jasídicos para llegar a ser un poderoso industrial textil en Lodz y en San Petersburgo. Se hace una descripción excelente de la forma que tomó la revolución industrial en Polonia, de cómo fueron tomando auge los movimientos revolucionarios, y de cómo se incubaron y realizaron algunos pogromos. La novela termina con la muerte de Max, siendo ya mayor, cuando el comunismo está llegando al poder en Rusia.
El hilo argumental principal es la vida de Max, al que seguimos desde su nacimiento, en su niñez y juventud, en sus primeros pasos en los negocios, en su triunfo completo gracias a su comportamiento avispado y canallesco, hasta un final en el que reflexiona que «había vivido ciego, engañado», que «del mismo modo que en la antigüedad los judíos habían sacrificado a sus primogénitos al ídolo Moloch, él se había inmolado en el altar de la codicia, adorando al becerro de oro». Pero tal vez el interés mayor de la novela es lo que muestra de la época: del interior de las industrias, del funcionamiento de algunos negocios, de los prejuicios y valores de las familias judías de clase alta y de clase humilde, de la forma en que podían desencadenarse los altercados y las persecuciones contra los judíos, de cómo las protestas sociales alcanzaron el punto de ebullición que permitió el ascenso imparable del partido comunista.
Entre los grandes personajes secundarios que hay en la novela uno que destaca es el rabino Nuske, siempre absorbido con sus estudios y completamente despreocupado de las cosas materiales a pesar de la fortísima presión de su esposa: «La vida en la tierra no era más que un breve preludio, un vestíbulo que llevaba a la verdadera vida, y ¿qué importaba lo mísero que fuera un vestíbulo? No guardaba rencor a su esposa, pues sabía que las mujeres, inmersas en el mundo material, eran incapaces de ver lo esencial. Por lo tanto, aceptaba con paciencia todos sus insultos, sus muestras de desprecio y burla, sin responder ni una sola palabra, lo que la enfurecía aún más. —¡Di algo al menos, mentecato! —chillaba ella, histérica. ¿No ves que te estoy humillando? Él permanecía en silencio. Le parecía bien que su esposa lo humillara como castigo por los pecados en que se revolcaba y que con seguridad lo habían hecho merecedor de un lugar en la Gehena».
Otro es su hijo Nissan, que renegará de su judaísmo y se convertirá en un fanático revolucionario marxista: «Para Nissan, la lógica y profundidad de esa doctrina, su simplicidad y su construcción genial, parecían dar respuesta a todas las eternas preguntas. Guardaba su ejemplar de Das Kapital como un compañero inseparable y lo llevaba consigo a todas partes, del mismo modo que un judío devoto lleva su taled y sus filacterias. Y al igual que su padre, para quien la sabiduría de la Torá no debía servir únicamente para edificar el propio espíritu, sino que debía ser difundida entre todos, también Nissan entendía que su misión era divulgar la nueva Torá y ridiculizar y denigrar a quienes se negaban a reconocer la verdad que contenía».
Israel Yehoshua Singer. Los hermanos Ashkenazi (The Brothers Ashkenazi, 1936). Barcelona: Ediciones B, 2003; 646 pp.; col. Afluentes; trad. de Rhoda y Jacob Abecassis; ISBN: 978-8466611305. Nueva edición en Barcelona: Acantilado, 2017; 680 pp.; ISBN: 978-8416748464. [Vista del libro en amazon.es]