Me ha interesado Izquierda no es woke, de Susan Neiman. La autora explica bien que «las voces contemporáneas consideradas de izquierda han abandonado ideas filosóficas que son centrales para cualquier punto de vista de izquierda: un compromiso con el universalismo frente al tribalismo, una distinción clara entre justicia y poder, y una creencia en la posibilidad de progreso». En otro momento formula esas tres ideas del siguiente modo: «¿Hay que renunciar al universalismo porque el universalismo se haya utilizado para disfrazar intereses particulares? ¿Hemos de abandonar la búsqueda de la justicia porque tras las reivindicaciones de justicia se hayan ocultado a veces reivindicaciones de poder? ¿Debemos dejar de albergar esperanza en el progreso porque los pasos hacia el progreso tengan a veces terribles consecuencias?».
La preocupación de Neiman, la tesis principal de su libro, es que mezclar «izquierda» con «woke» es «una confusión que desacredita mucho a la izquierda. El pensamiento woke, a partir de las tres emociones citadas que Neiman afirma que son tradicionalmente de izquierdas, habla de empatía con los marginados y estar atentos a las señales de discriminación; de mantenerse despiertos ante la injusticia y sentir indignación ante la difícil situación de los oprimidos; de actuar con determinación para que los errores históricos sean corregidos. Estas emociones, sin embargo, se malogran debido a una serie de supuestos teóricos que acaban por socavarlas pues los woke no son más inmunes a las presiones de la cultura contemporánea que el resto de nosotros.
Así, explicará Neiman, los woke no logran ver que sin universalismo no hay argumento contra, por ejemplo, el racismo, sino solo un grupo de tribus compitiendo por el poder. Dirá también, y a mí me ha parecido esta parte lo mejor explicado de su libro, que si insistir en que las historias de las víctimas forman parte del relato fue un paso para rectificar antiguos errores, el victimismo en sí no es un motivo de orgullo y tus reivindicaciones de autoridad se han de centrar en lo que has hecho en el mundo, y no en lo que el mundo te ha hecho a ti (aquí Neiman pone un gran ejemplo: el de Frederick Douglass). Y señalará que sin unos compromisos para fomentar la justicia universal el esfuerzo por el progreso no es coherente.
Cabe apuntar, además, que Neiman da excelentes explicaciones sobre la influencia de Foucault, un autor del que se ha dicho que no argumenta sino que hipnotiza. También que, aunque su objetivo es limitado, y por eso no hay que pedirle que aborde todas las cuestiones, he echado de menos que hable del papel de la libertad de expresión en la visión tradicional de la izquierda y en cómo sus sucesores woke la combaten; y que no hable de por qué buena parte del pensamiento actual de izquierdas, y mucho más aún del contagiado del virus woke, habla tantas veces desde un estrado de superioridad moral y menosprecie a quienes no comparten sus posiciones (lo que no lo hace precisamente atractivo). Sea como sea, buen libro.
Susan Neiman. Izquierda no es woke (Left Is Not Woke, 2023). Barcelona: Debate, 2024; 216 pp.; trad. de Victoria Gordo del Rey; ISBN: 978-8419642349. [Vista del libro en amazon.es]