Escritor e ilustrador norteamericano. 1907-2003. Nació en Nueva York, creció en el Bronx. Estudió Bellas Artes. Publicó relatos y caricaturas en el The New Yorker desde muy joven. Su primer libro para niños es de 1968, cuando ya era escritor, pintor y escultor famoso. Sus tres hermanos y sus tres hijos también se dedicaron a las Bellas Artes. Falleció en Boston.
Silvestre y la piedra mágicaBarcelona: Blackie Books, 2019; 44 pp.; trad. de Jorge de Cascante; ISBN: 978-8417552237. [
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Silvestre es un borrico que colecciona guijarros. Un día encuentra uno muy bonito y descubre que, cuando lo tiene en la mano, se cumplen los deseos que formula. Cuando vuelve a casa tan contento, le amenaza un león y no se le ocurre más que pensar que ojalá fuera una piedra. Y así ocurre. Sus padres lo buscan desesperados pero no lo encuentran. Hasta que, pasado el tiempo, un día van de picnic al campo y se ponen a comer justo encima del Silvestre-piedra, y cuando su padre ve allí cerca un precioso guijarro, lo coge, recuerda que su hijo los coleccionaba, y lo pone justo encima de la piedra grande.
DominicoMadrid: Austral, 1986; 191 pp.; col. Austral Juvenil; ilust. del autor; trad. de María Luisa Balseiro; ISBN: 84-239-2751-2. Nueva edición, titulada
El gran viaje de Dominic, en Barcelona: Blackie Books, 2021; 176 pp.; trad. de Gemma Rovira;
ISBN: 978-8418733192. [Vista del libro en amazon.es] .
Dominico es un perro en busca de aventuras. Una cocodrila-bruja le orienta por el camino adecuado; un barbo le regala una lanza; tiene su primer encuentro victorioso con la Banda Funesta; libera a una avispa capturada por una araña; atiende a un cerdo moribundo, de nombre Bartolomé Tejón, que le da en herencia un fabuloso tesoro. Dominico vuelve a ser atacado por la Banda Funesta, pero es ayudado por una horda de avispas vengadoras. Va repartiendo el tesoro con generosidad: con el burro Elías Gorrino, con la tortuga Leandro Canguro, con el jabalí Bernardo de la Cerda, con la gansa Matilde Raposa y sus cinco gansitos… Conoce al ratón pintor Manfredo León, a la cabra Ramiro Montañés, al elefante pigmeo Muana Boomba… Une a todos los animales contra la Banda Funesta y termina con sus fechorías. Por último, encuentra a una hermosa Perra Durmiente a la que desencanta…
La isla de AbelMadrid: Alfaguara, 1981, 3ª ed.; 123 pp.; col. Juvenil Alfaguara; trad. de María Luisa Balseiro; ISBN: 8420432008. Nueva edición en Barcelona: Blackie Books, 2018; 160 pp.; ISBN: 978-8417059552. [
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Todo comienza, se nos dice, a principios del mes de agosto de 1907, cuando al joven ratón Abel y a su esposa Amanda les sorprende un gran temporal un día que habían salido al campo. Se refugian en una cueva pero cuando Amanda pierde su pañuelo Abel sale caballerosamente a buscarlo. Entonces el vendaval arrecia y Abel no sólo se pierde sino que se ve arrastrado a una isla en medio del río. Como Abel tiene una gran seguridad en sí mismo, piensa que pronto encontrará la forma de salir de allí, mientras hace conjeturas sobre qué pensará Amanda y que harán sus amigos para encontrarle, y se imagina cómo relataría en el futuro sus aventuras: «lo haría con mucha sencillez, sobre todo en aquellas partes en que había demostrado más valor y capacidad de resistencia; de abrir mucho los ojos y hacer aspavientos ya se encargarían sus oyentes». Pero lo cierto es que, aunque hace intentos de toda clase para salir de la isla no lo consigue y el tiempo va pasando. Aunque tiene momentos de desánimo, logra superarlos y volver a empezar: «era tradicional en su familia no darse nunca por vencido sino roer los problemas hasta resolverlos».
Doctor De SotoMadrid: Altea, 1990; 32 pp.; col. Los álbumes Altea; trad. de María Puncel; ISBN: 84-372-6616-5. Nueva edición en Barcelona: Blackie Books, 2018; trad. de Jorge de Cascante; ISBN: 978-8417059248. [
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Álbum que trata sobre un matrimonio de ratones dentistas, muy amables, que un día, por compasión, rompen la regla que tienen de no atender a gatos y a otros animales peligrosos, y reciben en su consulta a un zorro con aviesas intenciones.
Irene, la valienteNueva York: Farrar, Straus and Giroux, 1993; 32 pp.; Mirasol; trad. de Teresa Mlawer; ISBN: 0-374-43620-7. Nueva edición, en España, en Barcelona: Blackie Books, 2018; trad. de Jorge de Cascante; ISBN: 978-8417059347. [
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La señora Buendía es costurera y acaba de terminar un traje para la duquesa. Pero enferma y no puede llevárselo. Como corre prisa, su hija Irene se ofrece y, a pesar del viento, el frío, la nieve, que se tuerce un tobillo…, acaba llegando y entregando el traje. La duquesa se admira de que, con ese tiempo de perros, haya conseguido siquiera llegar.
Steig confiesa que no puede concebir un libro para niños que no sea optimista. Y, en efecto, sus libros protagonizados por animales humanizados son siempre positivos y divertidos, aunque no falten las dificultades, y tienen unos finales gozosos para el lector pequeño. Su estilo es directo, su humor parece ingenuo pero es incisivo, y sus ilustraciones son sencillas y eficaces.
Quizá sea Silvestre y la piedra mágica, un relato con animales humanizados como protagonistas y un indudable carácter de cuento tradicional con transformación mágica, el más popular de los muchos cuentos de su autor (dejando de lado las críticas que se le han hecho debido a que los policías a los que piden ayuda los padres de Silvestre sean cerdos). Pero también Dominico es una historia de lo más entusiasta, La isla de Abel respira un buen humor y una tenacidad que renacen una y otra vez, Doctor De Soto transmite inquietud pero también determinación, e Irene la valiente cuenta con una protagonista de coraje inolvidable y es una bonita historia de amor entre padres e hijos.
Un luchador animoso
Dominico es el primer libro «largo» de Steig y un ejemplo representativo del tono de sus relatos. Así, al principio se nos dice que a Dominico «le encantaban las situaciones dificultosas. Te pusieras como te pusieras, todo lo que la vida te ofrecía eran ocasiones para poner a prueba tus capacidades, tus facultades; y él disfrutaba superando esa clase de pruebas». Sus éxitos continuos le llevan a preguntarse «¿cómo se las arreglaría el mundo sin mí antes de que yo naciera? […]. ¿No les parecería que faltaba algo?». Y, al final de sus aventuras, el narrador señala los pensamientos de Dominico: «La vida no era aburrida por aquel camino. Luchar contra los malos del mundo era una experiencia necesaria y gratificante. Ser feliz entre los buenos era, claro está, todavía más gratificante. Pero no se podía ser feliz entre los buenos si no se luchaba contra los malos».
Un ratón reflexivo
También La isla de Abel es un relato mucho más rico de lo habitual en esta clase de libros. Por ejemplo, hay un momento en el que un búho desea capturarlo y comérselo, y Abel logra escapar a duras penas; por la noche, a salvo ya, «Abel se arrodilló a rezar e hizo una pregunta que ya había hecho otras veces, pero nunca con tanta perentoriedad: ¿por qué había hecho Dios a los búhos, las culebras, los gatos, los zorros, las pulgas y otras criaturas igualmente asquerosas y abominables? Pensaba que tenía que haber alguna razón». En otro momento, más adelante, cuando Abel tiene una renovada confianza en sí mismo después de un año en la isla, pelea contra una gata y el narrador indica que «Abel se dio cuenta de que la gata tenía que hacer lo que estaba haciendo. Estaba siendo gato. Le correspondía a él ser el ratón. Y él estaba haciendo su papel muy bien. En su actitud se mezcló un poco de suficiencia; era como si le dijera a su enemigo: “Te toca a ti mover”». Entretanto, «la luna siguió brillando sin inmutarse».
Más libros: Shrek, Tiffky Doofky: De profesión, basurero.
22 abril, 2009