Como vengo haciendo con otros artículos antiguos he actualizado enlaces y he corregido pequeñas cosas de Dios y lo religioso en los relatos infantiles y juveniles.
Como vengo haciendo con otros artículos antiguos he actualizado enlaces y he corregido pequeñas cosas de Dios y lo religioso en los relatos infantiles y juveniles.
En Un país de palabras, un libro escrito y publicado en gallego, Carlos Casares habla, por un lado, de su trato con escritores gallegos anteriores a él, como Otero Pedrayo, Vicente Risco y Álvaro Cunqueiro entre otros, de sus relaciones con autores como Miguel Torga o V. S. Naipaul, de ciertos aspectos de sus obras, de algunas anécdotas personales, y, naturalmente, de peculiaridades de Galicia.
Por ejemplo, en este último aspecto es un texto sensacional «El caldo, explicado para alemanes». En él, después de unas anécdotas previas y de señalar cómo muchos gallegos no entienden las fiestas de boda sin banquetes disparatados, habla del caldo, un plato que no se sirve nunca en las bodas, porque se entendería como una burla. Explica que es un plato apreciado en la intimidad, del que no se habla de con orgullo sino con agradecimiento, que figura en las cartas de los restaurantes porque sería una vergüenza ignorarlo pero no porque añada prestigio al menú, etc., y termina del siguiente modo: «No se puede conocer bien Galicia sin saber la relación que sus habitantes tuvieron y siguen teniendo con el caldo. (…) Galicia es un país de comedores de caldo. Sin ese dato nada se comprenderá. (…) Después de todo, un pueblo tan dubitativo e inseguro como este, donde nada se define con precisión ni rotundidad, ni siquiera el metro, una unidad que se puede fragmentar hasta decir que algo mide un poco más de un metro escaso, no sería justo decir que la manteca de cerdo solo es manteca de cerdo y nada más, pues también podría ser cualquier producto inconcreto de algún animal fantástico, no el cerdo necesariamente. En el fondo, un asunto relacionado con la hospitalidad y la tolerancia».
Carlos Casares. Un país de palabras (1998). Vigo: Galaxia, 2002, 2ª ed.; 208 pp.; ISBN: 978-8482889467. Enlace al libro en la Fundación Carlos Casares.
El corazón aventurero, de Ernst Jünger, es un conjunto de notas y reflexiones de muy distinto tipo y de interés desigual: anotaciones propias de un diario, comentarios literarios o de lecturas, descripciones de ambientes, observaciones sobre plantas o insectos o rocas…, etc. Uno de los textos de los que tomé nota, que repasé para esta conversación de la que hablé, es un jugoso comentario a Crimen y castigo. Dice Jünger:
«El poder del canalla es tanto más opresivo cuanto más se sirve de las formas del derecho y de la equidad. Cuando comete el delito sin disimulo, nuestra amargura disminuye. La novela en su conjunto llama la atención por su intrincado carácter arquitectónico; o mejor dicho, por la sensación laberíntica que su lectura despierta. Se puede deber también al hecho de que, exceptuando Siberia, apenas aparece en la novela un pedazo de naturaleza. La acción se desarrolla en habitaciones, casas, calles y locales, donde los implicados corren de un sitio a otro en un extraño estado de desasosiego. Todo este enredo parece depender menos de la marcha real de las ocupaciones como del hecho de que está tramándose un fragmento de vida; cada uno de los personajes siente el impulso de trabar relación con cada uno de los otros. También el efecto angustioso que suscita la lectura presenta un rasgo arquitectónico; como si recorriésemos de noche una casa extraña sin saber si hallaremos la salida».
Ernst Jünger. El corazón aventurero (Das abenteuerliche Herz. Figuren und Capricios, 1938). Tusquets Editores, 2003; 224 páginas; trad. de Enrique Ocaña; ISBN: 978-8483108901. [Vista del libro en amazon.es]