Estos años atrás varias personas me habían recomendado vivamente Por donde sale el sol, de Blanca García-Valdecasas, una novela sobre una familia española que se instala en Chile. La he leído por fin hace pocas semanas y, aunque al principio me sorprendió el estilo sincopado que utilizaba el narrador, de frases consecutivas yuxtapuestas como pinceladas, poco a poco la historia me fue ganando por completo: está llena de buen humor, tiene un gran sabor el lenguaje propio del lugar, y plantea bien algunas cuestiones de fondo.
Una familia formada por Rogelio Díaz, un conocido pintor, su mujer Violeta, y sus siete hijos, planean trasladarse a vivir a Chile: Violeta piensa que a su marido le vendrá bien un radical cambio de aires. Organizan las cosas a distancia y, aunque Violeta fallece poco antes, deciden irse porque había hecho prometer a su marido que se irían allí pasase lo que pasase. La novela cuenta los primeros años de estancia en su nuevo país: llegada, traslados de casa hasta que encuentran una granja de su gusto, crecimiento de los hijos y noviazgo de las dos mayores, nuevas amistades, etc. Rogelio sigue muy unido a su mujer hasta el punto que dice verla con alguna frecuencia, para disgusto de sus hijos mayores que intentan hacerle ver que son imaginaciones suyas sin fundamento.
El título de la novela responde a que, como hará notar un personaje, Andes, en lengua araucana, quiere decir «lugar “por donde sale el sol”». Se siguen con interés las peripecias propias de la adaptación de toda la familia a un nuevo ambiente y, al hilo de los acontecimientos, va quedando claro el pasado familiar y van surgiendo comentarios de distinto tipo. Unos, que son sobre la pintura, conducen a la conclusión que saca uno de los amigos de Rogelio, también pintor: «a la mitad de nosotros, por lo menos, nos ha podrido el esnobismo, el afán de modernidad».
Otras son reflexiones sobre la vida. Por ejemplo, cuando ve a un niño pequeño, al que conoce en un orfanato y que tiene un tiempo viviendo con su familia, Rogelio piensa: «Un niño pequeño, ¿no era el mundo empezando, otra vez y siempre? Lujo de la creación, tan indefensito y a la vez con la seguridad de que las personas a su alrededor son todas buenas, que todo se lo dan. La mirada de un niño nadie puede pintarla, el brillo de los inmortales. Ningún niño ha pensado en su muerte, por eso, tal vez, en su debilidad, tienen toda la fuerza».
Pero, sobre todo, para Rogelio lo domina todo la figura impalpable de su mujer: «¿Cómo explicarles? Aquella sensación de su presencia: Violeta estaba ahí, en los alrededores de nosotros. No nos había dejado, del todo no. Algo de ella, quizás imagen, ¿imaginación?, no lo sabía. Pero ella nos acompañaba, rondaba nuestro mismo aire, no andaba nunca muy lejos. Que yo la viera era lo que los niños no podían creer, no querían aceptarlo… Cedí, por su tranquilidad. «Bueno, hijos, serán imaginaciones mías»».
Blanca García-Valdecasas. Por donde sale el sol (1987). Madrid: BibliotecaOnline, 2018; 292 pp.; ISBN: 978-8415998815. [Vista del libro en amazon.es]