Una poblada familia de álbumes es la de los que hablan de mascotas. Unos lo hacen de forma más o menos «realista» —reflexiva como Tom y el pájaro, bromista como ¡No!, cómica como ¿Qué animal será el ideal?— y otros recurren al humor hiperbólico —como Mi pingüino Osvaldo o Alex quiere un dinosaurio—. A esta clase pertenece Carlota y la roca, de Samantha Cotterill y Stephen W. Martin.
Al principio vemos a Carlota en una tienda de mascotas, se nos dice que quería una y que no le importaba cuál fuera. Cuando cumple seis años recibe de regalo una roca. No era el tipo de mascota que esperaba, indica el narrador, pero «intentó mantener una actitud positiva», «después de todo, la roca sabía escuchar», «era tranquila y fácil de amaestrar», era «hipoalergénica», algo perfecto para la abuela… Así que Carlota se dedica a cuidar a la roca.
Las ilustraciones tienen un divertido aire antiguo. La figura de la heroína es, como se nota ya en la portada, de lo más convincente. Es gracioso el talante de Carlota para hacer de la necesidad virtud y son chistosos los episodios que le suceden al cuidar a su roca. El desenlace es imaginable porque la roca ya se ve, desde el principio, que tiene un aspecto curioso. No es necesario sacarle más partido al relato para resaltar la necesidad de tener paciencia con cualquier mascota o insistir en que la paciencia tiene su recompensa: en casos parecidos yo no tendría tan claras esas conclusiones.
Samantha Cotterill. Carlota y la roca (Charlotte and the Rock, 2017). Texto de Stephen W. Martin. Barcelona: Blok, 2017; 32 pp.; trad. de A. Martínez; ISBN: 978-84-16712-55-7. [Vista del álbum en amazon.es]