He actualizado la voz de Josse Goffin, recientemente fallecido. Su álbum ¡Oh! es un gran ejemplo de libro (aparentemente) sencillo e inteligente para prelectores.
He actualizado la voz de Josse Goffin, recientemente fallecido. Su álbum ¡Oh! es un gran ejemplo de libro (aparentemente) sencillo e inteligente para prelectores.
Después del comentario de hace unos días, selecciono algunas citas más del libro de Thomas Sowell tomadas de Falacias de la Justicia social.
—El juez Oliver Wendell Holmes dijo, hace más de un siglo, que los eslóganes pueden «retrasar el análisis durante años».
—El determinismo genético del progresismo de principios del siglo XX implicaba algo más que la idea de que existía un techo determinado genéticamente en la inteligencia de algunos grupos, lo que hacía imperativo evitar que se reprodujeran. (…) En las últimas décadas del siglo XX y en el siglo XXI, la nueva corriente progresista reemplazó la teoría de los genes por la de la discriminación racial como explicación automática de las diferencias grupales en los resultados económicos y sociales.
—Richard Nixon, que era plenamente consciente de las consecuencias económicas desfavorables de los controles de precios, los impuso de todos modos. Su respuesta a las críticas del economista Milton Friedman fue: «Me importa un bledo lo que diga Milton Friedman. No se presenta a la reelección». De hecho, el presidente Nixon fue reelegido con una mayoría más amplia que la que lo llevó por primera vez a la Casa Blanca.
—En muchas cuestiones sociales, la decisión más importante es quién toma la decisión.
—El conocimiento no sigue una jerarquía sencilla, con el tipo de conocimiento especial que se enseña en las escuelas y universidades en la cima y el conocimiento más prosaico en la base. Algunos conocimientos —de cualquier categoría— son más relevantes que otros, y eso varía en función de las circunstancias específicas y del tipo de decisiones que haya que tomar, no en función de la complejidad o elegancia del conocimiento en sí.
—La tenacidad con la que las instituciones académicas se resisten a cualquier cosa que las obligue a abandonar ciertas prácticas contraproducentes [por ejemplo en los criterios de admisión que favorecen a unos frente a otros] da a entender que estas prácticas podrían estar beneficiando a alguien.
—Durante siglos, las élites intelectuales que luchan por sus objetivos ideológicos han visto en los niños un blanco especial para sus mensajes. Ya en el siglo XVIII, William Godwin dijo que los niños —los hijos de los demás— «son una especie de materia primera que ponemos en nuestras manos».
—La perspectiva de enseñar a los hijos de otras personas (…) una oportunidad de oro para que los intelectuales moldeen la sociedad, controlando lo que se inscribe en estas mentes jóvenes (…), ha sido un rasgo clave de las cruzadas sociales para remodelar el mundo según las ideas preconcebidas de las élites intelectuales, que se ven a sí mismas como poseedoras clave del conocimiento relevante.
—Resulta curioso que muchas élites intelectuales (…) parezcan creer que promueven una sociedad más democrática cuando se entrometen en las decisiones de otras personas.
—Decía un viejo dicho: «Un tonto sabe ponerse su abrigo el sólo mejor que si un sabio lo hace por él».
—Una de las características distintivas de los intelectuales de élite que tratan de imponerse a las decisiones de los demás, ya sea en política pública o en su vida privada, es la dependencia de afirmaciones sin fundamento basadas en el consenso de las élites, tratadas como si eso equivaliera a hechos documentados. Muestra de ello es la frecuencia con la que los argumentos de quienes tienen un punto de vista distinto no se contraargumentan, sino que se atacan ad hominem.
—La gente estúpida puede causar problemas, pero a menudo es necesaria la brillantez de algunos individuos para generar una verdadera catástrofe. Ya lo han hecho suficientes veces, y de diversas maneras, [a lo largo de la historia] como para que nos lo replanteemos antes de apuntarnos a sus últimas estampidas, lideradas por élites autocomplacientes, sordas a los argumentos e inmunes a lo evidente.
Thomas Sowell. Falacias de la justicia social: El idealismo de la agenda social frente a la realidad de los hechos (Social Justice Fallacies, 2023). Barcelona: Deusto, 2024; 208 pp.; trad. de Santiago Calvo López; ISBN: 978-8423437092. [Vista del libro en amazon.es]
Meg y Mog, de Jan Pieńkowski y Helen Nicoll, fue el primer álbum de una colección para prelectores de los años 70, que se convirtió en una serie de televisión el año 2001. Aunque no los conozco, sé que se publicaron libros de esa serie en España en el año 2004. En este se presenta el personaje: se cuenta que la bruja Meg se levanta de la cama un día, se viste para un viaje en su escoba, y junto con su gato Mog y su Búho, va el día de Hallowen al encuentro de sus amigas Bess, Jess, Tess y Cress. La narración es escueta, las palabras están medidas, los personajes son graciosos, sus figuras son expresivas, los colores son intensos y planos, la secuencia de imágenes y de pasos narrativos es perfecta, el desenlace tiene chispa y promete más…, pues Meg es una bruja de las que suelen confundirse y luego tiene que intentar arreglar sus entuertos.
Como se puede leer en este obituario, aparte de ser autora de los álbumes de Meg y Mog, Helen Nicoll tiene una biografía importante dentro del mundo de la LIJ: fue una de las primeras productoras de programas para niños en la BBC, introdujo en ellos a jóvenes ilustradores como eran John Burningham y Jan Pieńkowski, editó una revista para niños, promovió audiolibros de clásicos en ediciones íntegras y con voces de primer nivel, se hizo enseguida con los derechos para editar Harry Potter en audio…
Jan Pienkowski. Meg y Mog (Meg and Mog, 1975). Texto de Helen Nicoll. Barcelona: Blackie books, 2023; 32 pp.; trad. de Julia Viejo; ISBN: 978-84-19654-51-9. [Vista del álbum en amazon.es]