Cuaderno del Prado, de Ximena Maier, es un libro feliz. El subtítulo, «Dibujos, notas y apuntes de una ilustradora en el museo», anuncia bien su contenido, pero no la calidad de su edición y de sus imágenes, ni el entusiasmo y simpatía que respira y transmite, ni lo bien que, al desgaire, plantea cómo ha de visitarse un museo para disfrutar de su contenido.
Está organizado en los que podríamos llamar capítulos, como por ejemplo «Velázquez, mon amour» o «La mejor manera de ver Goya (itinerario goyesco)», con dos o tres páginas de texto para presentarlos y varias con ilustraciones de las salas en las que se pueden ver los cuadros. Pero en medio hay también dobles páginas que cabe llamar temáticas: con cabezas, con pájaros, con comidas en cuadros que no son bodegones, con perros, etc. Y hay listas varias, como las de «Cuadros a los que tengo manía (sin acritud)» o la de «Los más guapos del museo», entre otras. El capítulo final, dedicado a quienes trabajan en el interior, se titula «El Prado entre bambalinas: aguarrás, vapor de bambú y un destornillador azul».
Tienen un tono coloquial las divertidas y jugosas explicaciones que da la autora sobre su relación con el museo y sobre sus querencias particulares. Son cómicos también muchos textos escritos a mano que acompañan los dibujos y que reflejan los comentarios que un visitante atento puede oír a su alrededor mientras pasea y contempla. Las ilustraciones representan de modo excelente los espacios interiores del museo y dan idea de cómo es allí la vida diaria. Es una buena idea que, muchas veces, sólo se vean los contornos de las figuras cuando se superponen sobre los cuadros, tal vez para sugerir la fugacidad de la gente que pasa frente a la permanencia del cuadro.
Me gusta especialmente que, frente a otros libros de arte, en este todo se plantea con jerarquía, una jerarquía personal pero bien fundamentada. Así, dice la autora: «Aquí hay que venir a ver unos poquitos pintores y verlos bien. Es el sitio en el que hay que apreciar el genio de Velázquez y la envergadura de Goya, la locurita del Bosco, el empaque de Tiziano, la teatralidad de Rubens. (…) Intentar abarcar todo el museo es diluir el impacto». Y lo mismo se indica expresamente con la relevancia que tienen algunas ilustraciones, como por ejemplo, la página dedicada a El Descendimiento de Van der Weyden (que sin embargo no figura, y un amigo mío experto insistiría en ponerlo el primero, en «Mis cuadros favoritos, sin orden ni concierto»).
Ximena Maier. Cuaderno del Prado (2017). Madrid: Nido de ratones, 2017; 158 pp.; ISBN: 978-84-947986-0-3. [Vista del libro en amazon.es]