Anteayer publiqué un artículo titulado Libros valiosos, lectores de calidad, a propósito de una noticia reciente en la que se comentaban estadísticas sobre los hábitos de lectura de los jóvenes. Vuelvo a recordar en él algunas ideas valiosas del libro Educando el carácter a través de la... Leer más
Quienes disfrutamos con los libros, solemos hacerlo también con los libros que hablan de librerías. A la categoría Lectores incorporo dos, francamente divertidos, a los que me referí hace algún tiempo, que son una novela sobre un librero singular y una narración autobiográfica sobre una librería: Entre un millón de líneas y Rialto 11, de Juan Lozano Garrote y Belén Rubiano... Leer más
Una segunda consideración sobre la lectura y los lectores de María Elena Walsh en Fantasmas en el parque: «El lector se arrodilla como el arqueólogo, trepa escaleras como el restaurador, fortalece músculos con el diccionario de María Moliner, huronea de tomo en tomo. Lee de pie y escarba en las librerías, sufriendo la melancólica anemia de su bolsillo, el despiste de los libreros y la necesidad del ángel que lo aliente para desmalezar la selva de libros chatarra. Lo creíamos sedentario y en realidad es un atleta, comparado con los prójimos que sortean estas gimnasias y se solidifican en ángulo recto frente a las pantallas. El lector es feliz de ser contemporáneo de una abundancia de libros única en la historia: las cifras y la exhibición a menudo groseras abruman, pero... Leer más
Una primera consideración sobre la lectura y los lectores que he leído a María Elena Walsh en su libro de recuerdos y reflexiones titulado Fantasmas en el parque: «Los que llevamos un largo trecho de vida compartida con y buscando siempre otros, murmuramos también una unánime plegaria de gratitud. Primero, para quien nos enseñó a leer. Vivimos entre libros, hemos tenido la libertad de elegirlos y la posibilidad de descifrarlos en una era en que la instrucción fue (casi) universal. No necesitamos ser monjes ni damas de la nobleza y si pertenecemos a una cofradía no es la del poder ni la del dogma, simplemente hemos sido elegidos por los libros desde temprana edad. Bendito sea un privilegio desinteresado, no esgrimido para someter a los diferentes. La plegaria del lector... Leer más
La librería encantada, de Christopher Morley, es una novela simpática como la que la precede, La librería ambulante, pero en ella casi no tiene protagonismo la heroína de la primera, Helen. El relato comienza cuando Helen y su marido Roger son ahora unos felices libreros de Brooklyn. Un amigo de Roger, un hombre rico enamorado de los libros, les propone que contraten a su hija Titania con el fin de que conozca mejor la vida y se aficione a la lectura. Un publicista que trabaja en la Agencia de Publicidad Materia Gris, Aubrey Gilbert, le propone a Roger hacer una campaña de publicidad para vender más libros, posibilidad que Roger rechaza de plano. Pero Aubrey se hace asiduo a la librería cuando conoce a Titania, algo que coincide con que se marcha Helen fuera durante una temporada,... Leer más
Gómez Dávila decía que es «inútil explicarle una idea al que no le basta una alusión». Y Borges, más explícitamente, lo dice así: «Cuando escribo, no pienso en el lector (porque el lector es un personaje imaginario) ni pienso en mí (quizá porque yo también soy un personaje imaginario), sino que pienso en lo que quiero transmitir y hago cuanto puedo para no malograrlo. Cuando yo era joven creía en la expresión. Había leído a Croce, y la lectura de Croce no me hizo ningún bien. Yo quería expresarlo todo. Pensaba, por ejemplo, que, si necesitaba un atardecer, podía encontrar la palabra exacta para un atardecer; o, mejor, la metáfora más sorprendente. Ahora he llegado a la conclusión (y esta conclusión puede parecer triste) de que ya no creo en la expresión. Sólo... Leer más
Samuel Johnson: «De la masa de lectores que se pasa la vida hojeando libros, muy pocos son los que leen para ser más sabios o mejores, que busquen en ellos motivos para enmendarse o quieran ajustar su conducta a los axiomas de justicia que contienen. Más bien leen porque esperan pasar unas cuantas horas cuando no se les ocurre nada mejor que hacer, porque aspiran a granjearse o conservar el respeto que siempre se ha tributado al conocimiento, o simplemente para satisfacer su curiosidad con datos que, como si fueran tesoros enterrados y olvidados, no son de ninguna utilidad ni para ellos ni para ninguno más». Samuel Johnson. «La sabiduría en la lectura», artículo del 15 de enero de 1751 en The Rambler, El patriota y otros ensayos (The Patriot y artículos escogidos). Madrid: El... Leer más
La influencia en nosotros de las ficciones la describe así Frank Kermode: «Nunca corremos el peligro de creer que la muerte del Rey Lear, que tanto explica, sea verdad. A la afirmación de que murió en tales y cuales circunstancias —pronunciando estas palabras sobre el cuerpo de Cordelia, pidiendo un espejo, jugando con un botón— damos un asentimiento experimental. Si lo hacemos bien, nos beneficiamos porque nunca volveremos a adoptar del todo la posición ante la vida y la muerte que teníamos antes. Desde luego, puede decirse que al cambiar nosotros mismos hemos cambiado el mundo de la mejor manera indirecta posible». Frank Kermode. El sentido de un final. Estudios sobre la teoría de la ficción (The Sense of an Ending, 1966). Barcelona: Gedisa, 2000, 2ª ed.; 175 pp.; col.... Leer más
La librería ambulante, de Christopher Morley, es una novela bien escrita, con un original argumento, optimista y bienhumorada, de las que gustan mucho a los entusiastas de los libros y la lectura. La narradora es Helen McGill, una mujer soltera, de casi 40 años, que vive con su hermano Andrew en una granja familiar. Pero Andrew publica un libro con el que triunfa e inicia su carrera de escritor, lo que lleva consigo empezar a viajar y a descuidar las labores de la granja. Por eso, cuando un tal Roger Mifflin va en busca de Andrew para venderle su carromato-librería pero no lo encuentra, es Helen quien decide comprarla, sin que lo sepa su hermano, para dejar la granja una temporada y dar un giro a su vida. En su periplo se suceden los incidentes y Helen, poco a poco, descubre los... Leer más
El párrafo que más me ha gustado de Un simple vestido de fiesta, de Christian Bobin, es uno de «Ve Jonás, te espero», donde el narrador habla de los dos extremos de su vida de lector, la Biblia y los periódicos, y en el que dice: «No se puede leer bien en una tempestad. No puedes leer más de una línea o dos en esas páginas agitadas por el viento, atormentadas por el soplo de una ausencia preferible a cualquier otra cosa. La lectura de la Biblia es un punto extremo en tu vida de lector, esa vida bajo las ruinas. El otro punto es la lectura del periódico. El periódico es una lectura negra, espesa, inmóvil. La Biblia es una lectura blanca, luminosa, rutilante. En el periódico lees todo ya que nada es esencial. Vas metódicamente del rostro de los gobernantes a las piernas de... Leer más
Después de señalar la metáfora central de Las compañías que elegimos, de Wayne Booth, por medio de un comentario tan autorizado como el de Martha Nussbaum, indico ahora un concepto básico en la obra de Booth: el de la coducción, palabra con la que intenta indicar que, gracias a la experiencia y a muchas opiniones que nos van llegando a lo largo del tiempo, y que se corrigen y matizan unas a otras, podemos llegar a una nueva valoración de un libro. Para ilustrarlo Booth abre Las compañías que elegimos con una historia personal: cuando un compañero suyo de departamento, negro, se negó a dar en clase Las aventuras de Huckleberry Finn por considerarlo ofensivo, tanto él como los demás del departamento manifestaron su desaprobación. Booth dedica su libro a su compañero, ya... Leer más
Hablando de los libros que han influido en su vida, Claudio Magris menciona los que le «han dejado una marca absoluta, que se han convertido en el propio modo de sentir el mundo y la relación entre la vida y la verdad, que a veces se corresponden como las dos caras de una moneda y a veces parecen contraponerse: la Ilíada y la Odisea —el libro de libros, en el que ya está todo, las sirenas pero también esos personajes de Svevo que eluden indirectamente su ineptitud para escucharlas y afrontar su canto—, los trágicos griegos, Shakespeare, que desvela el fondo extremo, los discursos de Buda y las parábolas de Zhuangzi; y, sobre todos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, tras los cuales ya no se teme a ningún príncipe de este mundo y se comprende que la piedra más vil, esa... Leer más
Dos libros que hablan de libros: El Lazarillo de Amberes, de Eliacer Cansino, y El libro salvaje, de Juan Villoro. El primero es un relato corto cuyo narrador, Lolo, recuerda un episodio de cuando tenía 17 años: debe acompañar a su padre, un personaje curioso, a comprar una vieja edición del Lazarillo y, como su padre cae enfermo, es él quien debe hacerse cargo de la negociación y burlar a unos competidores. Es una narración simpática, que tiene tensión, y que habla del entusiasmo por los libros antiguos y del descubrimiento del hijo de algunas cualidades de su padre. En el segundo, el narrador, Juan, cuenta lo que le ocurrió cuando tenía 13 años y sus padres se divorcian: se va a vivir una temporada con su extravagante tío Tito, que vive solo en una enorme casa llena... Leer más
Uno. Auguste Dupin, el detective creado por Edgar Allan Poe, «es antes que nada un gran lector, un nuevo tipo de lector (...). Como en Hamlet, como en Don Quijote, la melancolía es una marca vinculada en cierto sentido a la lectura, al exceso de los mundos irreales, a la mirada caracterizada por la contemplación y el exceso de sentido. Pero no se trata de la locura, del límite que produce la lectura desde el ejemplo clásico del Quijote, sino de la lucidez extrema. Dupin es la figura misma del gran razonador. La lectura no es aquí la causa de la enfermedad, o su signo; más bien toma la forma de una diferencia, de un rasgo distintivo; parece más un efecto de la extrañeza que su origen». Dupin es «el que sabe ver (lo que nadie ve). O, mejor, el que sabe leer lo... Leer más
Aforismo de Goethe, de una carta escrita el 13 de junio de 1819: «Hay tres tipos de lector: el que disfruta sin juicio; el que, sin disfrutar, enjuicia, y otro, intermedio, que enjuicia disfrutando y disfruta enjuiciando; éste es el que de verdad reproduce una obra de arte convirtiéndola en algo nuevo». Leído en el libro de Hans Robert Jauss, Experiencia estética y hermenéutica literaria: ensayos en el campo de la experiencia estética (Ästhetische Erfahrung und literarische Hermenutik, 1977). Madrid: Taurus, 1986; 436 pp.; col. Persiles, Teoría y crítica literaria; trad. de Jaime Siles y Ela María Fernández-Palacios; ISBN:... Leer más
«La única manera de escribir es considerar al lector a la misma altura que el autor», dice Cyril Connolly en «El frío elemento de la prosa», texto contenido en Obra selecta. Y luego añade que tratarle de otra manera es, por una parte, otorgar un valor a la incultura y, por otra, es ser condescendiente con el lector. La inesperada consecuencia de lo segundo, de la condescendencia con un lector al que se le trata sin esperar que haga esfuerzos, es la de azuzar en él una hostilidad contra el autor semejante a la que puede sentir un hambriento aborigen australiano hacia un gran chef que se digna servirle. No sé si ese sentimiento nacerá o no en el aborigen en cuestión (hay muchas clases de aborígenes), pero en cualquier caso es una comparación gráfica y... Leer más
Explica Umberto Eco que hay lectores de primer nivel y lectores de segundo nivel: los primeros quieren saber qué sucede, los segundos desean saber cómo se relata lo que sucede. «Para saber cómo acaba la historia basta, normalmente, leer una sola vez. Para convertirse en lector de segundo nivel es preciso leer muchas veces, y algunas historias hay que leerlas un sinfín de veces». «No existen lectores exclusivamente de segundo nivel; es más, para llegar a serlo hay que haber sido un buen lector de primer nivel». Ahora bien, continúa Eco, «cuidémonos bien de entender esta distinción de niveles como si, por una parte, hubiera un lector que se conforma fácilmente, al que le interesa la historia y, por otra, un lector con un paladar estéticamente fino, interesado por el... Leer más
Romano Guardini: «El libro es (...) un discurso que permanece incluso después de haber sido pronunciado: gracias a los signos, que tienen la propiedad de la duración, el lector puede hacer que la palabra se repita continuamente. Naturalmente, de esta forma se hace claro también qué debería ser la lectura: un despertar del discurso hablado. Cuando un hombre de la antigüedad tomaba un libro en sus manos —o mejor, un rollo de escritura; el libro tenía para él una figura distinta que para nosotros—, no leía sólo con los ojos, sino que pronunciaba las palabras a media voz. Tenía de esta forma la garantía de que se hacía evidente la forma entera de la palabra y de la frase. Hablaba y escuchaba al mismo tiempo y, escuchando, controlaba la propia lectura. Nosotros, hombres de... Leer más
En el comienzo de La historia interminable se cuenta que «la pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros. Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado… Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito… Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas... Leer más
«Dickens (como Shakespeare), percibió y expresó «que hay idiotas sin remedio que con mucha frecuencia tienen un verdadero don y entusiasmo por las letras. El señor Micawber (personaje de David Copperfield) amaba la elocuencia y la poesía con toda su alma inmortal: las palabras y las imágenes visionarias le mantenían con vida, a falta de comida y de dinero, como podrían haber mantenido a un santo ayunando en el desierto. Dick Swiveller (de Almacén de antigüedades) no citaba de manera inimitable a Moore y a Byron sólo por el gusto de hacer frívolas digresiones, sino porque amaba una gran escuela poética. El sincero amor por los libros no tiene más que ver con la inteligencia o la estupidez que cualquier otro amor sincero. Es una cualidad del carácter, una frescura, una... Leer más
Tengo amigos a los que no les gustan las Crónicas de Narnia. Unos porque no son capaces de apreciar los relatos infantiles del tipo que sean. Otros, porque les ocurre lo mismo con las historias de fantasía en general. Otros, porque han leído El Señor de los anillos y tienen dificultades para bajar de nivel y apreciar relatos inferiores aunque sean valiosos. En muchos casos eso se debe a que han perdido la capacidad de asombro y la frescura que tuvieron cuando leían como niños. Ahora bien, a mí me pasa lo mismo también cuando, por haber leído muchas historias semejantes, rechazo algún relato infantil bien escrito y no aprecio que el niño no ha leído tanto como yo y que para él ese relato será el primero que le cuente determinada historia, y que por tanto puede cumplir bien su... Leer más