Un ejemplo de los que prueban que algunas emociones nos hacen conocer mejor las cosas. Según Jean Piaget «los bebés no desarrollan ningún tipo de sentido de los números hasta los cuatro o cinco años de edad. Piaget puso de relieve que, antes de esa edad, los niños hacen mal el “test de conservación de números”. En ese test, se enseñan a los niños dos hileras, una de seis vasos y otra de seis botellas. Los objetos de cada hilera guardan la misma distancia entre sí, teniendo ambas la misma longitud. Se pregunta a niños de tres años qué hilera contiene más objetos, y casi todos responden que son iguales. A continuación, si extendemos la fila de vasos de modo que quede un espacio mayor entre cada dos vasos y hacemos la misma pregunta, la mayor parte de los niños... Leer más
Hay relatos en los que se habla de la primera vez en que un niño descubre la injusticia o el engaño. Un ejemplo, muy bien contado, está en las memorias de Janet Frame: «La visita al odontólogo señaló el final de mi infancia y mi introducción en el mundo amenazador de las contradicciones, en el que las palabras dichas y escritas conquistaron un poder especial. (...) Me llevaron al dentista, donde pateé y me debatí, convencida de que me sucedería algo horrendo. El facultativo, en lo recio de mi resistencia, hizo una seña a la enfermera, que se acercó con una linda toalla de color rosa. —Huele esta toalla tan bonita —me pidió con amabilidad. Me incliné a olerla con toda la inocencia, y comprendí muy tarde, al notar que me dormía, que me habían embaucado. Jamás... Leer más
En Mal de escuela, a propósito de la indignación que le produjo el enfoque de un reportaje atemorizador sobre jóvenes violentos y marginales, dice Daniel Pennac que vivimos en «una sociedad sin honor que ha perdido hasta el propio sentimiento de paternidad». Y, unas páginas después, en el mismo libro, habla de lo mismo de otra manera: «Hoy en día existen en nuestro planeta cinco clases de niños: el niño cliente entre nosotros, el niño productor bajo otros cielos, así como el niño soldado, el niño prostituido y, en los paneles curvos del metro, el niño moribundo cuya imagen, periódicamente, proyecta sobre nuestro cansancio la mirada del hambre y del abandono. Son niños, los cinco. Instrumentalizados, los cinco». A Pennac le falta una sexta clase de niño,... Leer más
Christian Bobin: «Los niños de corta edad acaparan todas las fuerzas de los que se ocupan de ellos y, en una milésima de segundo, por la gracia de una palabra o de una sonrisa, dan infinitamente más de todo lo que habían acaparado». Christian Bobin. Autorretrato con radiador (Autoportrait au radiateur, 1997). Madrid: Árdora, 2006; 144 pp.; trad. de José Areán; ISBN:... Leer más
«Por trágicos y míseros que hayan sido los tiempos, la niñez es siempre una edad de oro. A Ortega y Gasset lo mandaron de niño interno al colegio malagueño de El Palo. Me figuro que un colegio de jesuitas a últimos del siglo XIX no correspondía a la idea que un niño pudiera tener del paraíso terrenal y, sin embargo, al evocar aquellos años, Ortega llegó a escribir: “Yo fui emperador en una gota de luz”. En esa gota de luz hemos vivido todos y algunos seguimos alumbrándonos con ella. Ya entonces, yo al menos, no tenía más remedio que vislumbrar las sombras que rodeaban aquella gota de luz, pero aun así son gratos mis recuerdos, y mi historia, con sombras o sin ellas, tuvo un final feliz. Las sombras pasan, la luz permanece. A esa edad los disgustos se olvidan con... Leer más
Un día como hoy es el mejor para indicar que ningún libro de los que he leído sobre Jesucristo me ha gustado tanto como El Señor, de Romano Guardini. Todo él es clarificador pero, a quien se dedique a los libros infantiles, le recomendaría leer el capítulo titulado «Si no os hacéis como niños». A partir de una escena narrada en el capítulo 18 de san Mateo, Guardini dice que, aunque las palabras de Jesucristo sobre los niños se han puesto siempre, con razón, como criterio del ser cristiano, también pueden ser y han sido mal comprendidas. Y dedica su explicación a clarificar esto: «¿Qué es, entonces, lo que quiere decir Jesús cuando da tal importancia al niño?». Pero mejor que cada uno lo busque, si le interesa, porque me resulta difícil... Leer más
En su diálogo con Marcello Pera, hablando de la decadencia interior de las fuerzas espirituales que sustentaban Europa, el que fuera Cardenal Ratzinger decía: «Hay una extraña desgana de futuro. A los hijos, que son el futuro, se los ve como una amenaza para el presente; se piensa que nos quitan algo de nuestra vida. No se los percibe como una esperanza, sino como una limitación. Se impone una comparación con el Imperio Romano en su ocaso, que seguía funcionando como gran marco histórico, cuando en realidad vivía ya de los modelos que habrían de disolverlo, pues había agotado su energía vital». Marcello Pera – Joseph Ratzinger. Sin raíces (Senza radici, 1004). Barcelona: Península, 2006; 144 pp.; trad. de Bernardo Moreno y Pablo Largo; ISBN:... Leer más
Conozco personas que se desaniman al ver que, teniendo más medios educativos que nunca, los resultados son tan pobres. Al margen de que las leyes educativas dictadas por las ideologías o los prejuicios contribuyan lo suyo al desastre, pienso que desde un punto de vista inmediato y personal, en los ámbitos inmediatos donde muchos sí pueden actuar con eficacia, con frecuencia los padres olvidan que el esfuerzo educativo es necesario siempre. A veces se simplifica y se dice que, a ciertas edades, es muy fácil que un niño aprenda idiomas, o arte, o lo que sea... Pero la facilidad con que un niño puede aprender cosas no es nada comparada con la facilidad con que puede no... Leer más
Suele decirse que la mayor y más duradera influencia sobre los niños es la que procede de sus propios compañeros, aunque no todos son tan conscientes como Marcia, la compañera de Charlie Brown: «Marcia: He suspendido por culpa tuya, Carlitos. Carlitos: ¿Por qué? Marcia: ¿No eres acaso mi mejor amigo? Tenías que haberme influido... Leer más
En unos consejos a un futuro escritor de libros infantiles, Astrid Lindgren decía: «Procura incluir también algo que divierta a niños y mayores, pero no se te ocurra poner nunca, en un libro infantil, algo que tú sepas que únicamente ha de resultar gracioso para los mayores. No olvides que no escribes para que te encuentren ocurrente y chistoso los críticos. Muchos de los que escriben para niños hacen un guiño a determinado lector por encima de las cabecitas de los pequeños. Buscan un acuerdo con los adultos y pasan por alto a la criatura. Te suplico que no hagas eso ¡nunca! Porque es una desfachatez para con el niño que debe comprar y leer tu libro». Astrid Lindgren. «Breve diálogo con un futuro autor de libros infantiles», en Mi mundo perdido (Samuel August frán... Leer más
C. S. Lewis: «A menudo, la única manera de adquirir una cualidad en realidad es empezar a comportarnos como si ya la tuviéramos. Por eso los juegos de niños son tan importantes: Ellos siempre están fingiendo ser adultos: juegan a los soldados o juegan a las tiendas. Pero en todo momento están endureciendo sus músculos y agudizando sus sentidos, para que la ficción de ser adultos les ayude a crecer de verdad». C. S. Lewis. Mero cristianismo (Mere Christianity, 1952). Madrid: Rialp, 1995; 233 pp.; col. literaria: trad. de Verónica Fernández Muro; ISBN:... Leer más
Uno de los personajes de Incierta Gloria, Trini, dice: «¡Nos es tan necesaria la fantasía cuando somos pequeños, cuando somos nuevos en este mundo; nos es tan necesario transfigurar este mundo, al que hemos venido a parar no sabemos cómo ni de qué manera, con los toques de la fantasía y del misterio! Hay más aún; hay más que esta necesidad de fantasía y de misterio, o sea de poesía, que tan vivamente sienten los niños; hay más, y es que tienen miedo. Todos los niños tienen miedo: miedo a la oscuridad, miedo a los desconocidos —personas o animales—, miedo a perderse, a extraviarse; miedo a no saben bien el qué. Mis padres, como todos los incrédulos, negaban que este miedo fuese innato; lo atribuían, por el contrario, al vicio —como decían ellos— de hablar a los... Leer más
Tengo amigos a los que no les gustan las Crónicas de Narnia. Unos porque no son capaces de apreciar los relatos infantiles del tipo que sean. Otros, porque les ocurre lo mismo con las historias de fantasía en general. Otros, porque han leído El Señor de los anillos y tienen dificultades para bajar de nivel y apreciar relatos inferiores aunque sean valiosos. En muchos casos eso se debe a que han perdido la capacidad de asombro y la frescura que tuvieron cuando leían como niños. Ahora bien, a mí me pasa lo mismo también cuando, por haber leído muchas historias semejantes, rechazo algún relato infantil bien escrito y no aprecio que el niño no ha leído tanto como yo y que para él ese relato será el primero que le cuente determinada historia, y que por tanto puede cumplir bien su... Leer más