HERGÉ,

HERGÉ,Autores
 

Seudónimo del historietista belga George Rémi. 1907-1983. Nació y falleció en Bruselas. Adoptó su seudónimo en 1924, invirtiendo sus iniciales: en vez de G.R., R.G., Hergé. Su criatura Tintín nació en 1929, en Le Petit Vingtième, suplemento del periódico Le Vingtième Siècle, que aparecía los jueves, día no lectivo en Bélgica. Después de la guerra se dedicó a la recién creada revista Tintín, y a la puesta en marcha de los Estudios Hergé, en los que trabajaron dibujantes, creadores a su vez de nuevos personajes de cómic, que si aprendieron mucho de Hergé también fueron responsables de la gran perfección técnica que alcanzaron los álbumes de Tintín.


TINTÍN
Son veintitrés álbumes: Tintín en el país de los Soviets, Tintín en el Congo, Tintín en América, Los cigarros del faraón, El Loto azul, La oreja rota, La isla negra, El cetro de Ottokar, El cangrejo de las pinzas de oro, La estrella misteriosa, El secreto del Unicornio, El tesoro de Rackham el rojo, Las 7 bolas de cristal, El Templo del sol, Tintín en el país del oro negro, Objetivo: la Luna, Aterrizaje en la luna, El asunto Tornasol, Stock de coque, Tintín en el Tíbet, Las joyas de la Castafiore, Vuelo 714 para Sydney, Tintín y los Pícaros. Barcelona: Juventud; trad. de Concepción Zendrera, excepto Tintín en el país de los soviets, que es una versión de los dibujos originales de Hergé, en blanco y negro, cuya traducción es de José Fernández; respectivamente, los ISBN son: 84-261-1988-3, 84-261-0778-8, 84-261-0816-4, 84-261-0777-X, 84-261-0274-3, 84-261-1417-2, 84-261-0275-1, 84-261-1046-0, 84-261-0965-9, 84-261-1420-2, 84-261-1399-0, 84-261-0277-8, 84-261-1405-9, 84-261-1402-4, 84-261-0865-2, 84-261-1412-1, 84-261-1413-X, 84-261-1003-7, 84-261-0382-0, 84-261-0383-9, 84-261-1007-X, 84-261-1389-3.

Las aventuras de Tintín se desarrollan en ambientes familiares al lector de periódicos de la época en la que nacen: Rusia soviética, Norteamérica de Al Capone, tiempos de la Guerra Fría, crisis en Oriente Medio, vuelos espaciales…

Tintín tiene poco más de quince años, no envejece ni cambia, se desconoce su pasado, vive solo. Es un periodista de calle, curioso, que sabe de todo y entra en cualquier ambiente, siempre corriendo y siempre sereno, no dice chistes ni frases para la historia, su conducta es normal, incluso sosa. Al hacer periodista a Tintín, Hergé confiesa su visión romántica de esa profesión (recuérdese a Jolivet y Blount (Miguel Strogoff), o a Gedeón Spillet (La isla misteriosa), de VERNE, entre otros), y emplea un estereotipo de ayer y de hoy. Milú es su perro, un fox-terrier blanco, gruñón, comodón, inconsciente, valiente a veces, burlón, que sólo se entiende con su amo y dice de él lo que su modestia no le permite. Muchas veces es él quien desencadena la acción o quien protagoniza escenas cómicas.

Los demás personajes se van añadiendo según transcurren las aventuras y van cogiendo fuerza de álbum en álbum. Haddock es un tipo entusiasta, fogoso, de humor cambiante y lenguaje repleto de juramentos; tiene barba y pelo negros, gorra de marino y pipa; evoluciona y mejora pero sin cambiar: intenta controlar su amor a la bebida sin conseguirlo del todo. Silvestre Tornasol, un profesor distraído y torpe, un sabio universal que posee todo tipo de conocimientos, indefenso, tímido, bondadoso y sordo, con la inalterable serenidad del inconsciente. Hernández y Fernández son dos policías antihéroes paralelos y absurdos, cuyos atuendos y comportamiento simétrico no debe llamar a engaño: si fueran gemelos tendrían el mismo apellido. Además: la grandilocuente Bianca Castafiore, todo un personaje dickensiano; el flemático Néstor; el pelmazo Serafín Latón; el insoportable niño rico Abdallah… Y toda una galería de malvados: el hipócrita Rastapopoulos, el torturado Wolff, el equívoco Alcázar, etc.


Tintín en el país de los Soviets
1929, Tintín es enviado a Rusia por su periódico. Son los tiempos posteriores a la revolución rusa y Tintín es perseguido por una temible y torpe policía, de la que logra escapar una y otra vez. (Este álbum tiene el valor de ser el primero. En él aparecen numerosos gags que luego Hergé perfeccionará. Hergé improvisa el desarrollo de la acción y aún no domina todos los resortes del dibujo ni del control de la acción.)
Tintín en el Congo
En la primera viñeta, unos Hernández y Fernández a quienes no se presenta, contemplan cómo Tintín se despide de unos jóvenes boy-scouts y periodistas y comentan: «Parece que es un joven reportero que marcha a África». Ya en al Congo colonial, Tintín caza de todo sin escrúpulos ecologistas, y persigue a un bandido enviado por Al Capone para controlar la producción de diamantes en África. (Relato simple con gags sencillos: Tintín que se disfraza de gorila entre gorilas o de jirafa entre jirafas; un atemorizado Milú ante un león, que al reflexionar «¡Que luego no se diga que yo no hice nada por salvarlo!», lo ataca mordiéndole con ferocidad el rabo...)
Tintín en América
Llega Tintín a Chicago para enfrentarse con Al Capone. Por casualidad o por habilidad, Tintín va saliendo ileso de todos los atentados que sufre. Tiene que ir a buscar a uno de los bandidos al Oeste, y no sólo vence la hostilidad de los Pies Negros, sino que de paso descubre un pozo de petróleo en su territorio. Realiza una persecución tomada de El maquinista de la General; sale bien parado de un intento de linchamiento; desenmascara a unos industriales de una industria conservera donde carne de perros, gatos y ratones sirven para fabricar pastel de liebre; y entrega a la policía, por último, a los 355 miembros del Sindicato de Bandidos de Chicago.
Los cigarros del faraón
En un viaje por mar, mientras atraviesan el canal de Suez, Hernández y Fernández detienen a Tintín y le acusan de pertenecer a una red de traficantes de opio. Tintín huye hasta Port-Said. Entra en una tumba egipcia donde reencuentra un extraño signo que había visto en la vitola de un puro. Apresado y huido varias veces, Tintín termina en la selva hindú, donde vuelve a encontrar el signo citado, descubre las conexiones entre los traficantes de drogas y desvela sus métodos de ocultar el opio dentro de los estuches de tabaco. Se presentan Rastapopoulos y Oliveira da Figueira.
El Loto azul
Continúa la persecución de la misma banda en Shanghai. Los Hijos del Dragón, una sociedad secreta que lucha contra el tráfico de opio, protegen a Tintín de Mitsuhirato, traficante y agente secreto del Japón en China. Una de las claves para resolver el caso está en un fumadero de opio llamado El Loto azul. Cruzando el Yang-Tsé, Tintín salva de morir ahogado a Tchang Tchong-Jen, un chico joven que se convertirá en el compañero de Tintín durante el resto de la aventura. (Con la ayuda de un amigo chino de nombre real Tchang, Hergé se documentó minuciosamente, como hará ya en adelante. También estudió el dibujo oriental y empleó algunas de sus técnicas. Intervino por primera vez Edgar P. JACOBS, que aportó nuevos colores que serán habituales en álbumes posteriores.)
La oreja rota
En el museo etnográfico se roba un valioso fetiche de la tribu arumbaya, que habita en la república de San Teodoros, América del Sur. Muere un escultor que hacía copias de esas figuras, y Tintín y otros están interesados en conseguir un loro que puede dar pistas sobre su posible asesino. Termina viajando a San Teodoros, y allí el dictador Alcázar le nombra coronel de su ejército. En ese puesto, Tintín se opone a declarar una guerra contra el país vecino de Nuevo Rico, como le sugiere una compañía petrolífera, pero Alcázar sí acepta. Entra también en acción un traficante de armas que negocia con ambas partes. Tintín huye hasta donde viven los arumbayas. (Por primera vez, Hergé usa un hilo conductor, la búsqueda de la oreja rota, de modo que cada episodio es un escalón. Este modo de plantear el relato será, a partir de ahora, una constante. Y, también por primera vez, Hergé hace un trabajo esmerado para perfilar la psicología de sus personajes secundarios.)
La isla negra
Tintín sorprende un avión que aterriza sin matrícula. Los ocupantes le disparan. En el hospital le visitan Hernández y Fernández, que le anuncian su viaje a Inglaterra porque acaba de caer allí el avión. Tintín marcha también y averigua que, oculta en una isla que aterroriza a los pescadores de la zona, la isla negra, existe una banda que falsifica billetes. (Hergé reproduce con detalle peculiaridades del ambiente británico e ironiza amablemente sobre él. Es antológico el gag de los bomberos que no encuentran la llave del garaje para sacar el coche.)
El cetro de Ottokar
Syldavia, en los Balcanes. Una organización dirigida por Müsstler (mezcla de Mussolini y Hitler), quiere anexionar Syldavia con Borduria, un estado fronterizo. A la vez que provocan desórdenes en Syldavia, urden un plan para robar el cetro del rey Muskar XII, pues si éste no lo empuña públicamente la fiesta de San Valdimiro, debe abdicar. A la inefable cooperación de Hernández y Fernández se suma la de Bianca Castafiore, cuyo coche recoge a un Tintín perdido en una carretera de Syldavia; cuando canta «el gozo me rebosa de verme tan hermosa», Tintín se apea antes de que continúe. (En este álbum la colaboración de Jacobs se nota en los fondos muy cuidados. Hay conseguidos interiores palaciegos y realistas persecuciones de vehículos por carreteras de montaña.)
El cangrejo de las pinzas de oro
Una serie de acontecimientos que comienzan con Milú atrapando una lata de conservas de cangrejo, terminan con Tintín prisionero a bordo de un barco. Logra evadirse, conoce al capitán Haddock, completamente borracho, averigua que quien realmente manda el barco es el contramaestre Allan, miembro de una banda de traficantes de opio. Tintín y Haddock capturan un hidroavión pero terminan estrellados en el desierto. Ya en Bagghar, puerto de la costa marroquí, Tintín se reencuentra con Hernández y Fernández, sin cuyos desaciertos no habría podido desenmascarar al jefe de la banda. (Este desesperante Haddock no hace suponer su posterior protagonismo. Un Tintín siempre paciente y ejemplar le da la réplica: «Ellos no han dudado en ametrallarnos», dice Haddock; «Pero nosotros no somos bandidos», responde Tintín.)
La estrella misteriosa
El relato se inicia con un logrado clima de angustia, en espera del impacto brutal de una gigantesca masa contra la tierra. Finalmente, un meteorito cae y choca en el Ártico. Dos expediciones científicas intentan hacerse con el meteorito y el nuevo metal que contiene: el calisteno. El perverso millonario Bohlwinkel financia una de ellas e intenta sabotear al Aurora, el barco que pilota Haddock y en el que van Tintín y los científicos. (Primer álbum de Tintín que se colorea. Primera aventura que va más allá de la eterna suerte de Tintín. Un Haddock en lucha contra el alcohol, actúa en un memorable gag cuando se encuentra con un viejo compañero.)
El secreto del Unicornio
Tintín compra una maqueta de un viejo barco, como regalo para Haddock. Ante su sorpresa, pujan por ella otros ansiosos compradores, pero él no cede. Luego resulta ser una reproducción del Unicornio, el mismo barco pintado en un cuadro de un antepasado de Haddock: el caballero de Hadoque. Haddock encuentra, en un antiguo baúl, un diario de su antepasado en el que se describen sus combates con el pirata Rackham el Rojo, y el origen de la maqueta: Hadoque realizó tres copias del Unicornio, para entregar a cada uno de sus hijos con unas enigmáticas notas. Alguien roba la maqueta del barco y, buscándola e intentado descifrar el misterio, Tintín y Haddock llegan hasta los anticuarios Pájaro, cuyo mayordomo es Néstor, un secundario habitual a partir de aquí. (Éste álbum y el posterior, dibujados por Hergé en solitario, forman una unidad y componen una aventura con sabor STEVENSON. Es una historia rápida en la que Hergé recurre a los «flash-backs» de Haddock, cuenta varias historias distantes al mismo tiempo, y presenta el castillo de Moulinsart.)
El tesoro de Rackham el Rojo
Desoyendo el consejo del viejo marino, «créeme, hijo, los tesoros no existen en estos tiempos», Haddock y Tintín embarcan en el Sirius para encontrar el Unicornio y su tesoro. Entra en escena Tornasol, dispuesto a que los expedicionarios empleen su submarino individual, y también terminan embarcándose Hernández y Fernández. Un inesperado y redondo final remata esta prolongación del mundo de VERNE y STEVENSON. (Hergé apoya el humor en la confusión que Tornasol causa a su alrededor, y en el hilarante comportamiento de los detectives. A partir de este álbum, Hergé multiplicará los gags de humor absurdo.)
Las siete bolas de cristal
Los participantes en una expedición etnográfica a Perú y Bolivia, sufren unos extraños atentados con unas bolas de cristal y caen en un sueño letárgico a su regreso. Tintín y Haddock presencian un espectáculo donde un misterioso mago profetiza la enfermedad de otro científico más, canta la Castafiore e, inesperadamente, actúa el general Alcázar. Éste les cuenta que, derrocado por Tapioca, ahora se gana la vida con un número circense en el que muestra su habilidad con los cuchillos. Ocurre un nuevo atentado, estando ellos delante, y desaparece Tornasol. Después de averiguar quién es el responsable de los atentados, Haddock y Tintín parten hacia el Perú en busca de Tornasol. (Primera entrega de una aventura arqueológica que se completa en el álbum siguiente. Hergé es cada vez más meticuloso en los segundos planos.)
El Templo del sol
Tintín y Haddock llegan a El Callao en avión, para esperar la llegada del barco en el que suponen que viene Tornasol. Poco después aparecen Hernández y Fernández. Tintín sube al barco pero es sorprendido y debe huir. Siguen la pista de Tornasol a través de Los Andes, en donde se produce un espectacular accidente de tren. Tintín ayuda a un chico maltratado y eso le gana su simpatía y la de un misterioso observador. Con ayuda del chico, Zorrino, que les proporciona unas llamas y les guía por las montañas, Tintín y Haddock llegan al Templo del Sol, después de atravesar cumbres nevadas, selvas espesas pobladas por toda clase de animales, hondos precipicios y caudalosos torrentes. Detrás de una cascada, Tintín penetra por un misterioso pasadizo, que le conduce al interior del Templo, y a presencia del Hijo del Sol, que les condena a muerte. (El sabor de aventura a lo Rider HAGGARD es patente cuando Tintín emplea el clásico recurso del eclipse para impresionar a los nativos. La antipatía de Haddock hacia las llamas ocasiona un repetido gag.)
Tintín en el país del oro negro
Investigando accidentes debidos a la mala calidad de la gasolina, Tintín cae en un Oriente Medio en plena ebullición debido al conflicto israelí-palestino de los años 50. La acción se centra en los intentos de Bab el Ehr para derribar del poder al Emir Ben Kalish Ezab, contra el fondo de la lucha por controlar el petróleo. (Reaparecen antiguos rivales y viejos conocidos. Se presentan Ezab y su estomagante hijo Abdallah. Quedan para la historia los espejismos de Hernández y Fernández en el desierto.)
Objetivo: la Luna
Tintín y Haddock siguen a Tornasol a Sbrodj, Syldavia, donde ha sido nombrado director de un ultrasecreto proyecto de mandar un cohete a la Luna. Se lanza el primer X-FLR6 que, como es interceptado al regreso, Tornasol lo hace explotar para evitar que otros accedan a sus secretos. Preparan el segundo lanzamiento, que irá tripulado por Haddock, Tintín, Milú, Tornasol y su ayudante, el ingeniero Wolff. (Todo el álbum es una preparación para el viaje, que tendrá lugar en el siguiente. Hergé abusa del texto: de los gags de cine cómico de su primera época ha evolucionado a los gags basados en el lenguaje. En este álbum y en el posterior, Hergé demuestra su capacidad de crear climas de agobio y ansiedad, como el de la tensión en la espera del despegue.)
Aterrizaje en la luna
En el viaje a la Luna aparecen Hernández y Fernández, que se habían ocultado en el interior del cohete. Haddock se emborracha y realiza un caótico paseo espacial. Tintín es el primer hombre que pisa la Luna. Descubren agua helada. Entra en acción un nuevo polizón, que pretende controlar la nave. (Hergé se disfraza de autor de anticipación al narrar el paseo espacial y el descubrimiento de agua en la Luna. En relación a las aventuras anteriores, añade más matices psicológicos en personajes ambiguos y torturados como Wolff, y elementos poéticos, como se aprecia en los comentarios de Tintín cuando alunizan: «¡Qué alucinante espectáculo!... Es... es..., ¿cómo describirlo?... Un paisaje de pesadilla de muerte, de espantosa desolación... Ni un árbol, ni una flor, ni una brizna de hierva... Ni un pájaro, ni un ruido, ni una nube... En el cielo, negro como la tinta, brillan millones de estrellas... pero inmóviles, heladas, sin ese parpadeo que, desde la Tierra, las hace tan vivas...».)
El asunto Tornasol
Cristales y porcelanas se rompen sin motivo aparente. Distintas pistas inducen a Tintín y Haddock a seguir a Tornasol hasta Ginebra, donde averiguan que ha ido a visitar a un experto en ultrasonidos. Allí se ven en medio de un enfrentamiento entre syldavos y bordurios, que desean el invento de Tornasol para su aplicación militar. (Álbum redactado en plena Guerra fría, narra episodios típicos de espías en países del antiguo Este de Europa. Irrumpe Serafín Latón en las primeras escenas y ya no deja de molestar a lo largo del relato. En contraste con los largos parlamentos de los álbumes de la luna, los textos de los diálogos son sobrios.)
Stock de coque
Después de un misterioso reencuentro con el general Alcázar, y de la desesperante llegada del pequeño Abdallah a Moulinsart, Tintín y Haddock viajan a Khemed. Allí ha sido derrocado el padre de Abdallah por el pérfido Bab El Ehr. Detrás opera una misteriosa red que comercia con esclavos, coque según el argot de los traficantes. (Narración en la que reaparecen multitud de personajes de álbumes anteriores, con papeles mayores o menores: Oliveira da Figueira, Allan, Castafiore, Rastapopoulos, Serafín Latón y otros.)
Tintín en el Tíbet
Tchang, el amigo de Tintín, sufre un accidente de avión en Nepal. Aunque todos los indicios apuntan a que ha fallecido, Tintín se deja llevar por el presentimiento de que vive y va en su busca acompañado por Haddock. Llegados a Nepal, contratan guías que les llevan hasta los restos del avión por espectaculares pasajes montañosos que son el pórtico de un blanco mundo nevado, no sin vencer el pánico de los indígenas al Yeti, el abominable hombre de las nieves. Terminan en un monasterio de Lamas, donde Rayo Bendito, un lama visionario, les dará las pistas necesarias para encontrar a Tchang. (Álbum poético, el más conseguido desde un punto de vista narrativo, a pesar de que la única acción es el viaje y no hay enemigos sino sólo dificultades. Hergé integra con naturalidad en la trama los sueños de Haddock o los conflictos de conciencia de Milú. Si es verosímil el lanzamiento de la aventura con un sueño premonitorio, tal vez es excesivo que todo se resuelva gracias a las visiones de Rayo Bendito. En cualquier caso, Hergé hace un emotivo canto a la amistad y a la fidelidad.)
Las joyas de la Castafiore
La Castafiore se autoinvita unos días a Moulinsart. Su presencia provoca visitas de periodistas y un desorden notable. Un encrespado Haddock se lesiona en una caída y debe desplazarse en silla de ruedas. Las joyas de la Castafiore desaparecen y se organiza un revuelo enorme, pero en realidad no habían desaparecido. Pero cuando se va, una de sus esmeraldas desaparece de verdad. Las investigaciones conducen a un final distinto del sospechado por Hernández y Fernández. (Historia delirante, en la que nada es lo que parece y en la que predomina un clima de confusión y desconcierto. Todos hablan y nadie parece comprender nada, los equívocos son constantes, la intriga de las joyas no coge verdadera fuerza. Hergé, mezclando lo cómico y lo absurdo, extrema los tics de sus personajes y transforma en aventura el caos de sus vidas cotidianas.)
Vuelo 714 para Sydney
De paso por Jakarta, Tintín y sus amigos son presentados al millonario Laszlo Carreidas, que les propone continuar viaje a Sydney en su nuevo avión, el Carreidas 160 JET. Algunos tripulantes secuestran el avión y lo desvían a una pequeña isla, donde Rastapopoulos quiere a toda costa conocer los datos de la fortuna de Carreidas. En el momento decisivo, como un nuevo capitán Nemo, interviene un extraño que les orienta y salva con ayuda de técnicas de transmisión del pensamiento. Y justo antes de que la isla sea arrasada por una erupción volcánica, un platillo volante los saca de allí. (La novedad del álbum es la del nuevo avión con alas de geometría variable. La trama es menos jugosa y más convencional que otras. Un Hergé influido por las críticas, desmitifica un poco a sus personajes, cuyo comportamiento es a veces algo histérico.)
Tintín y los Pícaros
En San Teodoros, un país de América Latina, domina el general Tapioca. Éste detiene a la Castafiore y a Hernández y Fernández, y los acusa de formar parte de un complot para derrocarle. También Haddock, Tintín y Tornasol son acusados de ser cómplices de sus opositores, el general Alcázar y sus guerrilleros, los «pícaros». Al frente de la policía del Estado está el coronel Esponja, antiguo coronel Sponz, (viejo conocido de El asunto Tornasol). En fin, el trío se dispone probar su inocencia, pero una vez en Tapiocápolis se ven involucrados en el movimiento guerrillero de Alcázar, al que ayudan para derrocar a Tapioca, aunque Tintín pone una condición: que no haya derramamiento de sangre. Consiguen su objetivo y se marchan dejando en el poder a un nuevo dictador que no promete mejorar al anterior. (En un ambiente con un cierto aire de revolución cubana, otra vez Hergé ironiza con sus personajes, e introduce a Astérix en una escena del carnaval, en un guiño al personaje-líder del cómic después de Tintín. El equívoco comportamiento de Tintín y Haddock, cansados ya de aventuras, no es coherente con su pasado, y Hergé lo sabe: Tornasol no quiere recibir la condecoración de Alcázar —«No gracias, nunca bebo entre las comidas»—, y es Serafín Latón, el prototipo de la mediocridad, quien al final grita «¡Viva Alcázar, que sabe triunfar!».)

Cuando le comentaron a Hergé que Tintín estaba siendo desplazado por Astérix, replicó: «Uno se puede identificar con Tintín, no con Astérix». Y es que, para Hergé, Tintín es un modelo: su aspecto físico revela ingenuidad y pillería, es valiente, generoso, leal, activo, luchador, desenvuelto, discreto, defensor de los débiles… y afortunado. Además, el carácter ejemplar de Tintín y sus aventuras tiene otra dimensión: en el mundo del cómic de la época, normalmente apresurado y chapucero, Hergé impone profesionalidad y cuidado; pone un esmero incansable para mejorar la calidad de su dibujo, de sus textos, y de sus tramas; y acierta de lleno al crear unos personajes cada vez más ricos y definidos, que llegan a ser familiares al lector.

Como los dibujantes de cómic pioneros, Hergé bebió sus argumentos de las clásicas novelas de aventuras y de los folletines policiacos, y siempre reconoció influencias novelescas de Sin familia (MALOT), La isla del tesoro (STEVENSON), Los tres mosqueteros (DUMAS), Grandes Esperanzas (DICKENS)… Pero tuvo su principal fuente de imágenes en el cine mudo que vio en su niñez y juventud, y confesó más de una ocasión su deuda con el cine de Chaplin, del que tomó el ritmo y el encadenamiento de los gags, más que como chistes como efectos visuales cómicos cuyo secreto es la rapidez, y en quien se inspiró para el desvalido Tornasol.

Al comienzo, Tintín fue una historia por entregas. Hergé buscaba conectar el final de cada página con el principio de la siguiente. Más tarde, Hergé concebía el conjunto de la historia primero e iba desarrollándola después. Aunque concedía una parcial autonomía narrativa al gag, estructurado en planteamiento, nudo y desenlace, lo importante para él era fijar el hilo conductor de toda la historia, para luego actuar como un director de cine: no le importaba dibujar con desorden cronológico y saltar de una página a otra, se dejaba llevar por una intuitiva pero muy trabajada lógica de lo visual que buscaba imágenes que se explicaran por sí mismas y que condujeran de unas a otras. Al final, la magia nacía con el montaje. Pero desde los comienzos Hergé tuvo claro que se trataba de contar una historia, no de dibujar por dibujar. Y a esa finalidad subordinaba todo el trabajo: por encima de todo quería claridad, comprensión, máxima legibilidad. Esto se traducía en unos dibujos de trazo firme y cerrado, sin sombras, ni claroscuros, ni convenciones inútiles. De la mala calidad de la impresión en su época procederá su aversión por los degradados y su preferencia por los colores planos. La búsqueda de la nitidez gráfica y la simplicidad se advertía no sólo en los trazos, sino también en la composición de la viñeta y de toda la historia: pensaba mucho cada portada, escogía la tipografía más adecuada, evitaba las viñetas de relleno.

En los primeros álbumes predominaba el exotismo, abundaban los viajes, y había errores en la lógica de los acontecimientos. El Loto azul marca un antes y un después: a partir de él, Hergé se hace más un novelista en imágenes que un ilustrador, controla mejor el ritmo de la historia, todos sus detalles son verosímiles y su técnica es cada vez más rigurosa, hasta conseguir, por ejemplo, persecuciones de coche que son auténticas escenas de película; y gags a pie de página sensacionales, como las aventuras del esparadrapo que salta de viñeta en viñeta en El asunto Tornasol. Además, a lo largo de su vida, Hergé fue mejorando los álbumes anteriores, rehaciendo viñetas y dibujos, corrigiendo errores señalados por los mismos lectores, modificando lo que podría «herir» sensibilidades, por razones de conveniencia política o por revelar conceptos subyacentes de racismo, paternalismo, etc. El álbum que Hergé corrigió más fue En el país del oro negro: abandonado durante años, lo retomó en los 70 para suprimir referencias a los combates anteriores a la independencia de Israel.

El álbum favorito para Hergé fue Tintín en el Tíbet. Sus dibujos preferidos eran dos. Uno está en El cangrejo de las pinzas de oro: se ven unos ladrones en las dunas, tumbados en primer plano, incorporándose en un segundo plano y escapándose en el tercero, asustados por los insultos de Haddock que resuenan en el desierto: todo un hallazgo que le permite condensar una secuencia en una sola viñeta, como «encontrar un atajo de espacio y tiempo». El otro dibujo es también un ejemplo de síntesis y se halla en El tesoro de Rackham el rojo: Haddock desembarca en la isla fusil en mano, mientras, en segundo plano, Tintín y Hernández y Fernández arrastran la barca hacia la playa, y al fondo la silueta del Sirius se recorta en el horizonte: el lector reconstruye inconscientemente varios movimientos anteriores, como un «flash-back» instantáneo.

Más información

Entre la enorme bibliografía sobre Tintín, la biografía de Hergé que firma Pierre Assouline, de la que tomo ideas y algunos textos que van entrecomillados, es un trabajo muy completo. Assouline, director de la revista Lire, y autor de otras biografías de escritores, sigue paso a paso la vida y el trabajo de Hergé. Habla de su colaboración en Le Soir, periódico controlado por los nazis, durante la guerra, y concluye que, aunque sus simpatías no estaban con los nazis, al poner su prestigio a su servicio, contribuyó a que Le Soir vendiera más. Al terminar la guerra es ayudado a poner en sordina ese pasado poco claro, y se centró en la recién creada revista Tintin, y en la puesta en marcha de los Estudios Hergé, en los que se produjeron nuevos álbumes y se reelaboraron una y otra vez los álbumes anteriores. De la biografía de Assouline surge un Hergé con un lado genial y un lado gris. Fue una persona con cualidades indudables: afabilidad, sentido de la amistad y del agradecimiento, rigor profesional. En la zona de sombra, su complicidad implícita con el nazismo y, quizá, su falta de generosidad para reconocer los méritos de otros en Tintín. En relación a esto es preciso señalar, sin embargo, que si en América los dibujantes están afiliados a un sindicato y su trabajo es colectivo, en la individualista Europa la estrella es el dibujante y nadie puede tocar su personaje y su producto. Por otra parte, en el caso de Hergé hay que resaltar que, además de ser el creador de sus personajes y de que los primeros álbumes los dibujó casi en solitario, estableció una vinculación muy estrecha con su obra: «Confieso que en Tintín he puesto toda mi vida», dijo en una ocasión. Y, a mi juicio, esto es lo interesante del trabajo de Assouline: los detalles y las circunstancias del proceso de creación y modificación de cada uno de los álbumes de Tintín.

Bibliografía:
—Pierre Assouline. Hergé. Barcelona: Destino, 1998, 2ª ed.; 443 pp.; col. Áncora y Delfín; trad. de Juan Carlos Durán Romero; ISBN: 84-233-2950-X.
—Fernando Zaparaín. Tintín: atajos en el tiempo y en el espacio. Revista CLIJ, n. 136, III-2001.


6 agosto, 2008
Imprimir

Comments are closed.