VERNE, Jules

VERNE, JulesAutores
 

Escritor francés. 1828-1905. Nació en Nantes. Su vida estuvo marcada por el avance de la ciencia: tren, avión, fotografía, cine, telégrafo, radio, vapor, submarino… Sus tempranos deseos de viajar y embarcarse fueron frustrados por su padre. Estudió Derecho. Publicó algunas obras de teatro. Diez años de oscuro trabajo en la Biblioteca Nacional pusieron las bases de su gran erudición y de su gran proyecto: escribir «la novela de la ciencia». El encuentro en 1862 con su futuro editor, Jules Hetzel, determinó su vida, y le llevó a un absorbente ritmo de producción. Es el escritor más traducido de su país. Falleció en Amiens.


Cinco semanas en globo
Madrid: Anaya, 1999, 4ª impr.; 334 pp.; col. Tus libros; ilust. de Edouard Riou y Henri de Montaut; trad. de Juana Salabert; apéndice de Miguel Salabert; ISBN: 84-207-3357-1. Otra edición en Madrid: Espasa, 2000; 288 pp.; col. Espasa juvenil; trad. de Mariano Arrazola; ISBN: 84-239-5898-1. Nueva edición en Madrid: Alianza, 2016; 376 pp.; col. El libro de bolsillo; trad. de Juana Salabert; ISBN: 978-8491044161. [Vista del libro en amazon.es]

El doctor Samuel Fergusson, su criado Joe y su amigo el escocés Dick Kennedy, atraviesan África en globo de este a oeste y logran salir indemnes de sus aventuras.


Los hijos del Capitán Grant
Barcelona: Círculo de Lectores, 1980, 11ª ed.; 240 pp.; trad. de José María Carbonell; ISBN: 84-226-0081-1; agotado. Nueva edición de la misma editorial en 1997, 2ª ed.; 736 pp.; trad. de Th. Scheppelmann; ISBN: 84-226-6226-4.

Un noble inglés decide viajar a la Patagonia en busca del Capitán Grant, desaparecido en una travesía anterior. Embarca en el «Duncan» acompañado por «una tribu de bravos escoceses, un grupo de hombres honrados, fieles, decididos y satisfechos de su profesión, tan hábiles en el manejo de las armas como en la maniobra de un barco». Lleva con él a Roberto y María Grant, de doce y dieciséis años, respectivamente.


Veinte mil leguas de viaje submarino
Madrid: Anaya, 2004, 5ª impr.; 557 pp.; col. Tus libros; ilust. de Alphonse de Neuville y Édouard Riou; trad., notas, prólogo y apéndice de Miguel Ángel Navarrete; ISBN: 84-207-6535-X. Otra edición en Madrid: Alianza, 2012; 608 pp.; col. El Libro de bolsillo, biblioteca Verne; trad. de Miguel Salabert; ISBN: 978-8420608426. [Vista del libro en amazon.es]

El profesor Pierre Aronnax, su criado Conseil y el arponero canadiense Ned Land, se ven embarcados en el Nautilus, una misteriosa nave capaz de sumergirse y patroneada por un no menos misterioso capitán, al que no conocerán hasta el capítulo IX. Las toneladas de conocimientos acerca del mar que sus cerebros almacenarán durante la travesía no les impedirán salir a flote de nuevo.


La vuelta al mundo en 80 días
Madrid: Anaya, 2001, 10ª impr.; 288 pp.; col. Tus libros; ilust. de Alphonse de Neuville y Léon Benett; trad. de Javier Torrente; apéndice de Constantino Bértolo Cadenas; ISBN: 84-207-3186-2. Otras ediciones en: —Madrid: Alianza, 2011; 384 pp.; col. El libro de bolsillo; trad. de Miguel Salabert; ISBN: 978-8420653341; vista de esta edición en amazon.es; —Barcelona: Edebé, 2017; 304 pp.; col. Clásicos juveniles; trad. de Manuel Quinto; apéndice de Teresa Colomer; ISBN: 978-8468333069; vista de esta edición en amazon.es; —Madrid: Austral, 2018; 512 pp.; col. Austral intrépida; ilust. de Neuville y Benett; trad. de Mauro Armiño; ISBN: 978-8408190813; vista del libro en amazon.es.

El rico y misterioso caballero Phileas Fogg apuesta con sus compañeros de club de Londres que dará la vuelta al mundo en ochenta días. Le acompañará su criado francés, recién contratado, el joven Jean Passepartout. Se suceden los incidentes mientras a veces los viajeros ganan tiempo respecto al plan previsto y a veces sufren contratiempos que los retrasan. El inspector de policía inglés, Fix, convencido de que Fogg es un misterioso ladrón que ha desvalijado un banco unos días antes de su viaje, sigue a Fogg en su periplo a la espera de la oportunidad para detenerle.


La isla misteriosa
Incluida en Novelas escogidas, tomo III. Madrid: Aguilar, 1978; 843 pp.; col. El lince inquieto; ilust. de Jules Férat; trad. de Antonio Álvarez Práxedes y Salvador Bordoy Luque; ISBN: 84-03-68100-3; agotado.
Otra edición en Madrid: Alianza, 1998; 696 pp.; col. El libro de bolsillo, biblioteca juvenil; trad. de Miguel Salabert; ISBN: 84-206-3664-9. [Vista del libro en amazon.es]

Cinco prisioneros de los sudistas en la Guerra de Secesión norteamericana huyen en globo y, arrastrados por el viento, aterrizan en una isla solitaria en medio del Pacífico. Cyrus Smith, ingeniero, «un microcosmos, un compuesto de todas las ciencias y de toda la inteligencia humana. Lo mismo daba encontrarse sin Cyrus en la ciudad más industriosa, que con Cyrus en una isla desierta. Con él no podía faltar nada». Nab, sirviente del ingeniero, el valor, el celo, la abnegación personificada; astuto, inteligente, incansable, robusto, de una salud de hierro. Gedeón Spilett, periodista. Pencroff, el marino, y Harbert Brown, su hijo adoptivo, un joven huérfano inteligente y activo, que nada como un pez, muy entendido en Historia Natural. Top, «un magnífico perro anglo-normando que poseía de esas dos razas cruzadas la velocidad de las patas y la finura del olfato, las dos cualidades por excelencia del sabueso». El mismo narrador nos lo pronostica: «Hubiese sido realmente difícil reunir cinco hombres más adecuados para luchar contra el Destino, más seguros para triunfar».


Miguel Strogoff
Barcelona: Ramón Sopena, 1978; 352 pp.; trad. de Felipe Cabañas Ventura; ISBN: 84-303-0423-1; agotado.
Otra edición en Madrid: Anaya, 1991, 5ª impr.; 411 pp.; col. Tus Libros; ilust. de Jules Férat; trad., apéndice y notas de Iñigo Valverde Mordt; ISBN: 84-207-4147-7. Nueva edición en Madrid: Alianza, 2017; 456 pp.; col. El libro de bolsillo; trad. de Iñigo Valverde Mordt; ISBN: 978-84-9104-797-1. [Vista del libro en amazon.es]

Miguel Strogoff, un hombre que «tiene todo lo que se necesita para triunfar allí donde otros resultarían derrotados» ha de atravesar Siberia para entregar un mensaje al hermano del emperador. En su misma dirección viajan la joven Nadia, una chica hermosa y valiente, que desea reunirse con su padre; y dos periodistas, el inglés Enrique Blount y el francés Alcides Jolivet, cuya descripción se resume en que si «el francés era todo ojos, el inglés era todo oídos». El correo del zar deberá superar en astucia al traidor Iván Ogareff.


Un capitán de quince años
Barcelona: Nauta, 1984, 3ª ed.; 400 pp.; ISBN: 84-278-0879-8. Otra edición en Barcelona: Círculo de lectores, 1997, 2ª ed.; 424 pp.; trad. de Joaquín Gallardo; ISBN: 84-226-6228-0.

Cuando el capitán y la tripulación perecen al intentar capturar una ballena, el grumete Dick Sand, huérfano pero «uno de esos seres privilegiados […] de los que todo lo hacen con buena mano y caminan siempre con pie firme», ha de hacerse cargo del barco. En él viajan la esposa del armador con su pequeño hijo Jack y su primo, un sabio entomólogo; unos esclavos negros rescatados del mar y un malvado cocinero portugués que será el causante del naufragio del barco en las costas del África ecuatorial. Dick contará con un extraordinario perro, Dingo; y con la incalculable ayuda de un fortísimo negro, el «vigoroso Hércules», para enfrentarse a los tratantes de esclavos. Al final, acabaremos sabiendo multitud de cosas acerca de la fauna y la flora africanas.


Escuela de Robinsones
Madrid: Valdemar, 1999; 272 pp.; col. El Club Diógenes; trad. de Mauro Fernández Alonso de Armiño; ISBN: 84-7702-262-3. Nueva edición en Barcelona: Molino, 2013; 288 pp.; trad. de Manuel Vallvé; ISBN: 978-8427203754. [Vista del libro en amazon.es]

Parodia de las robinsonadas. El joven sobrino de un rico comerciante norteamericano y un amigo suyo acaban en una isla desierta, donde se organizan durante unos meses. Pero todo se les va complicando en exceso.


Dos años de vacaciones
Barcelona: Círculo de lectores, 1998, 2ª impr.; 416 pp.; ilust. de Léon Benett; trad. de E. M.; ISBN: 84-226-6236-1.

Historia de quince chicos de Nueva Zelanda que naufragan en una isla del Pacífico, cuyos líderes quinceañeros son un sensato norteamericano, un inteligente y honrado francés, y un valiente pero picajoso inglés.


La esfinge de los hielos
Madrid: Anaya, 1992; 379 pp.; col. Tus libros; ilust. de George Roux; trad. de Javier Torrente; apéndice de Constantino Bértolo Cadenas; ISBN: 84-207-4481-6.

Intento de Verne de poner fin a la inacabada Aventuras de Arturo Gordon Pym, de Edgar Allan POE. Un incrédulo norteamericano acaba por comprobar la veracidad de aquella narración de Poe: cuando embarca en la Halbrane descubre que su capitán, Len Guy, es hermano de William Guy, que fuera capitán de la goleta Jane que recogió a Pym y sus compañeros después del naufragio del Grampus. Además, en la misma Halbrane se oculta el fortísimo Dirk Peters, el mestizo compañero de Pym.


El faro del fin del mundo
En el volumen 11 de Lo mejor de Julio Verne, un libro que contiene también Una ciudad flotante. Barcelona: Nauta, 1987; 118 pp. de 245 pp.; no indica traductor; ISBN: 8427811098.
Otra edición en Barcelona: Vicens-Vives, 1998, 10ª impr.; 256 pp.; col. Aula de literatura Vicens-Vives; trad. de Pedro Darnell; ISBN: 84-316-2585-6.

La novela comienza cuando se inaugura, el 9 de diciembre de 1859, un faro en la isla de los Estados, situada en el extremo sudoeste de América y separada de la Tierra del Fuego por el estrecho de Lemaire. Allí quedan tres fareros pero, sin que nadie lo supiera, en otro lugar se ocultaban unos piratas con el botín que habían obtenido al provocar el naufragio de algunos barcos. Primero los piratas matan a dos fareros pero el jefe, Vázquez, escapa. Luego provocan otro naufragio en el que mueren todos los marineros menos uno, John Davis, al que Vázquez rescata. Y entre los dos intentarán que los piratas no logren reflotar su barco y marcharse impunemente.



Con Cinco semanas en globo (Cinq semaines en ballon, 1863), Verne inicia la serie de sesenta y cuatro novelas de aventuras y anticipación que componen los VIAJES EXTRAORDINARIOS. A ella siguieron Viaje al centro de la tierra (Voyage au centre de la Terre, 1864), De la tierra a la luna (De la Terre à la Lune, 1865) —que continuaría en Alrededor de la luna (Autour de la Lune, 1870)—, Las aventuras del Capitán Hatteras (Voyages et Aventures du capitaine Hatteras, 1866)… Y a continuación llegó Los hijos del Capitán Grant, un relato en el que aflora un romanticismo algo empalagoso, superior al de otras novelas posteriores, pero en el que surge un Verne que narra la lucha del hombre por descubrir y domar la naturaleza, con una seguridad inconmovible en las posibilidades de la ciencia y la técnica modernas.

Esto último se hace más patente aún en La isla misteriosa, donde Verne narra el desenlace de la historia del capitán Nemo, anteriormente presentado en Veinte mil leguas de viaje submarino. En La isla misteriosa, dice Verne, hay «mucha más imaginación que en las demás (novelas) y eso que yo llamo el “crescendo” va progresando de una forma como quien dice matemática». En su argumento enriquece la tradición de las novelas robinsonianas al añadir un matiz bien subrayado por el narrador: «Los héroes imaginados de Daniel DEFOE o de WYSS, […] no estuvieron nunca en una escasez tan absoluta. […] Aquí ni un instrumento, ni un utensilio: nada. ¡Tendrían que conseguirlo todo! […] (Pero ellos) sobrepasaban cien codos a los robinsones de otros tiempos, para quienes todo era casi un milagro hacerlo. Y, en efecto, ellos “sabían”, y el hombre que “sabe”, triunfa donde otros vegetarían y perecerían inevitablemente». Y es que la confianza en la ciencia lo domina todo: los protagonistas de Verne, además de pacientes descriptores de todo razonamiento propio y de todo descubrimiento, tienen una curiosidad insaciable. Y a veces, las explicaciones científicas, más que solucionar los misterios, los acaban engrandeciendo: Cyrus Smith no temerá predecir que «cuando estén agotados los yacimientos de hulla, se producirá el calor con agua. El agua es el carbón del porvenir».

Verne mezcla hechos demostrables con hipótesis pasmosas, hace sugerencias innovadoras y convincentes sobre las aplicaciones de las nuevas ciencias: submarino que funciona con baterías, aeroplanos en los que viajan pasajeros… Pero además, aunque sus protagonistas normalmente son «unidimensionales», también puede lograr escenas conmovedoras, efectuar retratos excelentes, encadenar diálogos vivos y dramáticos, añadir contrapuntos cómicos. Esto se ve bien en La vuelta al mundo en ochenta días, un ejemplo de maestría narrativa, que cabría calificar de periodística por la cantidad de datos que da; de maestría constructiva, pues es una historia que funciona como un mecanismo de precisión, tanto al ir dando cuenta de los tiempos del viaje como al ir combinándose con la inquietud por la persecución policial; y de habilidad en la construcción de personajes, pues el narrador no entra para nada en el mundo interior del impasible Fogg al tiempo que sí da cuenta de los pensamientos del joven y alocado Passepartout, capaz de hacerse cargo de que su jefe tiene corazón.

Por otro lado, algunas veces Verne cambia un poco de registro. Miguel Strogoff será un héroe distinto a otros personajes del autor, más parecido a los que pintarán SALGARI y MAY, un ejemplo de hombre íntegro, fiel al compromiso y leal hasta la muerte, en cuyo comportamiento no hay la más mínima fisura, algo que lo hace tan atractivo como irreal y lejano. También El faro del fin del mundo es un relato menos científico y más aventurero que otros, en el que todo es tenso y verosímil, y en el que tanto las hazañas de los héroes como las maldades de los villanos están ajustadas a lo posible. El lector tendrá la seguridad de que todo saldrá bien pues Vázquez, de cuarenta y siete años «era vigoroso, de una salud a toda prueba, enérgico, familiarizado con el peligro. Como marino, había navegado por todos los mares, habiéndose visto más de una vez a dos dedos de la muerte, de la que se salvó siempre gracias a su serenidad y arrojo». Y John Davis «era tan resuelto como Vázquez, uno de esos americanos de temperamento de hierro, que, como vulgarmente se dice, debía tener “siete vidas”, como los gatos».

Las preferencias por unas u otras novelas de Verne dependen no tanto de que la calidad de unas sea mayor que la de otras, como de las preferencias personales y del momento de la vida en que se han leído sus relatos.

Una cabeza numismática

Por las páginas de Verne pululan héroes de muchas clases. Pueden ser hombres de acción como Strogoff, pero sobre todo destacan los científicos, que pueden ir desde el riguroso y exacto Cyrus Smith de La isla misteriosa hasta el pintoresco y extravagante geógrafo Santiago Paganel, de Los hijos del Capitán Grant.

Así, Cyrus Smith, el ingeniero, era un «hombre de inteligencia privilegiada, verdadero americano del Norte, delgado, huesudo, casi esquelético, de unos cuarenta y cinco años, sus cabellos cortados al rape y su barba caneaban ya, y aunque iba completamente afeitado, conservaba un espeso bigote. Poseía una de esas cabezas “numismáticas”, que parecen hechas para ser grabadas en medallas. […] Al mismo tiempo que el ingenio mental poseía la suprema habilidad manual. Actuaba sin esfuerzo, poseyendo esa persistencia viva que desafía a toda mala suerte».

No ve lo que mira ni entiende lo que oye

El cliché de «sabio en las nubes» debe mucho a los científicos distraídos de Verne. Véase si no el retrato de Santiago Paganel en Los hijos del Capitán Grant: «Aparentaba tener unos cuarenta años y parecía un clavo de cabeza gruesa. Era alto, seco, huesudo, con una cabeza grande y achatada, nariz larga y barbilla saliente, mientras sus ojos se disimulaban tras unas enormes gafas redondas, y su mirada denotaba esa indecisión peculiar de los nictálopes, o sea, de aquellos que tienen una disposición especial del ojo que permite ver los objetos en la oscuridad. […] Sin haber hablado todavía, se le sentía locuaz y sobre todo distraído, como esas personas que no ven lo que miran ni entienden lo que oyen. Vestía americana de terciopelo color castaño, con incontables bolsillos, atestados, al parecer, de cuadernos, agendas, libros de apuntes, carteras y otros mil objetos tan molestos como inútiles. El pantalón era de la misma tela y calzaba sus pies con fuertes zapatos de color y polainas de cuero. Y para completar tan interesante indumentaria, iba cubierto con una gorra de viaje y llevaba un catalejo en bandolera».

Héroe de la curiosidad

El sentido del humor de Verne puede aflorar en las descripciones más serias de los héroes, pero normalmente se muestra en los personajes del segundo nivel: «Gedeón Spilett pertenecía a la raza de esos asombrosos cronistas ingleses o americanos, que no retroceden jamás con tal de obtener una información exacta y transmitirla a su periódico en el plazo más breve posible. Tenía la mirada del hombre que tiene la costumbre de percibir rápidamente todos los detalles de un horizonte. Fogoso en el consejo, resuelto en la acción, verdadero héroe de la curiosidad, de lo inédito, de lo desconocido, de lo imposible, era uno de esos intrépidos observadores que escriben bajo las balas. No cansaba a los hilos telegráficos con incesantes telegramas. Cada una de sus notas, cortas, claras, concisas, proyectaba la luz sobre un punto importante. Además, no le faltaba el humor. Fue él quien, tras la victoria de Río Negro, queriendo conservar a toda costa su sitio en la cabina de la oficina telegráfica, transmitió durante dos horas los primeros capítulos de la Biblia. Aquello le costó 2.000 dólares al New York Herald, pero fue el primer periódico informado. Cuando fue cogido prisionero estaba haciendo la descripción y el croquis de la batalla. Las últimas palabras anotadas en su cuaderno fueron las siguientes: “Un sudista me apunta con el fusil y…” Y erró el tiro que iba dirigido a Gedeón Spilett, porque, siguiendo su invariable costumbre, salió del tropiezo sin un arañazo».

Más información biográfica

En su biografía sobre Verne, Herbert Lottman explica que la vida del escritor francés fue, vista desde fuera, poco novelesca, incluso aburrida. Sin embargo él no la vivió así: fue un autor entusiasta, con una capacidad de trabajo abrumadora, el primero que proclamó que la investigación científica podía ser la más formidable aventura. Su influencia y su valor no se miden sólo en el terreno literario o narrativo, sino también en la importancia que sus novelas tienen como testimonio histórico del nacimiento de lo que llamamos mundo moderno y en el de la cantidad de vocaciones científicas que su lectura ha suscitado. Como dice Ray BRADBURY, «cada cual a su modo, todos somos hijos de Jules Verne».

Otro libro: El conde de Chanteleine.

Bibliografía:
—Herbert Lottman. Jules Verne (1996). Barcelona: Anagrama, 1988; 458 pp.; col. Biblioteca de la memoria; trad. de María Teresa Gallego Urrutia; ISBN: 84-339-0782-4.
—Monográfico dedicado a Julio Verne. Revista CLIJ, n. 77, XI.1995.


6 febrero, 2006
Imprimir

Comments are closed.