DEFOE, Daniel

DEFOE, DanielAutores
 

Escritor inglés. 1661-1731. Nació en Londres. Fue comerciante, «periodista» político y espía. Viajó mucho. Sus actividades le condujeron a prisión. Murió en una pensión, solo y abandonado.


Robinson Crusoe
Madrid: Anaya, 1999, 8ª impr.; 296 pp.; col. Tus libros; ilust. de J. J. Grandville; trad. de Martha Eguía; apéndice de Emilio Pascual; ISBN: 84-207-3613-9.
Otras ediciones:
—Barcelona: Planeta, 1987, 3ª ed.; 321 pp.; col. Clásicos universales; introd. de Aranzazu Usandizaga; trad. de Carlos Pujol; ISBN: 84-320-3847-4. Nueva edición, con el mismo traductor, en Austral, 2018; 512 pp.; col. Austral intrépida; ISBN 978-8408190813; vista del libro en amazon.es.
—Madrid: Valdemar, 2002; 490 pp.; col. Avatares; ilust. de N. C. WYETH; trad. de Julio Cortázar; ISBN: 84-7702-420-0; en esta edición se incluye la segunda parte de la historia de Robinson que se resumía en las últimas páginas de la primera.
—una versión reducida, bien hecha e ilustrada, está en Barcelona: Vicens Vives, 2013; 144 pp.; col. Cucaña; adaptación y notas de Eduardo Alonso; ilust. de Robert INGPEN; actividades de Joan Manuel Soldevilla; ISBN: 978-84-316-6804-4; Vista del libro en amazon.es.

Defoe redacta su novela basándose en las peripecias de un marinero escocés, Alexander Selkirk, que había vivido varios años en la isla de Juan Fernández, cercana de la costa chilena. Robinson Crusoe sobrevive veintiocho años en una isla desierta, gracias a su ingenio y habilidad; y tendrá la compañía de Viernes, un nativo al que Crusoe rescata de sus compañeros caníbales.



Daniel Defoe es el primer periodista moderno. Su lenguaje sobrio y concreto, de un realismo escrupuloso, es el de la crónica: anota, confronta, documenta o expone de forma veraz aunque los hechos sean inventados por él u oídos contar a marineros fanfarrones. Robinson habla como un testigo, incluso cuando relata sus propias vivencias. Alterna continuamente las descripciones de hechos externos con los pensamientos e imágenes interiores, perceptibles al lector por la unificación del punto de vista. Es en muchas ocasiones extraordinariamente preciso y, en otras, siembra dudas usando expresiones como «más o menos» o «supongo», como lo haría cualquiera, artificio útil para resultar convincente acerca de la veracidad del núcleo de su historia.

Robinson Crusoe suele calificarse como la primera novela que conecta con los jóvenes, sin haber sido escrita para ellos, debido a un planteamiento que llegará a ser una constante del género: un proceso de maduración personal a través de un enfrentamiento con las dificultades. Es un arquetipo de novela juvenil, porque presenta y resuelve de modo positivo las aspiraciones confusas de la adolescencia: escape de las rutinas y trabajos ordinarios, de la ley y las formas sociales; superación de la inseguridad organizando el propio tiempo y dándose —aunque sea aparentemente— una ley propia.

Combinando los gustos de la época por las memorias y por las confesiones que revelan cómo una providencia particular guía la vida de los hombres, Defoe escribió un manual, el primero de la historia, de cómo llegar a triunfar partiendo de la nada: un relato preciso de sucesivas experiencias que culmina en una vida coronada por el éxito y por la estimación de sus contemporáneos. Es también un acertado análisis de la situación existencial de quien se siente solo, y en cierta forma obligado a salir adelante sin la ayuda de nadie, en un ambiente a veces agresivo. Robinson será, ya para siempre, el símbolo del hombre solo, del hombre que se hace a sí mismo y que funda colonias en lugares salvajes, domando la naturaleza y las circunstancias. Por esto es considerado el primer personaje moderno de la narrativa occidental y su historia se ha convertido en mito.

Después de su escapada, Robinson se convierte de nuevo como consecuencia de todas sus penalidades: la soledad lo humaniza, lo vuelve tolerante y comprensivo. Luego repite el proceso pedagógico con Viernes, el salvaje. En tiempos en los que se difunde la creencia en la bondad natural del hombre, la novela de Defoe se convierte en una Biblia de la educación: Rousseau presenta la evolución de Robinson como ejemplo y decía que sería el primer y único libro que leería su Emilio.

La edición de Valdemar mencionada destaca por su traductor, y por las trece ilustraciones a color de N. C. WYETH, aunque sea una lástima que le falten los dibujos a plumilla que completaban su trabajo.

A quienes se sienten descontentos

La isla desierta será para Robinson un lugar siniestro al principio, y desierto feliz más tarde; la llamará su cautiverio y su reinado. Cuando finaliza el cuarto año de su estancia en la isla, Robinson realiza unas «justas reflexiones», que resumen parte de la nueva sabiduría que su experiencia le va proporcionando: «No tenía nada que envidiar, puesto que poseía todo aquello de lo que podía disfrutar y era el señor de toda la finca; podía, si eso me complacía, llamarme rey o emperador de esta tierra, de la que era poseedor. No tenía rivales ni competidores, nadie que disputase conmigo su dominio o su soberanía. Podía llenar barcos enteros de grano, pero no me hacía falta, de modo que sólo sembraba el que consideraba necesario para mi sustento. Tenía multitud de tortugas o quelonios, pero sólo podía consumir una de vez en cuando […].

Comprendí que la naturaleza y la experiencia me habían enseñado que todas las cosas buenas de este mundo no son buenas más que por el uso que hacemos de ellas y que las disfrutamos tanto cuando nos sirven como cuando las juntamos para dárselas a otros, pero no más. El más codicioso y rapaz avaro de este mundo se hubiese curado del vicio de la ambición, si hubiese estado en mi lugar […].

Ahora había conducido mi vida a un estado más feliz que al comienzo y mucho más cómodo, tanto para mi espíritu como para mi cuerpo. A menudo me sentaba a comer agradeciendo y admirando la mano de la providencia divina, que había servido mi mesa en medio del desierto. […] Deseo subrayar esto aquí para inculcárselo en el espíritu a quienes se sientan descontentos y no sepan disfrutar confortablemente de lo que Dios les ha concedido, porque vuelven su mirada y su ambición hacia aquello que Él no les ha otorgado. Me parecía que todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede de nuestra falta de gratitud por lo que tenemos».

Una novela sin aventuras

Decía una vez Chesterton que pensaba tener un recuerdo vívido de Robinson Crusoe porque recordaba bien «ciertas imágenes del naufragio y de la isla; y sobre todo del hecho admirable de que Crusoe tuviera dos espadas en vez de una. Esa es una de las características del Defoe auténtico: la poesía inspiradísima de lo accidental y lo desordenado, la novela misma de lo no novelesco». Sin embargo, decía, «descubrí que había olvidado por completo la introducción realmente sublime de la narración, que confiere a esta toda su dignidad espiritual: el relato de la impiedad de Crusoe, sus dos escapadas del naufragio y consiguientes oportunidades para el arrepentimiento; y, finalmente, la recaída sobre él de esta condena extraña: la condena al alimento, la seguridad y el silencio. Una condena aún más extraña que la muerte».

Y, en otro artículo, explicaba que «Robinson Crusoe no es una novela de aventuras sino una novela de la ausencia de aventuras; esto es, en la primera parte, que es lo mejor de la obra. Dos veces corre Crusoe al mar desobedeciendo a sus padres y las dos veces naufraga o pasa por otros peligros. La tercera vez tenemos la sensación de que ha sido elegido por Dios para algún juicio extraño. Y ese juicio extraño es la idea central de Robinson Crusoe. Es un castigo del cielo no por medio del peligro, sino de una terrible seguridad. El salvamento de los bienes de Crusoe, la comodidad relativa de su vida, las riquezas naturales de la isla, sus relaciones humanas con muchos animales…, todo ello constituye un marco exquisitamente artístico para la idea terrible de un hombre al que Dios ha arrojado de entre los hombres. Una simple serie de aventuras sucesivas no habría dejado a Crusoe tiempo para pensar, y toda la finalidad de la obra es hacer que Crusoe piense. Es cierto que luego Defoe enreda al protagonista con indios y españoles, y creo que con ello la narración pierde la pura nobleza de su idea original. Es absurdo comparar a un libro como este con los relatos corrientes acerca de goletas, palmeras, alfanjes y cueros cabelludos. La condena, la maldición de Crusoe no fue una vida aventurera sino una vida sin aventuras».

Bibliografía:
G. K. Chesterton. «Tretas de la memoria» y «La vida interior», El color de España y otros ensayos (The Glass Walking-Stick, 1955). Sevilla: Espuela de Plata, 2007; 294 pp.; trad. de Luis Echávarri y Victoria León; prólogo de Arthur Bryant; ISBN: 978-84-96956-01-8.


16 enero, 2008
Imprimir

Comments are closed.