Añado un asunto al comentario del otro día. Primero debo decir que la biografía que firma Ackroyd está bien hecha y bien narrada, pero también comprendo más que bien a Pearce cuando se indigna con algunas de las cosas que dice para no sacar las conclusiones naturales de los hechos que cuenta. Da toda la impresión de que Ackroyd desea protegerse a sí mismo de algunas críticas de sus propios colegas pero, en realidad, crea desconfianza hacia su propio trabajo.
Obsérvese:
—«En resumen, Stratford albergaba una numerosa circunscripción católica de la que los Shakespeare formaban parte. Lo antedicho no supone, necesariamente, que Shakespeare profesase dicha religión, en el supuesto de que practicara alguna, sino sólo que estaba familiarizado con los católicos».
—«Puesto que Susannah, la hija mayor, fue toda su vida una católica sólida y destacada, ¿podemos suponer que los Shakespeare conservaron la tradición familiar de piedad heredada?».
—«Es cierto que en su obra dramática empleó el lenguaje y la estructura de la antigua religión, lo que no significa que abrazase el catolicismo. Es muy probable que sus padres pertenecieran a la vieja fe, que Shakespeare no necesariamente incorporó a su adultez. La antigua religión no formó parte de su sistema de creencias, sino del paisaje de su imaginación».
—Después de afirmar que Shakespeare siempre trata bien a los frailes y monjes que aparecen en sus obras, y que las referencias en ellas a rituales y convicciones católicas son correctas, el autor dice que esos conocimientos «resultan totalmente explicables si tenemos en cuenta que el joven Shakespeare se crió en el seno de una familia que profesaba la antigua fe. Sin embargo, su interés en el cumplimiento de los rituales y los sacramentos también formó parte de su interés por el teatro. Fue un aspecto de su preocupación por la pompa del poder, ya fuera sagrado o espiritual».
—Después de indicar que, según un clérigo anglicano que le conocía, «murió siendo papista», dice: «Desconocemos cómo obtuvo la información, que no necesariamente carece de autenticidad. Podemos deducir que significa que, en el momento de la muerte, Shakespeare recibió el sacramento de la extremaunción. Tal vez fue por instigación e incluso por insistencia de su familia recusante. Quizás estaba demasiado débil o enfermo como para entender lo que sucedía. También se da el caso de que, in extremis, católicos apóstatas o antiguos abrazan la posibilidad de redención».
—«La conclusión más segura y verosímil sostiene que, a pesar de sus múltiples conexiones católicas, Shakespeare no profesó unas creencias concretas. Las campanas procedentes de la iglesia no lo llamaron a la oración, sino que le recordaron la decadencia y el pasado. De la misma forma que fue un hombre sin opiniones mundanas, también careció de convicciones. Sometió su naturaleza a cuanto lo confrontó desde el género dramático. En ese aspecto estuvo por encima de la fe».
Cómico y patético.
Peter Ackroyd. Shakespeare: la biografía (Shakespeare: the Biography, 2005). Barcelona: Edhasa, 2008; 830 pp.; col. Biografía; trad. de Margarita Cavándoli; ISBN: 978-84-350-2616-1.
Joseph Pearce. Shakespeare. Una investigación (The Quest of Shakespeare, 2007). Madrid: Palabra, 2008; 222 pp.; trad. de Gloria Esteban Villar; ISBN: 978-84-9840-187-5.