Acabo de leer Mis recuerdos, memorias de infancia y juventud de Rabindranath Tagore, un autor al que se puede incluir en la literatura infantil por su obra teatral El cartero del Rey.
De Mis recuerdos me ha interesado lo que tiene de acercamiento al mundo hindú, que tan poco conozco, y lo que cuenta del itinerario formativo del autor; y me han parecido destacables algunas observaciones al paso acerca de la infancia y de cuestiones educativas, como estas dos:
«Veo con claridad que el error está en juzgar a los chicos por el baremo de los adultos, olvidando que un niño es rápido y móvil como una corriente de agua y que no es necesario que cualquier impureza cause gran alarma, porque la velocidad de la corriente es en sí misma el mejor correctivo. Cuando aparece el estancamiento, es entonces cuando hay peligro. Por ello es el maestro, más que el pupilo, quien tiene que evitar comportarse de forma incorrecta».
«Cualquiera que retroceda hasta su temprana niñez estará de acuerdo en que lo que más le enriqueció fue a menudo aquello que sobrepasaba su capacidad de entendimiento. Nuestros kathakas lo saben muy bien: cuando ofrecen recitales públicos, sus narrativas siempre tienen una buena porción de sonoras palabras en sánscrito y de oscuros comentarios, calculados no para ser comprendidos del todo por sus sencillos oyentes, sino para sugerir».
Rabindranath Tagore. Mis recuerdos (My reminiscences, 1917). La Coruña: Ediciones del Viento, 2008; 224 pp.; trad. de Isabel García López; ISBN: 978-84-96964-18-1.