UDERZO, Albert

UDERZO, AlbertAutores
 

Dibujante francés. 1927-2020. Nació en Fismes. Conoció a René GOSCINNY en los años cincuenta. Trabajó con él por primera vez para los personajes de Umpa Pá y Pasta de Hojaldre, aparecidos en la revista Tintin en 1958. Esta serie fue como un ensayo de lo que sería ASTÉRIX, aunque ni los guiones de Goscinny tenían tanta riqueza, ni el dibujo de Uderzo la maestría en la caricatura que alcanzaría más tarde. Uderzo mantuvo sus rostros, sin embargo, para unos personajes posteriores creados por CHARLIER: Tanguy y Laverdure, un par de pilotos del ejército francés, cuyas aventuras son hoy poco valoradas por contener una cierta glorificación militarista (hay un comentario a ellos también en esta nota). Falleció en Neuilly-sur-Seine.


ASTÉRIX
Son veinticuatro álbumes los que tienen guión de René GOSCINNY. Tras su muerte, Uderzo ha publicado varios álbumes más, mucho menos logrados a pesar de algunas novedades argumentales. Los veinticuatro son: Astérix el galo, La hoz de oro, Astérix y los godos, Astérix gladiador, La vuelta a la Galia, Astérix y Cleopatra, El combate de los jefes, Astérix en Bretaña, Astérix y los normandos, Astérix legionario, El escudo arverno, Astérix en los Juegos Olímpicos, Astérix y el caldero, Astérix en Hispania, La cizaña, Astérix en Helvecia, La residencia de los dioses, Los laureles del César, El adivino, Astérix en Córcega, El regalo del César, La gran travesía, Obélix y compañía, Astérix en Bélgica. Barcelona: Junior-Grijalbo. No se menciona traductor en la edición que conozco de los tres primeros álbumes (Astérix el galo, Astérix y los godos, La hoz de oro); Jaime Perich en los 7 siguientes; Víctor Mora desde El escudo arverno. Los ISBN de una de las ediciones posibles son: 84-7510-027-9, -131-3, -034-1, -040-6, -084-8, -133-X, -086-4, -087-2, -134-8, -038-4, -043-0, -037-6, -088-0, -698-6, -138-0, -139-9, -140-2, -031-7, -092-9, -045-7, -047-3, -093-7, -048-1, -094-5.

Año 50 antes de Jesucristo. Una aldea de galos irreductibles, rodeada de bosques frecuentados por jabalís y cornejas, y por campamentos militares romanos.
Astérix, inteligente y sagaz, cuyo aspecto enclenque, bajito y narigudo, contrasta con cualquier estereotipo novelesco o cinematográfico de héroe. Obélix, su amigo del alma, con tanta fuerza como pocas luces. Idéfix, el perrito de Obélix.
Los habitantes de la aldea: el druida Panorámix, el jefe Abraracúrcix y su esposa Karabella, el bardo Asurancetúrix, el pescadero, el herrero, el vejete Edadepiédrix, etc.
En Roma, el único que pervive a lo largo de muchos álbumes es Julio César. Y también son habituales los piratas. Salvo alusiones aisladas, los demás personajes limitan su aparición a su propio álbum.


Astérix el galo
Presentación del poblado galo, sus habitantes, la historia de la poción mágica. Los romanos introducen un espía en la aldea para descubrir el secreto de la poción. El espía es desenmascarado, los romanos atrapan al druida Panorámix, Astérix acude a liberarlo pero se deja capturar también. Panorámix proporciona una poción a los romanos, cuyos efectos son muy distintos de los esperados (los mismos que unas misteriosas pastillas que años atrás habían tomado Hernández y Fernández). Por último, llega Julio César al campamento y tiene su primer encuentro cara a cara con Astérix.
La hoz de oro
A Panorámix se le rompe la hoz de oro, necesaria para cortar muérdago (si quieres que el muérdago tenga poderes mágicos). Astérix y Obélix van a Lutecia, para comprar una nueva hoz a Amérix, el mejor fabricante de hoces de oro, que además es el primo lejano de Obélix que ha triunfado en la vida. Cuando llegan a Lutecia, Amérix desaparece. En su busca, Astérix y Obélix topan con una red de traficantes de hoces de oro, cuya cabeza visible es Gangstérix, pero cuyo jefe está mucho más arriba.
Astérix y los godos
Panorámix gana el concurso anual de druidas y es secuestrado por los godos, que desean su poción. Astérix y Obélix van a rescatarlo y siembran la confusión entre los godos: Panorámix entrega poción a varios guerreros, que se pelean entre sí encarnizadamente. Después de su trabajo pacificador, los galos retornan a su poblado.
Astérix gladiador
El centurión Graco Linus regala uno de los galos invencibles a César: el bardo Asurancetúrix. Astérix y Obélix van tras él y se hacen gladiadores de Cayo Obtusus. Los espectadores del Coliseo, con Julio César a la cabeza, presenciarán una carrera de cuadrigas distinta, al bardo Asurancetúrix enfrentado a los leones, a los gladiadores jugando entre sí a las palabras, y a Astérix y Obélix enfrentados a una cohorte de los mejores legionarios. Aunque a Julio César no le agrada que los galos le saluden con familiaridad, la satisfacción del público le induce a ser generoso.
La vuelta a la Galia
Ante la imposibilidad de derrotar a los galos, el prefecto enviado por César tiene una idea: aislarlos construyendo una muralla alrededor de la aldea. Astérix se apuesta con él que saldrá del poblado a pesar de la empalizada y que dará una vuelta alrededor de la Galia trayendo una especialidad de cada región. En efecto, trazan el itinerario y, perseguidos siempre por los romanos y aclamados por sus paisanos, Astérix y Obélix realizan un original Tour de Francia.
Astérix y Cleopatra
Cleopatra apuesta con César que puede construir un gran palacio en tres meses. Encarga el trabajo a Numerobis, un arquitecto de Alejandría, que recurre a sus amigos galos Astérix, Obélix, Idéfix y Panorámix. Éstos contemplan los problemas laborales de los esclavos, que no protestan para conseguir un mayor sueldo sino un menor número de latigazos; visitan y se quedan encerrados en una pirámide; Obélix deja sin nariz a la esfinge; vencen las intrigas del arquitecto rival de Numerobis y del mismo César. Al despedirse de Cleopatra, Astérix hará un ofrecimiento histórico: «¡Si necesitáis construir cualquier cosa en Egipto, un canal entre el Mediterráneo y el Mar Rojo, por ejemplo, llamad a cualquier galo!».
El combate de los jefes
El romano Ladinus pretende dominar al poblado galo haciendo uso de una costumbre antigua: si un jefe galo vence a otro en un combate singular, somete así a todo su pueblo. Su candidato es un jefe galo-romano, partidario de imponer túnicas y pelo corto a sus súbditos y cuyo deseo es convertir a la Galia en una nueva Roma. Para evitar que Abraracúrcix tenga la poción, los romanos quieren quitar de en medio a Panorámix, y lo consiguen con la involuntaria colaboración de Obélix.
Astérix en Bretaña
También un pueblo británico resiste a los romanos. Pero están en apuros y Buentórax, primo de Astérix, atraviesa el canal para pedirle prestada la poción mágica. Astérix, Obélix y Buentórax llevan un tonel lleno de poción, pero el tonel es robado y confundido con vino. Al intentar recuperarlo, entre otros lugares deben entrar en ¡la siniestra torre de Londinum!, y asisten a un partido del campeonato de las cinco tribus.
Astérix y los normandos
Los normandos son un pueblo que no conoce el miedo y, para remediar esa carencia, desembarcan en las costas galas. Capturan a un joven invitado de la aldea gala, Gudúrix, que sí tiene pánico, para que les enseñe, pero no funciona. Astérix piensa en el bardo Asurancetúrix para que lo aprendan.
Astérix legionario
Astérix y Obélix se alistan en la legión para dar con el paradero de Tragicómix, un alocado joven, y regresar con él. Finalmente lo consiguen cuando los ejércitos de César y Escipión están a punto de enfrentarse. Astérix y Obélix propician la victoria de César y éste, agradecido, les concede que regresen con Tragicómix a la Galia.
El escudo arverno
Acompañado por Astérix y Obélix, el jefe Abraracúrcix deja su pueblo para someterse a una cura de adelgazamiento en una estación termal. Entretanto, César desea conseguir el escudo que Vercingetórix, el jefe arverno, le entregó cuando fue derrotado. Enterados los galos, quieren recuperar el escudo antes que César.
Astérix en los Juegos Olímpicos
Un legionario de Aquarium es seleccionado para los Juegos Olímpicos. Los galos vigilados por Aquarium se enteran, y quieren participar. Mandan a Astérix y Obélix como representantes, y, como hinchada, viajan todos los hombres del pueblo. Ya en Atenas, antes de comenzar, entretienen su tiempo visitando el Partenón —«para el que le gusten las columnas, no está mal»—. La presencia de los galos hunde la moral de los romanos, hasta que se percatan de que está terminantemente prohibido tomar cualquier sustancia capaz de proporcionar fuerzas suplementarias...
Astérix y el caldero
El jefe galo Moralelástix pide al poblado galo que le guarden un caldero repleto de monedas. Astérix es el encargado de custodiarlo pero se las roban. Por eso se marcha, con Obélix, para recuperarlo o para ganar el dinero y poder devolverlo. Lo intentan vendiendo jabalís en el mercado; interviniendo en una obra teatral; apostando dinero a las carreras de caballos; asaltando un banco... Al final, descubren la trampa de Moralelástix. Y, por una vez, los piratas terminan la aventura contentos.
Astérix en Hispania
Los romanos han hecho rehén a un pequeño ibero, de nombre Pepe. Astérix y Obélix lo encuentran en el bosque, lo liberan de los romanos y viajan con él a Hispania para devolverlo a su pueblo. Entre otras cosas, Astérix tendrá tiempo de inventar el toreo.
La cizaña
Una nueva treta de César: enviar a la aldea gala a Perfectus Detritus, anunciado como «un ser inmundo pero muy eficaz», a cuyo paso surge «el horripilante y verdoso rostro de la discordia». Y, en efecto, los globos de texto son verdes cada vez que Detritus interviene. Detritus homenajea a Astérix como jefe de la aldea y siembra el rumor de que ha vendido la fórmula de la poción mágica entre los romanos, lo que azuza los celos y las disputas.
Astérix en Helvecia
Para curar a un tesorero romano, Panorámix pide a Astérix y Obélix que vayan a buscar flores Edelweiss. Viajan a Geneva, Ginebra, donde el gobernador local celebra grasientas y ruidosas orgías en las que las marmitas rebosan queso fundido. Huyendo de los romanos, Astérix y Obélix participan en una convención internacional de jefes de tribus; abren una cuenta para tener acceso a los inviolables cofres de un banco; conocen los cantos tiroleses y a Guillermo Tell y su hijo; y Astérix inventa la cordada para escalar. En el festín del final, por primera vez es invitado un romano.
La residencia de los dioses
Con la segunda intención de domesticar a la aldea gala, Julio César proyecta urbanizar el bosque cercano. Para que los esclavos mejoren sus condiciones de trabajo, los galos dejan que los romanos construyan su proyecto. Pero cuando ven las consecuencias sociales que causan los nuevos habitantes, desarrollan una estrategia para desalojar a los inquilinos.
Los laureles del César
Abraracúrcix y su familia visitan a Homeopátix, hermano de su mujer, en Lutecia. Abraracúrcix intenta quedar por encima de su cuñado, anunciándole un estofado perfumado con la corona de laurel del César. Astérix y Obélix viajan a Roma para conseguirla. Un esclavo del palacio del César les informa quién es el mercader que suministra esclavos al César. Se le ofrecen como esclavos, pero no son comprados por el César, como ellos querían, sino por Claudius Cualquierus. Un esclavo envidioso los denuncia y acaban en las mazmorras del César. Y, a causa de unas peleas, son juzgados y enviados al Circo Máximo.
El adivino
Ausente Panorámix, durante una tormenta que consigue atemorizar a todos los habitantes de la aldea, llega un siniestro adivino. Con promesas de un futuro halagüeño, convence de sus poderes a la mujer del jefe, Karabella, y a casi todos los demás. Cuando Panorámix vuelve, idea un truco para desenmascararle.
Astérix en Córcega
En una de sus incursiones contra los campamentos romanos, los galos encuentran a un prisionero corso, que los invita a conocer su isla. Allá van Astérix, Obélix e Idéfix, y presencian la resistencia indomable de los corsos, que sólo aceptarán un emperador si es uno de los suyos.
El regalo del César
Julio César regala el territorio que ocupa el poblado galo a uno de sus legionarios. Pero éste vende el documento a un posadero, que decide trasladarse allí con su familia y montar una posada. Inducido por su mujer, el posadero decide competir con Abraracúrcix en las elecciones locales a jefe.
La gran travesía
Astérix y Obélix salen de pesca. Después de una terrible tormenta y de saquear a los piratas de siempre, llegan a una tierra donde viven unos romanos muy raros que los galos confunden con mercenarios tracios o cretenses... Después de los consabidos enfrentamientos, Astérix y Obélix se hacen amigos de los indios. Para orientar a una nave vikinga despistada, Astérix se sube a un montón de piedras y los ilumina levantando una antorcha: la primera estatua de la libertad. Regresan con los vikingos y, ya en su tierra, un esclavo galo los conduce de regreso.
Obélix y compañía
Julio César intenta una vez más dominar la aldea gala, no con la fuerza, sino con mucho dinero y nuevas técnicas. Cayo Coyuntural, el emisario de César, inicia una compra constante y masiva de menhires: Obélix tiene que aumentar su producción hasta montar una próspera Cantera, lo que aviva la envidia de sus vecinos que también empiezan a fabricar y vender menhires. Mientras, Coyuntural desarrolla en Roma una estrategia publicitaria y comercial para dar salida a los menhires comprados por él mismo. Pero como en todos los lugares del imperio se han empezado a fabricar menhires, estalla una crisis mundial del menhir.
Astérix en Bélgica
Irritado porque Julio César ha comentado que los belgas son los más valientes de todos sus adversarios, Abraracúrcix quiere retarlos. Le acompañan Astérix y Obélix. El escándalo hace que Julio César se desplace a Bélgica para ponerse al frente de sus tropas. Su irritación es enorme cuando le piden que haga de árbitro entre galos y belgas. Pero en la batalla final, sus tropas son humillantemente derrotadas y «corren sin cesar». Será el momento en que César exclamará «veni, vidi y no creo lo que vidi». Astérix y Obélix se ven las caras, nuevamente y por última vez, con Julio César. Belgas y galos se reconcilian en un banquete, escena que Peter Brueghel el Viejo inmortalizará en un famoso cuadro.

ASTÉRIX es el cómic más vendido del mundo y un auténtico fenómeno social. Como los de TINTÍN, sus relatos tienen distintos niveles de comprensión y rompen con las fronteras de edad de los lectores. La causa del éxito no es sólo la unión de un guionista excepcional con un gran dibujante, sino el acierto en todos los aspectos de su trabajo: una sabia definición de los personajes principales y secundarios; unas tramas bien montadas sin bajones narrativos; un empleo dosificado de los recursos humorísticos; una visión irónico-cordial de los defectos personales o sociales, los comunes a todos o los que pueden ser más propios de cada pueblo.

Goscinny y Uderzo deseaban divertir y no tenían el deseo explícito de realizar análisis sociales. Pero tal actitud les dio una gran libertad para abordar muchas cuestiones sin prejuicios ideológicos. Así, aluden críticamente a determinados aspectos de la vida social: la especulación inmobiliaria (La residencia de los dioses); la burocracia y el servicio militar (Legionario); la política local (El regalo del César); el mundo comercial —«comemos y hablamos»— (Obélix y compañía)… Retratan con penetración rasgos de la conducta humana: los excesos en la comida (El escudo arverno), la codicia (Astérix y el caldero), la credulidad (El adivino), las rivalidades entre mujeres (El regalo del César)…

Sin duda, el paso de los años hace menos claras algunas referencias del momento en que se compusieron los álbumes (canciones de la época, figuras públicas entonces reconocibles…). Pero el humor de Astérix sigue siendo eficaz hoy, pues se combinan toda clase de gags. Unos son habituales, y están protagonizados por los mismos personajes: peleas entre Esautomátix, el herrero, y Ordenalfabétix, el pescadero; encuentro con los piratas; banquete final… En otros intervienen personajes nuevos pero ilustran la misma idea: maniobras de las legiones romanas; gobernador romano con ansia de enriquecerse; choques entre soldados romanos novatos con veteranos resabiados… Otras fuentes de humor son las referencias costumbristas locales —a peculiaridades británicas, belgas, españolas, suizas…—, o tan universales como cuando Astérix reta a Obélix y Gudúrix a una carrera con el grito de «Julio César el último»; o la risa de Obélix ante los nombres tan raros, todos ellos acabados en «af», de los normandos.

Goscinny es un maestro en los juegos de palabras, que los traductores españoles han sabido trasladar con acierto sobresaliente, como se aprecia en El combate de los jefes; realiza desternillantes acotaciones seudo-cultas, repasa los tópicos de cada país, y también echa mano de divertidos anacronismos —unos bardos populares, Los Beatles, (Bretaña), un mensajero veloz, Eddy Mercx (Bélgica)—. Pero, por debajo de las peleas y los banquetes, la ironía bienhumorada y nunca hiriente de Goscinny enfila el chovinismo francés, a veces como tema central (El escudo arverno), e indirectamente en muchísimos álbumes: Panorámix descubre el té (Bretaña), Astérix inventa el toreo (Hispania), es el primero que llega a las costas de América (La gran travesía)…

Además de los héroes, otros personajes menores son inolvidables. Algunos aparecen muy brevemente, y su impacto humorístico se basa sólo en el juego de palabras, como el cartero Filatélix (Normandos); otros tienen una actuación de acuerdo con sus rasgos, como el agente OOVII (Legionario). En otras ocasiones, la intervención y el desarrollo psicológico es más largo, como el de Cleopatra o el de Detritus (La cizaña), que cuando su influencia entra en acción transforma en verdes los globos de texto. Este último es un ejemplo también de los numerosos gags visuales, y no sólo de texto, cuyo mérito corresponde también al trabajo de Uderzo sobre los detallados guiones que le pasaba Goscinny.

Si todo el mundo está de acuerdo en que el primer álbum tiene un guión todavía algo simple y los dibujos no tienen todavía el acabado que luego conseguirá Uderzo, nadie aclama un álbum como el mejor: las preferencias se reparten. Es posible que Astérix y Cleopatra contenga los golpes más variados; que Astérix legionario sea el más hilarante y con los más brillantes golpes de ingenio visuales y textuales; que, desde un punto de vista psicológico, el más acabado sea La cizaña; y sociológico, La residencia de los dioses. A mí me divierten muchísimo las referencias al mundo del deporte de Astérix en los Juegos Olímpicos, en especial las sinceras exclamaciones de Abraracúrcix, cuando deciden competir: «¡Con la poción mágica que nos vuelve invencibles, podemos estar seguros de ganar la palma! ¡Así es como yo veo el deporte: sin incertidumbres!»; y sus exhortaciones a la hinchada del pueblo cuando entran en Atenas: «¡Bien, muchachos! ¡Seamos dignos representantes de la Galia! ¡No nos pongamos en ridículo, ni nos burlemos de los indígenas, ellos no tienen ni nuestro glorioso pasado ni nuestra cultura!».


16 julio, 2008
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