«—Es inútil lloriquear, Nicolás —dijo papá—. Mañana te quedarás en casa haciendo ejercicios de gramática. No quiero tener un hijo ignorante que no sea nada de nada. Más adelante me lo agradecerás.
—Si me das dinero, te lo agradeceré enseguida —dije yo».
Al leer las nuevas aventuras de El pequeño Nicolás, de René Goscinny, he visto los parecidos que tiene con Calvin, de Bill Watterson.
10 enero, 2006