
Si Tierra de infancia, de Claudia Lars, que introduje hace una semana, me deslumbró y encantó cuando lo leí, Una noche de luna, del galés Caradog Prichard, que también me abrió los ojos a un mundo del que no había leído nada, me pareció fascinante por su potencia literaria y, sobre todo, me dejó abrumado como pocos libros antes: raras veces he visto descrito, con tanta fuerza, el dolor de un niño.
16 julio, 2010