Casi todo el mundo conoce la historia de la rana que, si la echas en una olla de agua caliente, inmediatamente salta fuera; pero que si la echas en una olla de agua normal, y luego, poco a poco, vas calentándola, la rana se va sintiendo superagusto, tan calentita y, cuando se quiere dar cuenta, está completamente cocida. He vuelto a pensar en eso al leer La quinta ola, de Rick Yancey, primera entrega de una nueva distopía, en la línea de las que últimamente son habituales en las colecciones de literatura juvenil: las que presentan mucha violencia sin un marco claro de referencia moral y de las que presciden de cualquier consideración acerca de si es sensato dedicarnos a juguetear imaginativamente con situaciones tan imposibles como extremas.
El punto de partida es una terrorífica invasión alienígena de la Tierra que los hombres perciben en forma de cuatro sucesivas olas que lo van destruyendo casi todo y matando a casi toda la humanidad. Además, hay también alienígenas que, tiempo atrás, han sido como «infundidos» en cuerpos humanos para despertar en el momento adecuado y, desde dentro, completar la matanza. La principal protagonista es Cassie, una chica de 16 años cuya familia ha muerto y cuyo hermano pequeño, Sammy, ha sido internado con otros niños en un lugar de entrenamiento militar llamado Campo Asilo. Cada capítulo lo narra en primera persona uno de los personajes, aunque casi todo el peso lo lleva Cassie.
El comienzo de la narración atrapa. El personaje de Cassie, tan del gusto actual, es un estereotipo ya pero tiene fuerza: es una chica lista y físicamente muy capaz, insegura en muchas cosas pero también dura, con una veta sarcástica fuerte, etc. El relato transcurre con mucho diálogo, mucho punto y aparte después de frases muy cortas, y abundantes monólogos interiores. Poco a poco van llegando las respuestas a las incógnitas que se habían ido abriendo en la historia. Como suele ocurrir, la narración está en presente: un recurso útil para extenderla lo que haga falta y para describir todo lo que pasa aunque no tenga relevancia posterior (como un sastre que malgasta tela y tela). Hay niños y niñas de seis y siete años sometidos al entrenamiento de marines, con los habituales «¡señor!, ¡sí!, señor!», a los que no hace falta decir lo que les pasa cuando entran en combate. En la enorme violencia que esos y otros niños cometen y sufren se le va la mano al autor, aunque haya que decir que su relato continúa una tradición ya muy asentada en los últimos años: el público, como la rana del principio, ya no reacciona e incluso le gusta. Eso sí, todos los personajes más o menos amables, dentro de la ficción, sienten una gran preocupación por los niños.
Rick Yancey. La quinta ola (The 5th Wave, 2013). Barcelona: RBA, 2013; 474 pp.; trad. de Pilar Ramírez Tello; ISBN: 978-84-272-0422-5.