El pequeño jardinero, de la hawaiana Emily Hughes, es un niño que cuida de un jardín con una vegetación exuberante, con tantas ganas como poco éxito. Hasta que un día se queda dormido y alguien, ¿un hermano mayor?, cuida el jardín por él.
Por un lado, parece difícil comprender parte de la historia: en concreto, que se diga que el pequeño jardinero «pasó todo el día, toda la semana, todo el mes durmiendo», y que no se sepa quién es y de dónde sale y por qué actúa como lo hace el misterioso ayudante. Lo anterior es menos comprensible si, tal como he leído en algunos sitios, la historia se presenta como un canto a la perseverancia, o a la esperanza, o al trabajo en equipo, o al cuidado del medio ambiente.
Por otro, la historia como tal puede tener su sentido si la entendemos como una metáfora del trabajo de alguien muy pequeño en un mundo muy grande cuyas dimensiones se le escapan. Por ejemplo, un artista entusiasmado con su obra y que se siente incapaz de conseguir lo que desea, tal como un Tolkien explica de sí mismo en su cuento Hoja de Niggle. Pero estas consideraciones que un adulto puede hacer quedan más bien fuera del alcance de los lectores pequeños.
Bien, sea como sea, es un álbum vistoso, con magníficas ilustraciones, y mucho encanto para los entusiastas de la jardinería y por la simpatía que siempre inspira un pulgarcito tan voluntarioso.
Emily Hughes. El pequeño jardinero (The Little Gardener, 2015). Madrid: Impedimenta, 2015; 34 pp.; trad. de Susana Rodríguez Álvarez; ISBN: 978-84-16542-25-3. [Vista del álbum en amazon.es]