TOLKIEN, John Ronald Reuel

TOLKIEN, John Ronald ReuelAutores
 

Escritor británico. 1892-1973. Nació en Bloemfontein, Sudáfrica. Se trasladó a Inglaterra en 1896 y, poco después, falleció su padre. Le influyó mucho la conversión al catolicismo de su madre que, a causa de las dificultades que le causó esa decisión, sufrió un grave quebranto en su salud y falleció. Estudió en Oxford. Desde 1920 fue profesor en la universidad de Leeds y, a partir de 1925, de anglosajón en Oxford. Falleció en Bournemouth, Hampshire.


Las cartas de Papá Noel
Editado en 1976 por Baillie Tolkien. Barcelona: Minotauro, 1983; 47 pp.; ilust. del autor; trad. de Manuel Figueroa; ISBN: 84-350-0422-8. Nueva edición en El Aleph Editores, 2006; 112 pp.; col. Aleph infantil; ISBN: 978-8476697610.

Cartas que Tolkien escribió a sus hijos a partir de 1920, cuando su hijo menor John tenía tres años, y que se prolongaron hasta 1936. En ellas, Papá Noel cuenta su vida y los problemas que se le presentan cada año. En cartas sucesivas, el mundo de Papá Noel va enriqueciéndose con nuevos personajes: primero el Oso Polar, luego aparecen sus sobrinos Paksu y Valkotukka, los Gnomos Rojos, Hombres y Chicos de Nieve, Elfos Rojos y Verdes, Duendes malignos que «aullaban como silbatos de locomotoras». Transcurridos los años, Papá Noel nombra secretario al elfo Ilbereth, que será quien escriba las últimas cartas. Tolkien abandonó estas cartas cuando sus hijos se hicieron mayores. Al final, Ilbereth señala que «conservamos siempre los nombres de los viejos amigos y sus cartas, y siempre esperamos volver algún día, cuando sean adultos y tengan casas y niños propios».


El hobbit
Barcelona: Minotauro, 2002, 25ª impr.; 368 pp.; trad. de Manuel Figueroa; ISBN: 84-450-7037-1. [Vista del libro en amazon.es]

En la Tierra Media vive Bilbo Bolsón, un hobbit pacífico, que se ve involucrado en la búsqueda del famoso tesoro de los enanos. Impulsado por el mago Gandalf, debe acompañar a una Compañía formada por trece enanos y luchar con ellos contra el dragón Smaug. En medio de su viaje se hace con un anillo con el poder de volver invisible a quien lo lleva.


El Señor de los anillos
Barcelona: Minotauro, 1995, 1ª ed., 12ª impr.; 1268 pp.; trad. de Matilde Horne, Luis Domènech y Rubén Masera; ISBN: 84-450-7179-3. [Vista del libro en amazon.es]

Años después de las peripecias de Bilbo, su sobrino Frodo encabezará la Compañía del Anillo, a la que pertenecen sus amigos hobbits Sam y Pippin, el mago Gandalf, y representantes de los otros Pueblos Libres: Legolas por los Elfos, Gimli por los Enanos, Aragorn y Boromir por los Hombres. Frodo debe llevar el anillo que consiguiera Bilbo hasta la Torre Oscura, enclavada en los dominios del Enemigo, porque sólo allí puede ser destruido. La narración está dividida en tres libros que son más bien tres partes: «La Comunidad del Anillo» (The Fellowship of the Ring), «Las Dos Torres» (The Two Towers), «El retorno del Rey» (The Return of the King).



Los textos originales de Las cartas de Papá Noel están redactados con la letra temblorosa de Papá Noel, y su autor los acompañaba con dibujos deliciosos, llenos de sabor. Sus destinatarios recibían esas cartas en sobres con sellos del Polo Norte, también dibujados por él… Más admirable incluso que la potencia imaginativa y fabuladora de Tolkien, y que sus notables condiciones artísticas para lograr ilustraciones expresivas y simpáticas, es el tiempo que invertía para que sus hijos disfrutaran año tras año de una Navidad única: todo un ejemplo del calor que un adulto puede poner para convertir cada Navidad en algo inolvidable.

Este talante minucioso y cordial preside también todo el proceso con el que Tolkien elaboró sus obras más conocidas. A partir de antiguos relatos del folclore nórdico y de viejos poemas medievales, desde 1917 empezó a construir un mundo imaginario, con sus mapas, sus historias, sus nombres, y un lenguaje y escritura particular: toda una colección de narraciones épicas y míticas, inacabada, que se publicará póstumamente con el título de El Silmarillion. De ahí arrancó El hobbit, compuesto para contárselo a sus hijos por las noches y, por tanto, con un tono coloquial caluroso y el acento característico de los cuentos tradicionales en los que, a la vez que provoca el interés de sus oyentes, el narrador también procura evitarles tensiones innecesarias. En cambio, El Señor de los anillos nació para ser leído por Tolkien a sus amigos del Club de los Inklings, profesores de Oxford como él, y no como un relato para niños…, aunque sus hijos fueron sus primeros lectores. Y su interés fue, cada vez más, que su obra tuviera todo el sabor de los viejos relatos épicos junto con un alto nivel literario y una gran consistencia narrativa: precisión en cada palabra y en cada detalle, caracteres coherentes y bien dibujados, hilo argumental siempre tenso, descripciones ambientales ajustadas… Tolkien sabía, y muchos de sus seguidores ignoran, que hacer verosímil una historia de seres fantásticos requiere colocar todas las piezas de la trama en su orden, y llevar adelante la acción poco a poco… Quien no es un lector apresurado y no tiene dificultades mentales estructurales para entrar en un mundo imaginativo, pronto deja de ser un espectador neutral que contemplase los hechos detrás de una ventana, y acaba siendo atrapado por un estilo fresco y luminoso, envuelto en un halo de ensueño, que lo catapulta dentro de la historia.

Tolkien siempre rechazó todo tipo de alusiones, simbolismos y alegorías políticas, psicológicas o religiosas que algunos han querido ver en su obra, pues opinaba que un cuento no debería tenerlas. En una carta enviada en 1947 a su editor le decía que «cuanto mejor y más coherente es una alegoría, tanto más fácilmente puede leerse “sólo como una historia”; y cuanto mejor y más estrechamente entretejida es una historia, más fácilmente pueden encontrar en ella una alegoría los que tengan propensión a hacerlo. Pero ambas cosas parten de extremos opuestos. Podéis convertir el Anillo en una alegoría de nuestro tiempo, si queréis: una alegoría del hado inevitable que aguarda a todos los intentos de derrotar el poder maligno mediante el poder. Pero eso es sólo consecuencia de que el poder, sea mágico o mecánico, tiene siempre ese mismo funcionamiento». Por tanto, como en todo buen relato, en los de Tolkien hay una moral: en el mundo de los hobbits están claras la realidad del bien y el mal, el sentido de misión que tiene la vida, la existencia de la libertad y la realidad de la tentación; y son valores indiscutibles la hospitalidad, el compañerismo, la generosidad, la valentía… En definitiva, se respira un concepto de la vida como aventura, sin certeza de un buen final, pero sí con la seguridad de la victoria última del bien. Por eso, cuando el desenlace llega, hay bien aventurados y mal aventurados.

Sabios consejeros

Si todos los personajes de El Señor de los anillos son de una riqueza extraordinaria, el mago Gandalf es todo un prototipo de consejero, tan común en los libros de iniciación. Así, cuando Frodo le indica que Gollum merece la muerte, Gandalf le replica: «La merece, sin duda. Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos». En otra ocasión, Gandalf advertirá a Pippin: «Una mano quemada es el mejor maestro. Luego, cualquier advertencia sobre el fuego llega derecha al corazón».

Pero no es sólo Gandalf quien aconseja con acierto: cuando la Compañía está a punto de partir, Elrond, rey de los Elfos, les da las últimas instrucciones:

«—Cuanto más lejos lleguéis, menos fácil os será retroceder, pero ningún lazo ni juramento os obliga a ir más allá de vuestros propios corazones, y no podéis prever lo que cada uno encontrará en el camino.

—Desleal es aquél que se despide cuando el camino se oscurece —dijo Gimli.

—Quizá —dijo Elrond— pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche.

—Sin embargo, un juramento puede dar fuerzas a un corazón desfalleciente.

—O destruirlo —dijo Elrond—. ¡No miréis demasiado adelante!».

A punto de terminar sus aventuras, un sentencioso Frodo reconocerá que «no hay un verdadero regreso. Aunque vuelva a la Comarca, no me parecerá la misma, porque yo no soy el mismo».

Por encima de nuestro nivel

Frente a la consideración del niño como un enano mental, a la condescendencia paternalista, a la indulgencia nociva, a la pereza mental del adulto escritor o educador, al «café para todos»…, merece la pena recordar algunos comentarios de Tolkien del año 1959, a propósito de qué libros son adecuados «para niños». Modifico y resumo un poco la traducción que figura en sus Cartas.

«¿De qué Niños hablamos? ¿De qué edad entre la cuna y el fin legal de la infancia? ¿De qué nivel de inteligencia? ¿De qué talento y perceptibilidad literarios? Puede que algunos niños inteligentes no los tengan. Los gustos y los talentos de los niños difieren tanto como los de los adultos tan pronto llegan a una edad suficiente que les hace un posible blanco de cualquier cosa que pueda llevar el nombre de literatura. Sería inútil ofrecer a muchos niños de catorce, o aún de doce años, la basura que resulta bastante buena para muchos adultos respetables que duplican y triplican esa edad, pero cuyas dotes naturales son menores.

La vida está por encima de la medida de todos nosotros (salvo de una muy pequeña minoría, tal vez). Todos necesitamos una literatura por encima de nuestra medida, aunque no tengamos energía para ella todo el tiempo. Pero la energía de los jóvenes es habitualmente mayor. Y por eso ellos necesitan menos que los adultos aquello que se hace descender a su (supuesto) nivel. Pero aún a los adultos, creo, sólo nos conmueve realmente lo que, cuando menos en algún aspecto, está por encima de nuestra medida, antes de que lo hayamos leído o “incorporado”. Por tanto, no hay que descender al nivel de los Niños ni de nadie. Ni siquiera en el lenguaje. Aunque no estaría mal que la gran reverencia que se les debe a los niños nos hiciera abstenernos de los fatigados y endebles clichés de la vida adulta. Pero una palabra honesta es una palabra honesta, y sólo puede uno hacer amistad con ella si se la encuentra en el contexto adecuado. Un buen vocabulario no se adquiere leyendo libros escritos de acuerdo con el criterio que alguien tenga del vocabulario de determinado grupo de edad. Se adquiere leyendo libros que estén por encima del propio nivel».

Otras obras de Tolkien

Merece la pena conocer un libro en el que los editores han incluido un ensayo, un poema y un cuento de Tolkien: Árbol y Hoja (Tree and Leaf: including the poem “Mythopoeia”, 1988); Barcelona: Planeta-Agostini, 2002; 152 pp.; prólogo de Christopher Tolkien; trad. de Julio César Santoyo, José M. Santamaría y Luis Domènech; ISBN: 84-395-9786-X.

En 1964 se publicaron juntos el ensayo, titulado Sobre los cuentos de hadas, y el cuento Hoja de Niggle, ambos escritos en 1938 y 1939, y esa edición se tituló Árbol y hoja debido a que ambos se refieren a lo que Tolkien llamaba «sub-creación». En la edición de 1988 se incluye Mitopoeia, un poema que Tolkien comenzó en 1931 y que con los años sufrió sucesivas revisiones.

Sobre los cuentos de hadas es un ensayo desarrollado con acentos poéticos y polémicos en el que, además de intentar explicar qué son los cuentos de hadas, cuál es su origen y para qué sirven, Tolkien explica por qué para él la Fantasía es el género literario más serio, el que puede llegar más lejos y dar lugar a las obras de arte mayores y, como consecuencia, el más difícil y en el que más fácil resulta caer en lo ridículo. Un resumen del contenido de este ensayo está en varias notas: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, y 9.

Hoja de Niggle es un relato sobre un pintor poco conocido a quien otras ocupaciones de la vida le resultan un engorro; con todo, las afronta con bondad aunque rezongando por lo bajo. Un día, un cuadro, que había comenzado simplemente como una hoja arrastrada por el viento, se va convirtiendo en un árbol que crece y crece. Pero entonces un vecino suyo viene a pedirle ayuda y Niggle interrumpe su trabajo… En esta historia, escrita cuando El Señor de los anillos había comenzado a ocupar todo su interés, Tolkien hace una especie de descripción de cómo se veía a sí mismo y de cómo veía su propio trabajo: Niggle «era de esa clase de pintores que hacen mejor las hojas que los árboles. […] Su afán era pintar un árbol completo, con todas las hojas de un mismo estilo y todas distintas».

Mitopoeia, dedicado «a aquel que dice que los mitos son mentiras, y por tanto sin valor, aun “dichos a través de plata”», tuvo su origen en una conversación sobre la importancia y el valor de los mitos que un día tuvieron C. S. LEWIS y Tolkien, y que para Lewis supuso un descubrimiento decisivo y un cambio de orientación en su vida. Es un acierto la edición bilingüe pues la traducción castellana no se sigue con facilidad.

Más información biográfica

Quienes estén interesados en conocer la vida de Tolkien pueden acudir a la biografía oficial firmada por Humphrey Carpenter. Un ensayo biográfico posterior, escrito por Joseph Pearce completa y corrige algunos fallos de la biografía de Carpenter, y añade valiosas consideraciones a la hora de juzgar el mérito y el sentido de la obra de Tolkien. De ambos libros, apoyados en las cartas, diarios y papeles del escritor, así como en los recuerdos de sus familiares y amigos, Tolkien emerge como alguien entrañablemente humano, que «siempre escuchaba, siempre sentía profunda preocupación por las penas y las alegrías de los demás. En consecuencia, aunque era una persona tímida, hacía amigos con facilidad». Carpenter revela también su faceta de profesor extraordinario y apasionado que, a pesar de «su rápido discurso y su confusa articulación», «siempre conseguía que el tema pareciese algo vivo». Según el testimonio de uno de sus alumnos, «podía convertir el aula en una posada donde se bebía hidromiel, y donde él era el bardo y nosotros los huéspedes atentos».

Más información hay en su epistolario, donde se contienen sus respuestas y comentarios a toda clase de personas —hijos, editores, lectores, periodistas, amigos…—, y sobre diferentes cuestiones. En unas, aclara sus intenciones en la elaboración de sus obras, o precisa su pensamiento en asuntos literarios y educativos; en otras, hace comentarios de actualidad que pueden resultar tan certeros como sangrantes: al leer comentarios de la prensa inglesa durante la segunda Guerra Mundial hace notar a su hijo que no todos los imbéciles están en el otro lado, y cómo algunos ignoran que «no se puede luchar contra el Enemigo con su propio Anillo, sin convertirse uno a su vez en Enemigo; pero desdichadamente la sabiduría de Gandalf parece haber desaparecido con él hace mucho en el Verdadero Oeste…». Y no faltan las que revelan sus pensamientos más profundos, como cuando a C. S. Lewis le habla del dolor en estos términos: «Uno de los misterios del dolor es que para el que lo sufre es una oportunidad para el bien, un camino ascendente, por más que sea arduo. Pero sigue siendo “malo”, y por fuerza debe desalentar a toda conciencia haberlo causado a la ligera o en exceso, por no hablar ya de hacerlo de buen grado. Y aún por necesidad o privilegio, como el que le cabe a un padre o un maestro que castiga o incluso a un hombre que golpea a un perro, se trata de la vara de Dios que sólo debe esgrimirse con temblor».

Más información literaria

Quince ensayos sobre la herencia literaria de Tolkien y sobre las bases de su creación están en otra obra coordinada por Joseph Pearce y titulada J.R.R.Tolkien: Señor de la Tierra Media. Los filólogos y quienes quieran descender a los pormenores sobre la confección de las obras de Tolkien, desde los ecos shakespearianos o miltonianos, hasta su modo de trabajar, pasando por los motivos para la elección de las palabras, pueden acudir a El camino de la Tierra Media, obra de Tom Shippey, que sucedió a Tolkien como profesor de inglés y literatura medieval en las Universidades de Leeds y de Oxford. En un libro posterior, J.R.R. Tolkien: autor del siglo, el mismo Shippey realiza un acercamiento diferente: señalar cómo la obra de Tolkien responde a las preocupaciones básicas del siglo XX, explicar con detalle por qué su calidad literaria le hace acreedor a ser llamado «autor del siglo XX», al margen de que lo sea ya por su popularidad y por su condición de descubridor de un continente imaginativo nuevo. Dedica un capítulo al análisis de El hobbit, tres al de El Señor de los anillos, uno a El Sillmarillion, otro a los relatos cortos de Tolkien, y uno final a comentar reacciones de seguidores y de críticos. Entre las muchas líneas que se pueden seguir para comentar su libro, una particularmente interesante es la de sus respuestas a las críticas que han recibido Tolkien y su obra. En contraste con El camino de la Tierra Media, libro en el que Shippey decía que las críticas a Tolkien se debían a la batalla entre profesionales de la lengua y de la literatura, aquí entra con sólidos argumentos en la pelea contra los que menosprecian a Tolkien, incluido su mismo biógrafo Humphrey Carpenter. A sabiendas de que así encenderá más la polémica, realiza curiosos e interesantes paralelismos entre las obras de Joyce y Tolkien. Entre otras cosas, señala cómo el primero se convierte en autor de referencia con el apoyo de todas las autoridades académicas, y cómo los seguidores de Tolkien lo llegan a ser por decisión personal y no por directrices educativas; en cómo uno cuenta con dinero en abundancia para escribir y el otro no cuenta con nada…

Shippey acepta que «es razonable imaginar que alguien rechace la visión de Tolkien (aunque ha demostrado tener gran impacto en mucha gente que, como yo, a diferencia de él, no somos cristianos declarados)». Pero deja también claro que hay algo «deliberado y fastidioso» en que algunos expertos no comprendan esa visión y en que no reconozcan su coherencia y su valor. La cuestión es, señala Shippey, que «demasiados críticos han definido la “calidad” de tal manera que excluyen cualquier cosa que no sea lo que a ellos les han enseñado a apreciar». Una persona como Tolkien, que tenía «una visión idiosincrática pero muy bien informada de la literatura», que «conocía las implicaciones del estilo, y de la lengua, mejor y de un modo más profesional que casi cualquier otra persona del mundo», que mostraba «una ambición impropia, como si tuviera ideas por encima de la condición propia de la basura popular», fue visto como una amenaza por «los árbitros del gusto literario».

Más libros o relatos: Las aventuras de Tom Bombadil; Los hijos de Húrin (1) y (2), La historia de Kullervo, Roverandom, El señor Bliss, Egidio, el granjero de Ham, El herrero de Wooton Mayor, Beren y Lúthien,
La caída de Gondolin.
Además, hay una nota sobre la edición, con su traducción y sus comentarios, que hizo Christopher Tolkien, sobre Beowulf.

Más comentarios: Viernes santo también, Necesidad de la perseverancia, Los muertos también ayudan, Magia en las cosas, El hueso y la sopa.

Bibliografía:
—Humphrey Carpenter. J. R. R. Tolkien, una biografía (1977). Barcelona: Planeta-Agostini, 2002; 312 pp.; trad. de Carlos Peralta; ISBN: 84-395-9799-1.
—Humphrey Carpenter. Los Inklings (The Inklings, 1978). Madrid: Homo Legens, 2008; 479 pp.; trad. de Juan Castilla Plaza; ISBN: 978-84-936433-8-6.
—Wayne G. Hammond y Christina Scull. J.R.R. Tolkien: Artista e ilustrador (J.R.R.Tolkien, Artist & Illustrator, 1995). Barcelona: Minotauro, 1995; 207 pp.; trad. de Ramón Ibero; ISBN: 84-450-7249-8.
—Joseph Pearce. Tolkien: hombre y mito (Tolkien: Man and Myth, 1998). Madrid: Minotauro, 2000; 249 pp.; trad. de Estela Gutiérrez Torres; ISBN: 84-450-7330-3.
—Joseph Pearce y otros. J.R.R.Tolkien – Señor de la Tierra Media (A Celebration, 1999). Barcelona: Minotauro, 2001; 234 pp.; trad. de Ana Quijada; ISBN: 84-450-7331-1.
—Eduardo Segura. El viaje del anillo: estudio de la estructura narrativa de «El Señor de los anillos» y de la poética de J. R. R. Tolkien (2004). Barcelona: Minotauro, 2004; 296 pp.; ISBN: 84-450-7490-3.
—Tom A. Shippey. El camino a la Tierra Media (The Road to Middle-Earth, 1982). Barcelona: Planeta-Agostini, 2002; 432 pp.; trad. de Eduardo Segura, revisión de Ana Quijada; ISBN: 84-395-9739-8.
—Tom A. Shippey. J.R.R. Tolkien: autor del siglo (J.R.R.Tolkien, Author of the Century, 2000). Barcelona: Minotauro, 2003; 372 pp.; trad. de Estela Gutiérrez; ISBN 84-450-7353-2.
—J. R. R. Tolkien. Cartas (Letters of J. R. R. Tolkien). Selección de Humphrey Carpenter, con la colaboración de Christopher Tolkien, editada en 1981. Barcelona: Planeta-Agostini, 2002; 544 pp.; trad. de Rubén Masera; ISBN: 84-395-9737-1.
Colin Duriez. J. R. R. Tolkien: génesis de una leyenda (Tolkien: The Making of a Legend, 2012). Madrid: Rialp, 2013; 235 pp.; col. Biografía y Testimonios; trad. de José Manuel Mora Fandos; ISBN: 978-84-321-4277-2.
John Garth. Tolkien y la Gran Guerra. El origen de la Tierra Media (Tolkien and the Great War. The Threshold of Middle-Earth, 2003). Barcelona: Minotauro, 2014; 505 pp; trad. de Eduardo Segura y Martin Simonson; ISBN: 978-84-450-0207-0. [Vista del libro en amazon.es]


1 marzo, 2006
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