Todo un mundo es un elogiadísimo álbum sin texto, compuesto con ilustraciones encadenadas consecutivamente, al que se puede calificar, a la vez, de valioso para muchos adultos y de limitado interés para la inmensa mayoría de los niños.
Por un lado, es un sofisticado producto contemporáneo: todas las técnicas pictóricas y gráficas posibles están presentes en las ilustraciones sucesivas. Por otro, es un buen intento de comprender y mostrar cómo es la mente infantil: los autores intentan reflejar cómo los niños pequeños se relacionan con el mundo no con razonamientos sino con percepciones y sensaciones. En realidad, y como es lógico, el álbum muestra más bien el modo en que los adultos suponemos que los niños lo hacen, o el modo en que los adultos lo hacemos, pues las asociaciones sensoriales o intelectuales que aquí se presentan para provocar el paso de una imagen a otra no son necesariamente infantiles. Más aún: es dudoso que lo sean en la mayoría de los casos. Y, además, es necesario recordar que el interés del niño se dirige hacia cosas concretas y no hacia su mismo proceso de aprehensión de la realidad.
Por tanto, álbum que tiene mucho interés como producto para compartir entre adultos y niños, siempre y cuando el adulto esté muy interesado en el arte contemporáneo. Es decir, que quien quiera hacer un buen regalo al hijo pequeño de alguien así, no para poner contento al niño sino al padre o a la madre, aquí lo tiene.
Katy Couprie y Antonin Louchard. Todo un mundo (Tout un monde, 1999). Madrid: Anaya, 2003; 254 pp.; ISBN: 84-667-2723-X.