Después de mis comentarios a obras anteriores de Marilynne Robinson no necesito decir que también me ha interesado y gustado mucho su nueva novela, Jack. Este personaje, nombre por el que se conoce a John Ames Boughton, es el hijo de un pastor presbiteriano que hizo una breve aparición al final de Gilead, donde se contaba que volvió a su casa, después de veinte años ausente, cuando su padre estaba a punto de morir, un episodio que se cuenta con más pormenores en En casa, novela que tiene como protagonista principal a su padre y que se cuenta desde la perspectiva de su hermana Glory.
La novela, que se desarrolla sobre todo en Saint Louis, en los años cincuenta del pasado siglo, habla del tiempo en el que Jack llevó una vida de vagabundo y ladronzuelo y se centra en su relación con Della Miles, una mujer joven, negra, profesora en una escuela, hija de un prestigioso pastor de otra ciudad. Comienza con quince páginas de un tenso diálogo entre los dos, cuyas causas conoceremos más adelante, y con un largo encuentro entre ambos, tiempo después, que dura toda una noche y que tiene lugar en un cementerio: esta vez son casi ochenta páginas de diálogo vivo, tenso y muy rico. Después la novela progresa narrando los siguientes encuentros entre los dos y los desalentadores avatares de la vida presente o pasada de Jack. También hay momentos en los que Jack reflexiona minuciosamente sobre sí mismo y sobre posibles rumbos de su vida si se hubiese comportado de otra manera.
Quien haya disfrutado con la prosa precisa y el mundo interior tan reflexivo de los personajes de Robinson, lo hará también con esta novela. Quien no conozca los antecedentes puede leerla pero comprenderá menos los sufrimientos de hijo pródigo del protagonista, que piensa tanto en la bondad y rectitud de su padre y su hermano Teddy. Como en las novelas previas, son muchas las referencias bíblicas que se deslizan en las charlas de tipo teológico que mantienen, entre sí o con otras personas, los dos personajes principales, no en vano son hijos muy bien educados de dos pastores ejemplares. Los mejores tramos de la novela son los diálogos y las escenas de los encuentros entre Jack y Della, y los menos conseguidos son algunos un tanto repetitivos acerca del mundo interior de Jack —él mismo sabe que, mentiroso y borrachín compulsivo como es, tiene unos pensamientos confusos, que lo siguen siendo por más esfuerzos que haga el narrador—, aunque se mantiene siempre la tensión de saber si, al final, la pareja seguirá o no junta.
La novela tiene una clara voluntad de reflejar una sociedad profundamente marcada por la discriminación racial —los protagonistas son conscientes de que su relación les causará todo tipo de problemas— pero lo hace del modo más eficaz posible: presentándola como telón de fondo, sin asomo alguno de denunciarla directamente y sólo indicando las consecuencias que tal situación atrae sobre unos seres inocentes. Como quien haya leído antes a Robinson espera, todo está muy literaturizado: esto es un problema para ciertos lectores —y algunos discutiríamos también si no son en exceso sofisticadas, e incluso si son relevantes, las muchas consideraciones teóricas que se hace Jack sobre su objetivo vital de la «inocuidad», de intentar pasar por la vida sin hacer daño—, pero también es, seguramente, la única forma de nombrar adecuadamente y de comprender un poco algunas cosas difíciles de apreciar a primera vista.
Por ejemplo, cuando la autora pretende mostrar, y en mi opinión lo consigue, cómo es posible que un personaje tan desastrado como Jack pueda resultar atractivo a una mujer mínimamente sensata, es inusual y luminosa la forma en que Della lo expresa. Le dice a Jack que ambos saben que tienen alma, «pero sólo porque se ha vuelto una costumbre creerlo, no porque sea verdaderamente visible para nosotros la mayor parte del tiempo»; pero que «una vez en la vida, tal vez, miras a un desconocido y ves un alma, una presencia gloriosa fuera de lugar en el mundo. Y si amas a Dios, cada elección te viene dada. Entonces no hay vuelta atrás. Has visto el misterio…, comprendes qué es la vida. Para qué sirve. Y un alma no tiene cualidades terrenales, carece de historia entre las cosas de este mundo, no tiene culpas, ni heridas, ni fracasos. No más de las que tendría una llama. No hay nada que decir sobre ella salvo que es un alma humana sagrada. Y se produce un milagro cuando la reconoces». Cuando Jack, asombrado, le pregunta si está refiriéndose a él, Della se lo confirma aunque le aclara que no todo fue tan inmediato como se lo ha dicho, y cuando él, más asombrado, le replica si acaso eso significa que es «inmune a todo juicio debido a mi naturaleza celestial», Della le contesta: «Otra gente también lo es, o debería serlo. Pero dado que es tu alma la que he visto, sé muy bien que no debo pensar en ti como lo hacen otros cuando juzgan. El Señor dice: “No juzguéis” porque cuando mira a las personas sólo ve almas. Eso es todo. Supongo que he visto otras. Niños en la escuela. La tuya es la más brillante».
Marilynne Robinson. Jack (2021). Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2021; 331 pp.; trad. de Vicente Campos; ISBN: 978-84-18526-21-3. [Vista del libro en amazon.es]