En el caso de las ficciones que tratan sobre cuestiones dolorosas reales, es particularmente necesario contrastar su lectura con los testimonios de primera mano. Un ejemplo cercano: las novelitas que, más o menos, tratan sobre la guerra civil española y obras como la citada días atrás, Un adolescente en la retaguardia. Otro ejemplo: las que hablan de la segunda Guerra Mundial con las memorias de supervivientes de campos de concentración, como el testimonio de Viktor Frankl, La vida en busca de sentido, o, por mencionar otro que acabo de leer, Historia de mi vida, de Aharon Appelfield. Y es que, salvo casos especiales, no es nada fácil que una ficción sea un testimonio político: el ejemplo de acierto total, debido a unas circunstancias muy particulares unidas a un talento excepcional, es Un día en la vida de Iván Denisovich, de Alexander Solzhenitsyn.