Siempre nos quedará Paris contiene veintidós relatos inéditos de Ray Bradbury que no sorprenderán a quienes ya le conozcan. En ellos vuelve a temas conocidos —alguno sobre viajes espaciales, varios sobre muertos que vuelven a la vida, otros sobre recuerdos infantiles, algunos de vida cotidiana con acentos humorísticos…—, y su prosa tiene la concisión y el encanto habituales en sus obras.
No todas las historias son igualmente buenas pero hay algunas excelentes que hacen pensar, divierten y emocionan. Así, «Lejos de casa», que bien podría ser un capítulo de Crónicas marcianas, habla de cómo se remedia el enorme desamparo de unos jóvenes norteamericanos recién aterrizados en Marte. O, por ejemplo, «Encuentro literario» presenta varios diálogos de un hombre con su mujer que siguen la pauta de los libros que está leyendo el marido en cada momento: Del tiempo y el río, El halcón maltés, Vida de Alexander Pope, uno de Saroyan…
Si tuviera que decir cuál me ha gustado más diría que fue «Veraniega pietà», un relato que podría estar incluido en El vino del estío. Trata sobre dos hermanos que van a ver un circo, trabajan también en él, y, después de todas las emociones, cuando el circo se va y el pequeño se queda solo con su padre, se desploma de agotamiento. Entonces, dice, «me alcanzó el cálido aroma a nicotina del aliento de mi padre», y percibe cómo unos brazos fuertes le sostienen y levantan en el aire…
Ray Bradbury. Siempre nos quedará Paris (We’ll always have Paris: stories). Barcelona: Minotauro, 2015; 206 pp.; trad. de Miguel Antón; ISBN: 978-84-450-0253-7. [Vista del libro en amazon.es]