A propósito de George Orwell, en uno de sus ensayos C. S. Lewis explica cómo «en las obras de ficción es fatal ese principio de que cualquier palo es bueno para golpear a un villano», y que algo así le pasa en sus libros largos como 1984. Por el contrario, en un libro cortito como Rebelión en la granja el autor inglés «usa su emoción sin que le inhabilite» y «la intensidad de su odio no le hace balbucear ni le embota», con lo que consigue una enorme claridad e intensidad, y el más acabado ejemplo literario de la relación entre la corrupción del lenguaje con la corrupción política y social.
8 julio, 2005