Hay historias que a unos les pueden hacer mucha gracia pero a otros no tanta. Si alguien ha vivido de cerca experiencias trágicas debidas al juego, por ejemplo, no querrá ni de broma un relato en el que la abuela enseña a su nieta a jugar al póker… Es el caso del singular Memorias de una abuela apostadora, de Dayal Kaur Khalsa.
En la primera parte la nieta habla de lo que a ella le contó la abuela de su vida: nació en Rusia, los cosacos invadieron su pueblo, siendo niña emigró a América, donde creció; luego se casó, su marido trabajó para un gánster muy importante y ella, para complementar los ingresos familiares, se convirtió en una experta jugadora de póker; después tuvo dos hijos, y uno se fue a California y otra, la madre de la narradora, se quedó a vivir en Nueva York; cuando el abuelo murió, la abuela se fue a vivir con su hija y su nieta. Y ahí comienza la segunda parte: la vida de la nieta con la abuela y las cosas que aprendió de ella.
El relato está acompañado con ilustraciones coloristas en la página derecha aunque, a veces, hay ilustraciones en ambas páginas. Las imágenes, más o menos deudoras del arte popular —aquí se dice que la ilustradora mezclaba los colores como las mujeres bereberes de Marruecos—, tienen como misión mostrar algunas cosas tal como se las imagina la narradora y hacerle notar al lector el contraste entre lo que cuenta y el aspecto apacible de la abuela, una ancianita que no parece haber roto nunca un plato. Hay un momento de la narración que es a la vez divertido y polémico: cuando abuela y nieta van a comprar un juguete y la niña quiere una pistola, la abuela le dice que las pistolas no son para las niñas…
Dayal Kaur Khalsa. Memorias de una abuela apostadora (Tales of a Gambling Grandma, 1986). Barcelona: Ekaré, 2015; 32 pp.; trad. de Carmen Diana Dearden; ISBN: 978-84-943038-5-2. [Vista del libro en amazon.es]