Yugoslavia, mi tierra, de Goran Vojnović, es un relato novelado que se podría calificar de periodístico e informativo, incluso aunque no sean exactamente ciertos los hechos que se cuentan: un chico descubre que su padre, un antiguo general, no está muerto como le había dicho su madre, sino que sigue vivo y está siendo buscado como criminal de guerra. Esta reseña cuenta bien el contenido y las cualidades de la novela.
Es un libro que a mí me ha interesado por lo que tiene de histórico y por el conflicto interior del narrador. A este se le ve confuso mientras va escuchando las justificaciones que muchos le dan de lo sucedido: hubo acontecimientos en el pasado que hay que conocer pues mucha gente, le dicen, «necesitan señalar a un acusado, pero no quieren saber el relato entero, desde el principio hasta el final» y no desean «preguntarse por ninguna otra causa». Ante todo eso, su reacción es de furia: «porque el hombre que tanto había significado para mí se hubiera convertido en un monstruo» y, también, porque «no tenía ganas de comprenderle», porque «si trataba de comprender sus actos, eso significaba que también podía estar dispuesto a justificarlos».
Cono todo, debo decir que me parece fallido. Por un lado, me parece que hubiera sido mejor una narración más lineal sin tantos saltos temporales adelante y atrás que hacen más compleja la historia: por más que tal vez así se avive la curiosidad de algunos lectores, a otros les desanimará esa innecesaria sofisticación constructiva. Pero, sobre todo, me parece que las reflexiones intelectuales y morales tienen poca consistencia: el narrador está confuso, sigue confuso, y termina confuso e irritado.
Lo anterior enlaza con que, al hablar de cómo a muchos jóvenes de hoy se les enseña a condenar los genocidios, dice Theodore Dalrymple que no se les enseña a hacer una reflexión seria sobre la naturaleza humana, sobre las responsabilidades colectivas e individuales, sobre la colaboración pasiva de tantos, etc. (Mucho menos, y esto lo digo yo y no Dalrymple, se les recomiendan lecturas que les ayuden a situarse ante «el mal» como, pongamos por caso y apuntando alto porque algunas cuestiones no tienen respuesta fácil, Los hermanos Karamázov). El resultado es que «el alumno creerá que, al condenar lo que obviamente está mal, es decir, el asesinato de un gran número de personas, está siendo virtuoso. La adopción pública de un cliché moral se convierte en la marca que distingue a una mala persona de una buena».
Goran Vojnović. Yugoslavia, mi tierra (Jugoslavija, moja dežela, 2012). Barcelona: Libros del Asteroide, 2017; 356 pp.; trad. de Simona Škrabec; ISBN: 978-8417007003. [Vista del libro en amazon.es]