La ficción institucionalizada (contenidos televisivos, revistas de historietas, películas, literatura infantil), dice Eva Illouz, «ha pasado a ser un componente central de la socialización» pues moldea el yo del lector-espectador al hacerle vivir a través de los relatos y hacerle concebir emociones que constituirán, o al menos se integrarán en, su proyecto de vida. «En términos estrictos, la “imaginación ficcional” es la imaginación que entra en juego cuando alguien lee material de ficción o interactúa de otro modo con dicho material» y así se generan emociones. Esas «emociones ficcionales son contiguas a las emociones “de la vida real”, pues las imitan, pero no son equivalentes» por cuanto sólo «pueden desencadenarse a partir de situaciones que sabemos que son irreales, o incluso imposibles».
Esto quiere decir que, aunque las emociones ficcionales parece que tienen «el mismo contenido que las emociones de la vida real», en realidad no es así porque sólo «se generan a partir de la interacción con formas estéticas y son autorreferenciales, es decir, se vuelven sobre el yo, en lugar de surgir de un intercambio dinámico y fluido con otra persona». Estas emociones ficcionales son piezas clave de nuestra imaginación pues con ellas visualizamos experiencias anticipativas a las que dotamos de significados emocionales y nos fabricamos como un molde mental en el que luego, no sorprendentemente, la vida real no encaja.
Eva Illouz. Por qué duele el amor. Una explicación sociológica (Why Love Hurts. A Sociological Explanation, 2011). Madrid: Katz, 2012; 364 pp.; serie Ensayos; trad. de María Victoria Rodil; ISBN: 978-84-92946-47-1.