En uno de los ensayos del libro citado ayer, hablando de la crisis económica de Grecia de hace unos años, escribe Marylinne Robinson lo siguiente:
«Oí comentar a una mujer que, por descontado, la situación económica de ese país era lamentable. Dijo: “Sus centros comerciales ni siquiera abren el domingo”. Según aparece, debe asumirse que la economía, tal como se entiende actualmente la palabra, no sólo puede sino que debe reglamentar la cultura nacional. ¿Por qué iban los griegos a cumplir el Sabbath? Posiblemente porque su país y su idioma sustentan una antigua tradición religiosa. Su abandono entrañaría una inmensa y absoluta pérdida. Y, además, el día de descanso tiene otras ventajas. Si las estadísticas relevantes tienen algo de verdad —yo dudo de todas—, tal vez la salud y la longevidad no sean tanto consecuencia de la dieta —de pescado, verdura y aceite de oliva— como de disponer de un poco de tiempo para uno mismo, compartido con familia y amigos. (…) El Sabbath es una forma de hacer lo que se pretendía que hiciera: proteger un día de cada siete de las exigencias de la economía. Sus ventajas no pueden comercializarse. El ocio, a modo de contraste, es muy fácil de comercializar. Pero el ocio raramente es algo más que un poco de tiempo robado al estrés cotidiano. En cambio, el Sabbath es una forma de vida, una que ha desaparecido hace mucho de este país, claro, debido a las tendencias a la secularización, que en realidad son presiones económicas que han excluido el descanso como opción, en primer lugar para todos aquellos que más lo necesitan» (en «Decadencia»).
Marilynne Robinson. Cuando era niña me gustaba leer. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017; 108 pp.; trad. de Vicente Campos; ISBN: 978-84-17088-25-5. [Vista del libro en amazon.es]