De las biografías de Chesterton en castellano la de Joseph Pearce, G. K. Chesterton: Sabiduría e Inocencia, es la más completa y, además, tiene un rasgo que le da mucho valor: el de que, como menciona muchos testimonios de personas que trataron y admiraron a Chesterton, coloca su figura en un marco amplio. Unos fueron sus amigos, como H. G. Wells. Otros comenzaron su vida profesional en el G. K.’s Weekly, como George Orwell. Otros cambiaron gracias a sus libros, como C. S. Lewis. Otros fueron muy deudores de sus ideas literarias, como Tolkien. Otros, sus colegas novelistas de casos policiacos, como Dorothy Sayers, le admiraron. Además, historiadores como Christopher Dawson o economistas como E. F. Schumacher también reconocieron el peso que tuvo en su pensamiento y en sus obras.
Pero también un autor como Terry Pratchett afirma: «En El hombre que fue jueves y El Napoléon de Notting Hill nos dio dos de los argumentos con más fuerza emocional del siglo XX. El primero trata de que da igual de qué lado estemos hablando, porque los dos lados son iguales, ambos son en realidad el mismo lado. Éste ha sido el motor de la mitad de las novelas de espionaje de este siglo. El otro argumento no se puede resumir de modo tan sucinto; pero consiste básicamente en que alguien se toma en serio una idea que no estaba concebida para ello y le confiere así una cierta nobleza». También indica Pearce cómo Pratchett y Gaiman homenajearon a Chesterton al dedicarle su novela Buenos presagios y al hacer decir a Crowley, uno de sus personajes, que Chesterton es «el único poeta del siglo veinte que además se acercó a la Verdad».
Y André Maurois: «Chesterton, paradoja a paradoja, construye una imagen de la realidad porque la realidad es una suma de paradojas. Pero hay veces que tanto malabarismo con las fórmulas agota al lector y le deja con una sensación de desasosiego intelectual. El lector ve con tanta claridad la brillantez de Chesterton, que no percibe su profundidad. En el ballet de sus frases no siempre reconocemos la sencillez de vida que deseaba que tuviéramos… Sin las paradojas, los chistes y los toboganes retóricos, Chesterton habría sido quizá un filósofo más claro, pero no sería Chesterton. Con frecuencia se supone que no es serio porque es gracioso y, en realidad, es gracioso porque es serio. Seguro como está de su verdad, se puede permitir bromear… La certeza produce serenidad».
Joseph Pearce. G. K. Chesterton (Wisdom and Innocence – A Life of G. K. Chesterton, 1996). Madrid: Encuentro, 1998; 601 pp.; trad. de Carmen González del Yerro Valdés; ISBN: 84-7490-462-5.