Dice Chesterton que Casa desolada no es el mejor libro de Dickens pero sí es su mejor novela: una distinción que no es una trampa verbal y que ha de ser recordada continuamente al hablar de sus obras. Por un lado, es una novela escrita en el punto más alto de su madurez intelectual, lo que no quiere decir perfección: una patata madura es perfecta pero alguna gente prefiere las patatas jóvenes o, dicho de otro modo, los niños son más agradables que los adultos y cuando Dickens escribió Casa Desolada había crecido ya.
Esther Summerson es una joven de orígenes misteriosos cuya bondad y desinterés hacia los demás la convierten en una persona querida por todos: es como si a su alrededor hubiera una «conspiración habitual» para hacerla feliz. Esther y un narrador externo se alternan en los sucesivos capítulos de una historia con multitud de personajes y de ramificaciones. Entre otras: los orígenes misteriosos de Esther; la adopción, por parte del bondadoso John Jarndyce, de la misma Esther y de otros dos jóvenes, Ada Clare y Richard Carstone; un histórico pleito que consume todas las energías de Richard; las ambiciones de abogados y prestamistas junto con el sufrimiento que ocasionan a distintas personas; la amistad de Esther con Caddy Jellyby; los vaivenes por los que pasa el amor de Esther… Además, el último tramo de la novela es una intriga policiaca en la que aparece un detective singular, Mr. Bucket, con cuyas averiguaciones se va dando cumplida satisfacción a los cabos sueltos anteriores.
Todos los libros anteriores de Dickens, tal vez con la excepción de Dombey e Hijo, son como novelas de aventuras e incluso como diarios de viaje. Así, los protagonistas de Pickwick, Oliver Twist, Nicholas Nickleby, David Cooperfield, o Martin Chuzzlewit, se pasan la vida de lugar en lugar. En Casa Desolada, sin embargo, hay un cambio de estructura: no es una cadena sino un ciclo de incidentes. Esto se ve si pensamos en que los comienzos de las novelas de Dickens, como por ejemplo la genial genealogía de los Chuzzlewit o el gran primer capítulo de David Copperfield, son incidentes que nada tienen que ver con el desarrollo posterior de la historia salvo las conexiones biográficas. En Casa Desolada, en cambio, Dickens empieza con la niebla que oculta el Tribunal Supremo porque quiere terminar con lo mismo. Además, toda la novela está repleta de símbolos que remiten al mundo de la administración de justicia: si de la muerte del pequeño Paul Dombey podíamos culpar a Dickens, aquí de la muerte de Little Jo podemos culpar a los jueces. La unidad artistica de la historia es casi sofocante: siempre hay un motivo, todo está calculado para reafirmar la protesta del autor contra un gran mal social. Y el hecho de que la niebla del primer capítulo nunca se levante parece querer decir al lector que la tiranía que se denuncia no puede ser levantada con el ligero subterfugio de la ficción.
En otro orden de cosas, se puede afirmar que la tragedia de Richard Carstone es la única y real gran tragedia que escribió Dickens. Dickens, que era divertido acerca de cosas divertidas, era muy serio acerca de cosas serias, y con esta historia quería que nos uniéramos a su protesta contra la vaciedad y la arrogancia de la ley, contra la locura y el orgullo de los jueces, y por eso quiso ser deprimente. Otro ejemplo de la seriedad de esta novela está en Caddy Jellyby: si Carstone es un estudio masculino de un joven que sigue un camino equivocado, Caddy, tal vez la más digna de las heroínas of Dickens, es un perfecto estudio femenino de una chica que sabe elegir bien.
Charles Dickens. Bleak House (1853). Edición española, titulada Casa desolada, en Barcelona: Montesinos, 1987; 756 pp.; col. Clásicos; trad. de José Luis Crespo Fernández; ISBN: 84-7639-060-2. [Vista del libro en amazon.es]
Otra edición está en Madrid: Valdemar, 2008; 1088 pp.; col. Clásicos; trad. de José Rafael Fernández Arias; ISBN-13: 978-84-7702-595-5.