Tengo amigos entusiastas de los diarios de Andrés Trapiello pero debo reconocer que yo nunca he reunido ánimos para empezar a leerlos: en obras así tengo la sensación de que hay que comenzar a leer todo desde el principio y son ya muchos los volúmenes que ha publicado el autor. Sí que me he atrevido con Fractal, una antología de los textos publicados en los diarios de 1990 a 2010. Gran experiencia, que recomiendo.
Esta reseña explica bien tanto Fractal como el contenido de los diarios, libros todos que pertenecen al género maravilloso del «cajón de sastre»: «cualquier cosa que vaya a ellos queda en su sitio. En el desorden todo queda ordenado». Tal como indica la reseña citada, asombra la variedad de tonos y registros que usa el autor —reflexión poética, crítica literaria, metaliteratura, aforismo, poesías, autores preferidos, lecturas asiduas, libros que está escribiendo; recuerdos de sus padres, escenas familiares, viajes, entrevistas, conversaciones, etc.—.
De las muchas notas que he tomado, pongo aquí algunas relacionadas con la literatura y pondré otras, sobre más cuestiones, en la entrada de mañana.
De la literatura:
—Del rencor en literatura no sale nada bueno nunca.
—«Seguir a los grandes o morir». No creo que importe nada más en la vida. Y sin embargo uno se ve a menudo entregado a esa rara pasión que son los escritores menores. Uno aprende de los grandes o de los pequeños. De los medianos nunca.
—Cuando dicen que escribes mucho es porque no pueden decir nada peor.
—Hay una regla de oro de la literatura, que al escritor joven le cuesta entender: el lector da crédito mucho antes a la maldad que a la bondad. El éxito de la calumnia está basado en el mismo principio. Y sin embargo solo las grandes obras responden a un enunciado de verdad y de belleza convencional, aristotélico diríamos. Por lo demás todo eso de «viaje a los infiernos», «al final de la noche», a las «pestíferas sentinas de la conciencia», en fin, la llamada literatura del mal no suele ser más que una deposición en una bacinilla.
—Cuando un escritor escribe domicilio por casa, fallecer por morir, esposa por mujer y rebeldes sin causa, deberían quitarle la licencia de por vida.
—Al diablo la literatura. Yo no quiero hacer literatura. La literatura es solo para los que no creen en la vida y sí, en cambio, en los suplementos literarios.
Del arte, a propósito de Ramón Gaya:
—No tengo la menor duda de que de la misma manera que nos enseñó a algunos cómo ha de vivir alguien entregado a la tarea de escribir o pintar, sin distracciones, partiendo de la realidad pero sin quedarse nunca en ella, su obra enseñará a muchos que no lo conocían a vivir en el misterio de la vida sin destruirlo.
—Un creador, decía él, como decía su maestro JRJ, no trabaja para el público, sino en nombre de un pueblo, entendiendo por pueblo lo mejor del hombre.
—Él no podía engañarse, sabía muy bien que lo que busca un creador no está en un punto determinado. En cierto modo lo que buscamos, o lo encontramos a cada momento, o no lo encontraremos nunca.
Crítica literaria:
—La única crítica legítima es aquella que pueda leerse a los cincuenta años de ser escrita, incluso cuando se haya olvidado aquello, libro, cuadro, sonata, que justificó que se escribiera. O sea, cuando ya no sirve para lo que fue escrita, sino para otra cosa.
—Uno le cambia todos los nombres a Guerra y paz y no pasa absolutamente nada. A don Quijote lo llamamos Belmonte, y tampoco. Ahora, a estas novelitas medio pornográficas se les cambia el nombre y se vienen abajo. ¿Por qué? Porque en ellas es el lector el que lo pone todo…
De la lectura:
—El aristócrata de los lectores es ese que lee a Plutarco, a Bayle, a La Bruyère, en fin a todos esos que ya no tienen amigos en los periódicos.
—Hay erratas que vienen con ángel dentro, con su pepita de oro: «mononótono», «literarto»…
Andrés Trapiello. Fractal: del Salón de pasos perdidos (2024). Madrid: Alianza editorial, 2024; 816 pp.; col. Alianza Voces; ISBN: 978-8411487603. [Vista del libro en amazon.es]