Arriba el cielo, abajo el suelo, de Andrés Barba, se desarrolla en un mundo en el que todos los pueblos están continuamente cayendo y la gente, que no tiene pies sino unas bolas llamadas polas que hacen de contrapeso, se desplazan volando. Si uno está contento cae más despacio y si uno está triste cae más rápido. Los de un pueblo de abajo mandan a un niño llamado Lavarito, de pelo azul muy rizado y que habla muchísimo, al pueblo de arriba con un importante mensaje: que se avecina una colisión con el suelo en sólo tres días. Uno de los motivos que impulsan a Lavarito es que arriba, le han dicho, vive una niña llamada Esquimela, de rizos verdes. Los dos, junto con el alcalde Fino Filipino, el profesor Francioni y el escultor Nicodemo Meco, intentan encontrar la fórmula para evitar la catástrofe.
Relato simpático, con muchos golpes de humor en las descripciones. Algunas requieren elaboración como la de las polas o, en general, las que se derivan de que los pueblos estén siempre cayendo; otras son bromas al paso como la de que el pelo de la madre de Lavarito sea de color «amarillo pollo»; y otras se nos han ocurrido antes a todos (o deberían habérsenos ocurrido) como la sorpresa que se llevan Esquimela y Lavarito al ver que los pies que les brotan tienen cinco dedos cada uno, «uno gordo, tres normales y uno enano». Del argumento y los diálogos se desprende al final la conclusión que saca Esquimela: «la felicidad es una cosa muy misteriosa: en cuanto sabes que la tienes se te escapa, cuando la buscas tú, nunca la encuentras y cuando no buscas la tuya y buscas la de los demás, es entonces cuando aparece…».
Andrés Barba. Arriba el cielo, abajo el suelo (2011). Madrid: Siruela, 2011; 87 pp.; col.Las Tres Edades; ilust. de Saavedra; ISBN: 978-84-9841-514-8.