Al leer el álbum que cité ayer, cuyo argumento se centra en un agujero, recordé un divertido libro de hace años: El vendedor de agujeros, de Miguel Ángel Mendo…, y un relato previo de Pere Calders titulado Accidente laboral (contenido en Todo se aprovecha).., también sobre un vendedor de agujeros.
También, aunque sea cambiar de tercio, me vino a la cabeza el comentario del personaje de Cortázar, Johnny Carter, cuando dice que «no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo…». En fin, que ya se ve que hay agujeros por todas partes.