CALDERS, Pere

CALDERS, PereAutores
 

Escritor español. 1912-1994. Nació y falleció en Barcelona. Sus primeros relatos son de 1936. Se exilió después de la Guerra Civil. Regresó en 1962. Tuvieron que pasar los años dominados por el realismo social en la novela para que se reconociera el valor de la peculiar fantasía de Calders.


Todo se aprovecha
Barcelona: Ediciones B, 1988; 216 pp.; col. Narradores de hoy; trad. y prólogo de Basilio Losada; ISBN: 84-7735-555-X.

Veinticuatro relatos cortos de varias páginas y diez muy breves. En el que da título a la recopilación se habla de una mujer que asesina a su marido pero que reutiliza su cadáver; en otro un vendedor de agujeros que sufre un Accidente laboral; La nota única la protagoniza una soprano a la que «se le habían encallado las mandíbulas»; en Pedagogía aplicada un niño pregunta «¿para qué sirven las estrellas?»…


Ruleta rusa y otros cuentos
Barcelona: Anagrama, 2007; 294 pp.; col. Anagrama Compactos; trad. de Joaquín Jordá; ISBN: 978-84-339-7292-7. [Vista del libro en amazon.es]

Veintisiete relatos cortos de varias páginas y dieciocho muy breves. El que titula el libro, Ruleta rusa, tiene un tema semejante a El curioso impertinente de Cervantes; en Mañana, a las tres de la madrugada, el narrador intenta evitar la locura que planea un amigo suyo de lanzarse al espacio en un cohete que ha preparado en el jardín de su casa; en La “Nemours 88”, el nombre de una computadora de tarjetas perforadas, un empleado intenta que la máquina determine si su sueldo y el de su jefe son justos; al principio de La rebelión de los objetos se indica que «todo comenzó con una huelga de las cerraduras y de los interruptores»…



Colecciones de relatos cortos escritos en fechas muy anteriores a la de las recopilaciones y que se pueden encuadrar en un «realismo mágico» como el de BONTEMPELLI. Con un tono coloquial y socarrón, que a veces respira una cordial autoironía hacia lo catalán, Calders pone toques de una peculiar fantasía en entornos cotidianos, de tal modo que se rompen las expectativas del lector y algunos aspectos de la vida real aparecen con una perspectiva diferente a la común o se subraya el absurdo de algunas situaciones de la vida social. Tienen gracia, e incluso causan hilaridad, los razonamientos contemporizadores y pactistas de los personajes, como intentando hacer de la necesidad virtud, o como buscando la justificación y comprensión del lector: «sin querer pisé un grillo, que hizo un chasquido tan desagradable y acusador, que me remuerde la conciencia cada vez que lo evoco», cuenta el agobiado narrador de Mañana, a las tres de la madrugada. Algunos relatos del segundo de los libros, como La espiral, o El batallón perdido, o La Virgen de las vías, tienen acentos de humor pero su registro es serio.

Si algunos relatos tienen un carácter más «adulto», hablando siempre relativamente, en otros es patente cómo la fantasía humorística de Calders engancha directamente con los «sueños locos» del niño. Esto se puede ver también en relatos suyos de los que se han hecho álbumes como Los niños voladores, ilustrado por JOMA, o Cepillo, ilustrado por Carme SOLÉ.


20 febrero, 2008
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