SALINGER, Jerome David

SALINGER, Jerome DavidAutores
 

Escritor norteamericano. 1919-2010. Nació en Nueva York. Estudió en una Academia militar y luego en la universidad de Columbia. Estuvo en el ejército desde 1942 hasta 1946. Empezó a publicar cuentos en 1948, en The New Yorker. Sus únicos libros conocidos son los que se mencionan abajo. Falleció en Cornish, New Hampshire.


El guardián entre el centeno
Madrid: Alianza, 1998, 9ª ed.; 228 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Carmen Criado; ISBN: 84-206-3409-3. [Vista del libro en amazon.es]
Otra edición en Barcelona: Edhasa, 2011, 14ª ed.; 288 pp.; col. Edhasa Literaria; ISBN 10: 84-350-0895-9.

Holden Caulfield, 17 años, desde la clínica psiquiátrica donde convalece, recuerda su fuga del colegio, unos días antes de las vacaciones de la última Navidad: adelantándose a su casi segura expulsión, se marchó y vagó por la ciudad durante tres días. Cuenta los diversos encuentros que tuvo, todos lamentables excepto la charla con su hermana Phoebe. Al hilo de los sucesos rememora sucesos de su vida colegial y familiar, y comenta lo que piensa de la vida.



El guardián entre el centeno se ha puesto con frecuencia en paralelo con Las aventuras de Huck Finn. Las semejanzas son claras: tanto Holden Caulfield como Huck Finn huyen y ambos buscan no saben qué; ambos libros tratan con altura literaria sobre aspectos de la psicología del adolescente; ambos han llegado a ser libros de cabecera para muchos pues, aunque no dan salidas, son agudos en el diagnóstico de los problemas y tratan acerca de la nostalgia de una inocencia que se sabe con certeza que no volverá. Pero las diferencias son muchas, aparte de que Huck sea un chico rural y Holden un chico urbano. Una es que Huck no tiene madre y huye de su padre, alcohólico, mientras que Holden tiene padres, pero es como si no los tuviera pues en ningún momento se plantea acudir a ellos en busca de ayuda. Otra es que Huck se parece poco a Holden, tímido y descarado, con un mundo interior febril y frágil, que se revela en una emotividad a flor de piel y en la dolida brusquedad de algunas reacciones externas. Y esta es la gran diferencia: el mundo interior de Holden es patético y sombrío salvo cuando se refugia en el recuerdo de su hermano muerto y el cariño por su hermana Phoebe, sus únicas referencias afectivas. Holden se da cuenta, aunque sea confusamente, de que son unos agarraderos insuficientes para su necesidad de amar y de sentirse amado y comprendido. Y se desespera por no encontrar alrededor modelos coherentes y al ver con tanta claridad como incomprensión su propia incoherencia. Rechaza toda hipocresía pues declara, como condición para todos los que quisieran visitarlo en un refugio imaginario, «no hacer nada que no fuera sincero. Si no, tendrían que irse a otra parte». Pero, a la vez, dice de sí mismo: «Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Es terrible». Y relata con despego cómo no encuentra personas que le puedan orientar cuando el viejo y bienintencionado profesor Spencer le dice: «”Estoy tratando de ayudarte. Quiero ayudarte si puedo”. Y era verdad. Se le notaba. Lo que pasaba es que estábamos en campos opuestos. Eso es todo».

El estilo y los temas que Salinger trata están perfectamente sintonizados con la mente joven. En eso influye su recurso a la oralidad, a un modo de narrar muy cercano al lenguaje cotidiano que ha sido imitadísimo después. Su retrato de una parte de la juventud norteamericana, y del concepto que ella tiene de sí misma y de la sociedad que la rodea, ha convertido El guardián entre el centeno en una novela de referencia para muchos jóvenes de todas partes del mundo y ha contribuido no poco a modelar sus mentes, aunque sobre todo en los aspectos más sentimentales y menos de fondo. Basta pensar en la relación de amor-odio que Holden mantiene con el cine: «Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren». Pues Holden capta que el exceso de cine, o de imágenes podríamos decir, hace perder el sentido de la realidad: «¡Maldito cine! Puede amargarle a uno la vida. De verdad».

Es interesante notar cómo, en muchos libros de iniciación, el joven protagonista entra en contacto, de un modo u otro, con el mundo de la prostitución. Algunos lo hacen casualmente o de modo cándido como, por ejemplo, Homero Macauley en La comedia humana, pero en chicos como Holden Caulfield con una ingenuidad que está en el centro de su drama. En medio de su desconcierto, Holden tiene una referencia-barrera en el recuerdo y el cariño a su hermana Phoebe, que le hace rechazar las faltas de respeto hacia las chicas que observa en sus compañeros o que provocan ellas mismas… La narración no lo dice pero el lector puede preguntarse qué resortes se romperán en el interior de Holden si la inocencia de Phoebe falla en el futuro… O qué ocurrirá con otros Holden sin ninguna Phoebe que les quiera y a la que quieran con devoción…

¿Sabes lo que me gustaría ser?

Con un lenguaje coloquial suelto, de una brillantez y fuerza expresiva fuera de lo común, Salinger pinta magistralmente a través de la visión irónica y crítica del contradictorio y entrañable Holden, una realidad caótica y desordenada, un mundo sin referencias que se descompone, en el que las principales víctimas son los niños. Su mensaje central está claro: «¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? —dice Holden a Phoebe—. […] Verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuando empiezan a correr sin mirar a dónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura».

Aquí conviene recordar los ya mencionados paralelismos, en la escena y en los significados, con William GOLDING en El Señor de las moscas, y traer a colación un texto de CHESTERTON en su libro Ortodoxia, cuando habla de que «la doctrina y la disciplina católica son muros, si se quiere; pero son los muros de un teatro de regocijos. Sólo dentro del contorno cristiano pueden conservarse las alegrías del paganismo». A continuación, el autor inglés dice: «Imaginémonos que un corro de niños juega sobre la florida cumbre de una isla eminente: mientras haya un muro que cerque la cumbre, pueden entregarse a sus locos juegos y poblar el sitio de rumores. Supongamos ahora que el muro se derrumba, dejando a la vista los precipicios: los niños no caen necesariamente; pero cuando, poco después, venimos a buscarlos, los hallamos amontonados en el vértice de la isla cónica, mudos de horror; ya no se les oye cantar».

Las otras obras de Salinger

Muchos de los restantes relatos que ha publicado Salinger tratan sobre niños o jóvenes, y ocupan el mismo terreno fronterizo que El guardián entre el centeno. Su maestría para construir diálogos, junto con su peculiar mezcla de ironía y ternura y compasión, les dan una extraordinaria lucidez para enfocar algunas cuestiones vitales. En Teddy, uno de los relatos incluidos en Nueve cuentos, trata sobre la falta de rectitud con la que muchas veces los padres quieren a los hijos. En Franny & Zooey hay ácidos comentarios acerca de algunas actitudes adolescentes, sentimentales y quejosas, como cuando Zooey dice a su hermana que «si le vas a declarar la guerra al Sistema, dispara como una chica buena e inteligente: porque el enemigo “existe”, y no porque te disgusta su peinado o su maldita corbata». Y en Levantad, carpinteros, la viga del tejado, Seymour Glass piensa en su matrimonio y dice que «un niño es en la casa un huésped que ha de ser amado y respetado, nunca poseído, porque pertenece a Dios. Qué maravilloso, qué sano, qué bellamente difícil y por lo tanto verdadero».

—Nueve Cuentos (Nine Stories, 1948). Madrid: Alianza, 2003, 5ª impr.; 189 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Elena Rius; ISBN: 84-206-3462-X.

Tres cuentos, El hombre que ríe, Para Esmé, con amor y sordidez, y Teddy, tienen niños en el centro de la trama. El primero, Un día perfecto para el pez plátano, está protagonizado por Seymour Glass, citado abajo.

—Franny & Zooey (dos cuentos: Franny, 1955; y Zooey, 1957). Madrid: Alianza, 2004, 3ª impr.; 155 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Maribel de Juan; ISBN: 84-206-3749-1.

Franny es un diálogo entre Franny Glass y su amigo Lane; Zooey son diálogos de la madre de Franny y Zooey Glass con Zooey, y luego entre Zooey y Franny.

—Levantad, carpinteros, la viga del tejado (dos cuentos: Raise High the Roof Beam, Carpenters, 1955; y Seymour una introducción-Seymour: an Introduction, 1959). Barcelona: Edhasa, 1998, 2ª ed.; 192 pp.; col. Narrativas contemporáneas; trad. de Aurora Bernárdez; ISBN: 84-350-0866-5.

El protagonista de ambos relatos es Seymour Glass, y el narrador es su hermano Buddy.

Más comentarios: Intelectuales, Optimistas bienintencionados, Ni me lo nombren; Motivos para querer, Percepciones de padres e hijos.

He mencionado observaciones valiosas de Ursula Le Guin a El guardián entre el centeno en La perspectiva infantil en los relatos adultos, y de Janet Malcolm a Franny & Zooey en Tramas paralelas.

Es de interés también la biografía de Salinger titulada Una vida oculta.

Nota: La cita de G. K. Chesterton del apartado «¿Sabes lo que me gustaría ser?» está tomada de Ortodoxia (Orthodoxy, 1908); Barcelona: Alta Fulla, 2000, 2ª ed.; 187 pp.; col. Ad litteram; trad. de Alfonso Reyes; ISBN: 84-7900-123-2.

 


10 marzo, 2006
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