Como es lógico, los argumentos de los libros infantiles se repiten: bien porque tratan de incidentes comunes en las vidas de los niños o bien porque atacan un asunto de siempre pero que preocupa en esa época concreta. Es de agradecer que cuando los autores optan por volver a contar algo conocido lo hagan sin insistencias que sobran y con algún toque de frescura que atraiga. En esto pensé al ver Barrios de colores, de Kike Ibáñez y Ana González, un álbum cuyo argumento evoca el de Momo, pues habla de unos hombres grises que comienzan retirando bancos, macetas, farolas, etc., y acaban llevándose los colores de la ciudad; hasta que, como es de suponer, todo cambia de nuevo gracias a una niña y un vecino que consiguen devolver el colorido al vecindario. Pero esa historia tiene una presentación gráfica que a la vez es sencilla y sorprendente: el relato se despliega con dibujos geométricos sobre un fondo cuadriculado, como de cuaderno escolar, y presenta unas escenas sintéticas, como compuestas con piezas de lego, que transmiten el mensaje con optimismo y originalidad.
Kike Ibáñez. Barrios de colores (2017). Texto de Ana González. Santander: Milrazones, 2017; 30 pp.; ISBN: 978-84-945857-8-4. [Vista del álbum en amazon.es]