No es una caja, de Antoinette Portis, es un álbum que muestra bien el mundo imaginativo de un niño, cómo su cabeza va por caminos impensables para los adultos, o para ciertos adultos.
La dedicatoria dice: «Para todos los niños que juegan con cajas de cartón». Luego, en cada par de dobles páginas se repiten diálogos semejantes: en la página de la izquierda va una pregunta de adulto: «¿qué haces sentado en esa caja?», y en la derecha se ve al protagonista, digamos que un conejo, con la caja en la mano; en la siguiente página izquierda el conejo dice: «no es una caja», y en la derecha se ve al conejo y a la caja silueteados en negro casi en la misma postura que en la ilustración anterior pero, encima, silueteado en rojo, sobre la caja y envolviendo al protagonista, un coche de carreras.
Las imágenes son sencillas, y las preguntas y las respuestas encajan siempre bien. La portada y la contraportada, igual que las páginas donde van las preguntas del adulto, tienen la textura del papel propio de las cajas de cartón, como para mostrar la visión realista de las cosas y para contrastar con los colores y la textura de las páginas que presentan la imaginación del niño.
Antoinette Portis. No es una caja (Not a box, 2006). Vigo: Factoria K, 2008; 28 pp.; trad. de Chema Heras y Pilar Martínez; ISBN: 978-84-96957-22-0. Nueva edición en Kalandraka, 2017; ISBN: 978-8484643258. [Vista del álbum en amazon.es]